Roa, el guerrillero de Antequera. José Luis Borrero González
factor este extremadamente importante para ser la gran aliada de los guerrilleros. Sin embargo, las tensiones entre guerrilleros y Ejército Popular español siguen, y es a partir de 1811 cuando se intenta el encuadramiento militar de las mismas y en 1813 un edicto obliga a la disolución de las partidas.
Los oficiales de carrera tienen motivos para envidiar las meteóricas carreras y ascensos de algunos guerrilleros que pasan en poco tiempo de soldados a capitanes o coroneles. Tras la guerra, Fernando VII optará por la oficialidad del Antiguo Régimen, es decir, la de origen nobiliario, pasándose a fomentar el descrédito de las partidas, pues los consideraban bandoleros, desalmados e indisciplinados. En este pozo de la historia cayó nuestro personaje que, a pesar de sus esfuerzos por combatir al Ejército francés, no tuvo reconocimiento alguno, solo el grado de capitán, cargo testimonial no retribuido, iniciándose contra él una campaña de difamación que se vio incrementada por su apoyo durante el Trienio Liberal al bando absolutista.
Pocos guerrilleros tuvieron tantos enfrentamientos contra los franceses como los tuvo Roa. Este esbozo de novela es para darlo a conocer y que plumas con más capacidad que la de este aficionado a juntar palabras lo alcen a la eternidad.
No importa cómo caes, sino cómo te levantas.
No importa el fracaso, sino volverlo a intentar.
No importa el largo camino, sino lo que está al final.
No importa el sudor que cueste, sino lo que quieres lograr.
Vivir no es solo existir, sino vivir y crear.
José Luis Borrero González
NOTA DEL AUTOR
Mucho se ha hablado de las causas de la Guerra de la Independencia española, existen opiniones diversas sobre si fue producto de la crisis del Antiguo Régimen, de la influencia de las abdicaciones de Bayona o de las reformas de Godoy. Lo cierto es, que algunas de ellas o todas juntas llevaron al levantamiento popular del 2 de mayo, donde el pueblo de Madrid, se reveló de forma espontánea contra el francés. El ejemplo pronto cundió y se extendió como reguero de pólvora por todo el país.
La población hastiada se sublevó contra el invasor, en un movimiento de resistencia popular, denominado “Guerrilla” o “Partida”. Grupos organizados y jerarquizados, hostigadores incansables del ejército francés; destruían no solo sus campamentos, abastecimientos, infraestructuras sino lo más importante: la propia arrogancia francesa y su sensación de superioridad sobre el doblegado pueblo español.
La Guerrilla supo mantener ese espíritu de lucha y sed de libertad durante toda la guerra. El guerrillero así concebido, no fue un bandido sino un patriota defensor de las libertades usurpadas al pueblo español. Hombres y mujeres que entendieron las necesidades de este y pusieron al servicio de España bienes, haciendas, caudales y hasta la propia vida.
Centrándonos en el propio guerrillero y en concreto en la partida de “Roa”, nos preguntaremos: ¿cuáles fueron los motivos que le impulsaron a sentir que debían participar en esa lucha?, ¿qué empujó a más de doscientas personas a permanecer durante treinta y dos meses en la Sierra del Torcal, tan inhóspita y hostil, de extremas temperaturas, sin tener asegurado el plato de comida de cada día?, ¿qué les instigó a optar a ello?, ¿por qué se privaron de las comodidades que les brindaba la vida en sus poblaciones?
Obtener respuesta hoy en día con nuestra mentalidad es sumamente complicado, vivimos rodeados de comodidades y la más importante, la “falta de compromisos”, se nos antoja imposible e inexplicable y en cierto modo inasumible.
Es la primera “guerra total” de la historia, sin límite temporal o de espacio, esta lucha generalizada, de frentes indefinidos, nace por la incapacidad de combatir al enemigo de otra forma. En los momentos culminantes del conflicto se llegaron a reclutar hasta cincuenta mil guerrilleros en armas.
