El exilio del verso. Sonia Domingo A.

El exilio del verso - Sonia Domingo A.


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justo en el precioso momento

      llega el blanco sonoro con tupido velo,

      a tu atención le faltan mis plegarias,

      a la banalidad, la causa,

      a los desconciertos, los lloros de quien no tiene alma.

      Porque la justificación pierde la batalla,

      cuando al amor le regalan mentiras,

      porque el descuento se inicia

      mucho antes de decir un verdadero «te quiero».

      Esa vela ardiendo en deseo esconde los vértigos,

      tu cuerpo viciado ya no consume mis besos

      la nada se ha vuelto la triste cuna del regalo caprichoso

      al verte de la mano,

      regalando perfumes en credos

      a quien sujeta con fuerte los dedos,

      que por alianza llevan nuestro amor eterno.

      Mentes sistemáticas

      No conozco mayor abrigo,

      no encuentro las emociones que prometen en esos artículos,

      que cada día intentan venderme.

      No revelo mis ideas, ni promuevo conjeturas vanas,

      pues a nadie creo le importa.

      Intentan vender que la ocasión,

      suele ser la revelación de los incautos,

      dicen que no hay mayor enemigo que enamorarte de lo

      prohibido,

      no mayor verdugo, que opinar desconocidamente,

      en lo que realmente desechan hacer de nosotros,

      pequeñas mentes pensantes unidas al hilo del tiempo.

      Nos visionan como marionetas sujetas,

      nos arrollan de anuncios vacíos,

      nos desvelan que hay que tener mentalidad propia,

      que eso ya está perdido,

      nos inquieta cualquier cosa que desconocemos de una Tablet,

      pasamos horas divagando el uso de los sistemas,

      y no nos damos cuenta de que nuestra mente se agota,

      que si no la hacemos volver a pensar se marchita, se muere,

      se agobia, queda rota,

      y esto solo le interesa a los que, vacíos en poder,

      nuestras vidas sujetan.

      Yaceré al encuentro

      La paradoja de los enigmas,

      aterradora mente confusa e incomprendida,

      se haya dentro del flequillo desolado.

      Callada la desilusión

      de un te amo en los labios,

      paradoja del desacertado

      que nunca sujetó los pensamientos,

      retorciendo encuentros,

      exánime en la piel

      de incongruencias caricias.

      Oh, mi confuso pensamiento,

      nació para ser escuchado

      en la nana de la piel,

      en la nana que no atiende a razones

      de viajes errantes,

      del amor perturbado,

      que desordena fragancias,

      que hierve mentiras.

      Un romance cobarde,

      oh, mi amor yaciente,

      irresoluta muerdes la muerte.

      Tiempo

      En el apartado del tiempo

      donde vencen los silencios

      se agudizan las mentiras,

      se derrota la vida en aquel legado.

      Alejado de tus besos, de la sombra del que soy,

      del que acecha la ventana,

      del que penando duerme,

      el necesitar verte.

      Ojeroso

      Latido inquieto,

      separado del cuerpo,

      desaloja las manías de cerca encontrarte.

      Yo, alejando mi desprecio,

      de cordura espesa, acierto.

      Veo lo lejos que quedó

      la viejera del que ensombreció,

      latido ojeroso

      que mis manos hacen mecer.

      Ya no siento el sueño entre espacio,

      ya no me desorienta tu risa,

      ya no hay nada que perder,

      ya que la hora se acerca,

      solo deseo permanecer,

      cerca de tu recuerdo,

      permanezco sujeto.

      Los cubos de la vergüenza

      En ese burdo equilibrio del pensamiento que no sostiene ideas,

      que hace derramar recuerdos que solo enojan de dolor.

      En esos momentos que parece sostener tu miedo.

      el tiempo que nadie parece ver,

      que todos borran, callan, omiten y balancean

      sus esperanzas en sus afables casas.

      No cuenta tu vida inmersa en la profundidad de la nada,

      no cuenta que hoy mismo serás vejada,

      que serás comprada, que las sogas atarán tus manos,

      ya no hay preocupación de vivir en moradas,

      preferible soportar el dolor de quienes perturba el alma.

      Tú, sí, tú,

      que hablas de mí como si conocieras mi causa,

      mi razón, mi hundimiento, mi palabra.

      Hablas como si despojase mis pecados

      solo por ser diferente,

      por no creer en tus credos de palabras dolientes,

      de religiones inciertas.

      Soy pecadora porque nací al revés de tu idea,

      soy libre porque pertenezco a quien me ama y desea.

      Una mujer que, al igual que yo, nació del revés,

      pero con la misma fuerza de perdernos amándonos una y otra vez.

      Tú que señalas sin ver mi capacidad de errar,

      que has vendido mi alma, que empobreces mi mirada

      cada vez que la pegas o matas.

      Tú, que perviertes al sistema creyéndote diferente,

      me señalas porque soy realmente quien


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