País Vasco. Varios
porque se sabe que en 816 Araba estaba bajo órbita del reino astur en plena expansión ante los musulmanes, y hacia 824 se fundaba alrededor de Pamplona un reino que, en sus orígenes, era aún tributario del emir de Córdoba. Su primer monarca fue Íñigo Arista. Ya en el siglo X, el reino de Pamplona rompía su dependencia de Córdoba e iniciaba un periodo de expansión, de manera que, mediante herencias, alianzas o guerras, Garcés III logró integrar la totalidad de los territorios de habla vasca, incluidos los del norte de los Pirineos. Tras un periodo de incorporación al Reino de Aragón entre 1076 y 1134, el reino de Pamplona se segregó de nuevo bajo el reinado de García Ramírez y, a partir de 1162, pasó a llamarse Reino de Navarra. Las vicisitudes bélicas y las herencias durante este periodo feudal conllevan un verdadero vaivén de posesiones territoriales. El territorio de la actual Bizkaia, por ejemplo, es incorporada en 1076 a la Corona castellana, creándose el señorío de Bizkaia. Y ya con el reino navarro muy debilitado, en 1200 tanto Araba como Gipuzkoa son conquistadas militarmente por el Reino de Castilla.
El sistema político foral
Hacia finales del siglo XIII, la violencia feudal y la inseguridad lleva a muchos núcleos de población a dotarse de sus propios cuerpos legales y normativos, y también de órganos de gobierno que se organizan conjuntamente en juntas generales. Son los primeros antecedentes del derecho foral y de las instituciones vascas, nacidas a partir de un largo proceso de integración de comunidades locales en el seno de los dominios de la Corona.
Así, sobre ese entramado de poderes locales se superponían las instituciones del señorío y de la Corona de Castilla, con sus representantes: virrey en Navarra, corregidores en Gipuzkoa y Bizcaia, y diputado general en Araba. El vínculo de estas comunidades con el rey era una relación contractual que comprometía a ambas partes: los fueros, que garantizaban ciertos privilegios y libertades al pueblo. Los primeros fueros se redactaron en Navarra en 1237 y establecieron los derechos legales de los habitantes del reino. Más adelante se establecieron los de Araba (1483), Gipuzkoa (1491) y Bizkaia (1526). Estos fueros constituyen el origen de la autonomía política del País Vasco.
Integradas en la Corona de Castilla con un amplio grado de autogobierno regulado por los fueros, las tres provincias vascas participan ya, a lo largo de la Edad Moderna, de la historia general de España. Su papel es notable, por ejemplo, en la conquista y colonización de América y en la construcción de buques para la flota de Indias. También en la conquista de Navarra por Fernando el Católico. Y participan activamente en numerosas acciones navales de la marina española, como en la famosa expedición de la Armada Invencible. Ya a principios del siglo XIX, el País Vasco adquiere un protagonismo fundamental en la Guerra de la Independencia ante la invasión napoleónica, tanto por la aportación de batallones y guerrilleros como por ser escenario de importantes enfrentamientos: en las provincias vascas se libraron las últimas batallas de la contienda.
Aún así, durante el reinado de los Reyes Católicos se acentúa el proceso de desarticulación de la cultura y las instituciones vascas. El uso de las lengua queda reducido a los ámbitos familiares y su cultivo literario no se retomaría hasta el siglo XIX.
Los fueros
Durante la Reconquista, muchos fueron los fueros concedidos por reyes y señores para atraer a una población católica a las tierras reconquistadas. Estos fueros garantizaban ciertos privilegios y libertades al pueblo. En Navarra, los primeros fueros se redactaron en 1237 y establecieron los derechos legales de los habitantes del reino. Luego le tocó el turno a la provincia de Álava-Araba en 1483, a Gipuzkoa en 1491 y a Bizkaia en 1526. Estos fueros son el origen de la actual autonomía política, administrativa y fiscal del País Vasco y Navarra. Por tanto, solo el País Vasco y Navarra siguen siendo «comunidades forales» en la actualidad. El árbol de Gernika, en Bizkaia sido el símbolo de las libertades vascas desde que los reyes de Castilla juraron respetar los fueros vascos. Aún hoy, el lehendakari (presidente de la comunidad autónoma vasca) viene a prestar juramento bajo el árbol cuando toma posesión del cargo.
