Cómo te relacionas en pareja. Marta de Prado García
«para qué».
La pertenencia puede darse, por ejemplo, en la búsqueda de sentirse acompañados, protegidos, tener sus necesidades económicas cubiertas, deseo de tener hijos… En estos casos, el sentimiento de pertenencia no ayudará a que la pareja evolucione y por tanto genere el crecimiento de la vinculación que ha de darse en la siguiente fase del proceso de forja de la relación. Se quedará estancada en un tipo de relación instrumental.
Cuando la pareja no madura, genera lo que denominaremos «la parálisis del crecimiento de las relaciones de pareja». Esto tiene como consecuencia el deterioro de las personalidades de cada uno de los componentes y, además, amenaza la posibilidad de pervivencia de la relación.
La pareja constituye un sistema vivo, según Ríos (2005) 5. Esta pareja, estando viva, va creciendo, desarrollándose y adaptándose de forma permanente y continua. Cuando aludimos al crecimiento interno de la relación, nos referimos a la capacidad que esta posee de ir enriqueciendo todas y cada una de sus potencialidades. Existen parejas que, una vez pasada la ilusión inicial, se quedan estancadas, va dificultándose el crecimiento, y la parálisis puede llegar a ser total.
Las relaciones que pierden la espontaneidad en la comunicación afectiva, en su interacción y en la relación amorosa, cronifican los aspectos negativos y terminan destruyéndose. No existe crecimiento sin potenciación continua de la «complementariedad» y la «acomodación mutua» para hacer viable el desarrollo de pautas en las que cada miembro respalde la acción del otro, según Martínez de Velasco (1991) 6. En definitiva, es fundamental que se trabaje con la idea de compromiso hacia el futuro que se motiva desde el esfuerzo mutuo.
En algunos casos, debido a experiencias pasadas, no es sencillo que se dé esa complementariedad afectiva y acomodación, porque no existe la base emocional para ello. Sin embargo, muchas veces la relación funciona «como si» fuera complementaria a la vista de los demás. Alguno de los miembros de la pareja trasmite que siente la obligación de estar bien o sentirse bien, a mostrar que la relación está tranquila, a que su pareja esté contenta… porque así es como encuentra su serenidad. En sus pensamientos aparecen, en múltiples ocasiones, dos únicas opciones: estar en esa relación de «pareja» o volver al estado de soledad que les pesa. El sentimiento de indefensión es profundo; sienten que hay poco que puedan hacer para salir de dicha situación y por eso terminan acomodándose sin amor.
Manuel tuvo dificultades para encontrar pareja, se sentía muy solo a nivel vincular. Tenía buenos grupos de amigos a los que veía de forma semanal, sin embargo, todos sus amigos se habían casado y, aunque solía tener planes para el fin de semana, de lunes a viernes le resultaba dura la vida en soledad. Gracias a las redes sociales encontró pareja, la única mujer que quiso tener una segunda cita con él. Sandra era muy ausente en la relación, y Manuel buscaba de forma constante estar con ella:
«Yo hacía lo que fuera para verla y, sin embargo, ella me daba las horas que le sobraban de estar con sus amigas. Sentía que tenía que hacer todo lo posible para que no se enfadara y me dejara, la quería a mi lado. Solo pensar en que se iba me generaba otra vez aquel sentimiento de vacío que me invadía antes de conocerla».
La pareja que consigue conservarse es aquella que en su modo de comportamiento personal e interactivo no queda sometida a los altibajos y oscilaciones personales que amenazan la estabilidad de la relación. En muchas ocasiones, durante las terapias de pareja se observa cómo la inestabilidad de la relación se repite a nivel individual.
Si pensamos en las historias de vida de algunas personas, es fácil empatizar con las circunstancias individuales que han sufrido —ansiedad, depresión, pérdidas afectivas, enfermedades en familiares, entre otros—, que les llevan a estar desconectadas emocionalmente de sus parejas. Es interesante pensar también en la parte de la pareja que se sostiene al lado de alguien que sabe que no le ama, quizás porque también ha instrumentalizado el vínculo.