Antequera contribuyó con dos partidas, la del capitán Vicente Moreno, formada por unos setenta guerrilleros y la de Francisco Roa, que llegó a reclutar a más de doscientos, la mitad “a caballo”, a los que armó, uniformó y mantuvo, de su propio pecunio. Roa estableció la tan conocida hoy en día como “productividad empresarial”, es decir, “¡cuantas más pruebas presentes de acciones contra el francés, más cobras!”.
El mariscal francés Suchet dijo: “la mayor parte de la población, en ocasiones sin diferencias de edad ni sexo, se embarcó en esa activa y obstinada modalidad de oposición que lanzó enemigos contra nosotros desde todas direcciones, lo que nos agotaba mucho más que los enfrentamientos regulares. Cada región creó su propia guerrilla con el objeto de proteger su territorio y participar en la defensa común...” Y añade Suchet: “Campesinos, propietarios, padres de familia, sacerdotes y frailes, abandonaron sus ocupaciones sin dudarlo... con el fin de engrosar las... bandas formadas contra nosotros”.
El oficial francés Rocca en sus memorias dice: “Ningún español se avenía a admitir que España estuviese vencida, y ese sentimiento, que estaba en el alma de todos, era el que hacía invencible a la nación, a pesar de tantas pérdidas y de las frecuentes derrotas de sus ejércitos”.
Hasta Napoleón en sus confesiones, en la isla de Santa Elena a Les Cases escribe: “Los españoles desdeñaron el interés para no ocuparse más que de la injuria... todos corrieron a las armas. Los españoles en masa se condujeron como un hombre de honor”.
El fin que persigue esta novela es dar a conocer a Francisco Roa, recuperar y actualizar su memoria, ya que sus hazañas se perdieron en el preterir de la historia, y otorgar el debido reconocimiento a todos los que lucharon con él, sin distinción de sexo, que dieron lo mejor de cada uno, contribuyendo a la expulsión del ejército invasor.
José Luis Borrero González
PRÓLOGO
Una visita puntual a las dependencias del Archivo Histórico por el entonces capitán de la Guardia Civil, José Luis Borrero, hace ya unos años, en búsqueda de los posibles antecedentes de un oficial de caballería asesinado en las inmediaciones de la cuesta de la Zambra, término municipal de Casabermeja, ha dado un juego y un resultado inesperado, que posiblemente pudiera dar pie a una nueva novela teniendo como argumento la trama de la localización de la información y los acontecimientos que este hecho aislado han provocado.
Esta publicación, que hoy me cabe la alegría y honor de poder prologar, es el resultado de la casualidad y del interés despertado en su autor, por un personaje singular, Francisco Roa Rodríguez de Tordecillas.
Todo comienza a raíz de recabar información sobre los orígenes y circunstancias del asentamiento de la Guardia Civil en Antequera y su despliegue por la comarca. En este proceso surge la figura de Francisco Roa, escribano del número de la ciudad, del oficio 5, que lo adquiere en 1798. De su existencia dio cuenta hace ya algo más de una década el historiador don Francisco Díaz Torrejón, investigador dedicado al estudio de la Guerra de la Independencia. Desde entonces ha merecido la atención, dado el carácter romántico que despierta su figura, como por el papel trascendental que jugará en la ciudad de Antequera, a raíz de la invasión napoleónica.
Olvidado por la historia y obscurecido por el héroe local, el capitán Vicente Moreno, nunca se le ha dado la consideración que realmente merece. Francisco Roa es sin duda el gran guerrillero que defiende los valores patrios frente al enemigo francés. Su partida, va a jugar un papel estratégico fundamental y ofrecerá una férrea confrontación con las tropas regulares invasoras.
Estamos frente a un noble local, que organiza una partida de hombres, a los que pertrecha y organiza para hacer frente a los franceses, incluso en campo abierto.
Sus desvelos fueron recompensados pobremente en su época y olvidados en el tiempo. Esta novela que hoy aparece, viene a dimensionar a este indiscutible héroe, con el que la sociedad antequerana tiene una deuda de reconocimiento.
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