Las guerras carlistas
El siglo XIX es un periodo de inestabilidad política en toda España, con constantes pronunciamientos militares, cambios de régimen y enfrentamientos bélicos. El País Vasco será escenario y foco principal de las guerras carlistas. Esta serie de contiendas civiles explotan a raíz del problema sucesorio entre Isabel II y Carlos V, enfrentando al bando isabelino, que encarnaba la figura de una monarquía constitucional con un gobierno constitucional y parlamentario, con los denominados tradicionalistas o reaccionarios, partidarios del pretendiente don Carlos, que defendían los derechos de la iglesia y los fueros. Así pues, tanto las provincias vascas como Navarra fueron los territorios donde triunfó con mayor fuerza el alzamiento carlista, bajo la esperanza de que el pretendiente respetara los derechos forales de estos territorios, aunque las principales ciudades (Bilbao, San Sebastián, Vitoria y Pamplona) permanecieron fieles a la regente María Cristina.
A pesar de que la Primera Guerra Carlista finalizó con el célebre Abrazo de Vergara (1839) entre los generales Espartero (liberal) y Maroto (carlista), y la reina confirmó los fueros de las provincias vascas y de Navarra, el conflicto siguió latente en otros puntos de España, especialmente en Cataluña, con la Segunda Guerra Carlista y numerosos alzamientos posteriores. Hasta que, tras la caída de Isabel II y el periodo del Sexenio Revolucionario, en 1872 estalla una nueva guerra civil, la Tercera Guerra Carlista, que se desarrolla fundamentalmente en el País Vasco.
La guerra finaliza en 1876, ya con Alfonso XII en el trono. Tras la victoria del ejército liberal, ese mismo año se abolía el régimen foral. Las Juntas y las Diputaciones forales son disueltas y se establecen las tres diputaciones provinciales, de Álava, Guipúzcoa y Vizcaya, con las mismas atribuciones que el resto de las provincias españolas. Aun así, se concedía a las nuevas diputaciones la facultad de negociar con la hacienda estatal la fijación de un cupo o cantidad que habrían de entregar al Estado por los impuestos concertados con este. Además, el gobierno de Cánovas reconocía a las diputaciones vascas el derecho a cobrar y gestionar sus propios impuestos para hacer frente al pago del cupo. Esto daba margen a las diputaciones vascas para fijar ciertos impuestos y establecer sus políticas fiscales, un hecho que sería determinante para el proceso de industrialización del País Vasco. El primer Concierto Económico se aprobaba en 1878.
Industrialización y nacionalismo
Ya en plena situación bélica de las guerras carlistas, surgieron en el País Vasco las primeras fábricas modernas, e incluso el primer alto horno para fundir metal de hierro, aunque no será hasta el último cuarto del siglo XIX cuando despegue definitivamente la industrialización. La existencia de mineral de hierro en la región atrajo a inversores británicos que, en un primer momento, exportaban el mineral a Inglaterra para alimentar la revolución Industrial en el entonces principal imperio del planeta, pero más adelante los mismos buques que trasportaban el mineral comenzaron a volver cargados de carbón británico para las plantas siderúrgicas que se iban instalando en la margen izquierda de la ría del Nervión.
Así, a partir 1845 se implanta en Bizkaia una industria siderúrgica moderna que se convertiría en el estandarte de la industrialización de este territorio durante las décadas siguientes y hasta finales del siglo XX. Fruto de este despegue industrial surge en el País Vasco, y sobre todo en Bizkaia, una potente élite burguesa cuyo creciente poder económico y político es, en gran medida, la que consigue que la abolición de los fueros se convierta en el concierto económico.
El desarrollo económico también conlleva para el País Vasco una fuerte inmigración procedente de otros puntos de España, así como la aparición de los movimientos obreros. A finales del siglo, en un marco de crisis de la sociedad tradicional vasca debida a estas profundas transformaciones socioeconómicas y a la abolición de los fueros, nace el nacionalismo vasco de la mano de Sabino Arana, quien en 1895 funda el Partido Nacionalista Vasco (PNV).
Del Estatuto de Estella al franquismo
El aún importante núcleo político carlista en el País Vasco a principios del siglo XX es inicialmente el principal impulsor del primer estatuto vasco durante la Segunda República, el denominado Estatuto de Estella, aunque más adelante se desvincularía del mismo y sería el PNV quien lideraría el proyecto. En noviembre