El final de la relación instrumental
Tradicionalmente se entendía que únicamente se podía dar la disolución de una relación tras la muerte de alguno de los cónyuges. Sin embargo, en la actualidad esto ha cambiado mucho. La posibilidad de la disolución del vínculo puede darse en cualquier momento de la vida de la pareja.
En mi experiencia, las relaciones instrumentales acaban finalizando una vez que el «para qué» de esa relación ha desaparecido. Por ejemplo, Laura salió de una relación de maltrato gracias a Juan, que le facilitó vivienda, manutención y demás necesidades básicas. Durante su relación, Laura se formó como auxiliar en el cuidado geriátrico. Una vez que ella tuvo ingresos, decidió romper su relación. Me decía:
«Es que nunca me he sentido cerca de él, solo que me cuidaba. Yo no quería cuidarle… no me salía. A veces hacía cosas para que estuviese contento, pero no me apetecía. Ahora ya no le necesito, vivo mejor con una amiga que con él».
En el análisis de las ideas que tenemos sobre las relaciones de pareja, la Delegación del Gobierno para la Violencia de Género, en su estudio titulado Percepción Social de la Violencia de Género (2014) 7, concluye en este aspecto que, al margen de cuál sea la situación en el momento de la entrevista, la inmensa mayoría de las personas entrevistadas considera deseable vivir en pareja (85 %), aunque hay un 12 % que no lo estima así y prefiere vivir solo/a (8 %) o con otras personas (4 %), sin diferencias significativas en función del sexo. Quienes consideran que vivir en pareja no es su ideal son fundamentalmente gente joven, personas que viven solas, con sus padres o en familias monoparentales y víctimas de violencia de género.
El amor y el respeto mutuo entre las partes son considerados como importantes para que la relación sea satisfactoria (99 %). Lo mismo puede señalarse respecto a tener una relación sexual satisfactoria (93 %), aunque en este caso hay algunas personas, sobre todo mujeres (9 %), que no le atribuyen tanta importancia.
Tener intereses comunes (82 %) y también compartir las tareas domésticas (84 %) son considerados igualmente aspectos significativos por la mayoría de la población entrevistada. En cuanto a la dimensión sociocultural, compartir las creencias religiosas, la ideología, tener el mismo nivel social o el mismo nivel cultural, fueron consideradas importantes por entre el 43 % y el 59 % de las personas entrevistadas.
Por otro lado, el estudio afirma que casi dos de cada tres personas entrevistadas (64 %) consideran que tener hijos es importante para que la relación de pareja resulte satisfactoria. En este sentido, sigue estando muy extendida la creencia de que la felicidad en la pareja está vinculada a la tenencia de hijos en común.
La desigualdad de ingresos no parece ser un aspecto excesivamente relevante para la mayoría, pues solo algo más de una de cada tres personas entrevistadas (37 %) lo consideran importante.
Constatamos que la familia y la pareja son sistemas vivos que van desarrollándose a lo largo de etapas bien definidas. No se da un progreso lineal; hay altibajos: momentos de plenitud y situaciones de descenso o crisis. Estas últimas no son anómalas en sí mismas, sino que significan un «coger carrerilla» para seguir avanzando en el crecimiento de la relación de pareja.
Como hemos visto, las relaciones de amor se ven acompañadas de ciertas características que cada pareja diseña según su forma de entender la relación, su manera de amar y acompañar, etc. Estas decisiones se toman de común acuerdo, consciente o inconscientemente, en la relación, gracias a los aprendizajes previos que vendrán de las características de sus primeros vínculos, la observación de la forma de amor que se daba en el hogar, experiencias de pareja anteriores y un largo etcétera que iremos abordando en los siguientes capítulos.
1 Sternberg, R. J. (1999). El triángulo del amor. Intimidad, pasión y compromiso. Barcelona: Paidós.