Abriendo la caja negra. Leonardo Palacios Sánchez
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En 1878, el médico anatomista e histólogo francés Louis-Antoine Ranvier (1835-1922), quien en ese momento era el presidente de Anatomía del Collège de France, efectuó trabajos sobre nervios ciáticos de ranas tratados con ácido ósmico, identificando en los axones unas estrangulaciones que denominó “anillos de constricción” y que, posteriormente, en honor a él, pasaron a denominarse nódulos de Ranvier (ver figura 2.1). Se trataba de unos pequeños espacios de un micrómetro (milésima parte de un milímetro) de longitud que exponen el axón al líquido extracelular. El mismo año publicó su libro Leçons sur l’histologie du système nerveux (Lecciones sobre la histología del sistema nervioso), en el cual presentó sus aportes más significativos sobre este tema (4).
Camilo Golgi (1843-1926), médico e histólogo italiano de la Universidad de Pavía, había ideado en 1873 un método de tinción que designó reazione nera (reacción negra) utilizando nitrato de plata, lo que permitió observar de manera aún más nítida las células nerviosas. No obstante, a pesar de visualizar neuronas y sus prolongaciones, no podía predecir donde terminaban estas. Combinó su trabajo con el que previamente había realizado minuciosamente Karl Deiters, coincidiendo con él en que estas células parecían estar fusionadas en una estructura reticular única (1, 2, 5). Describió su hallazgo en una publicación en italiano titulada “Acerca de la estructura de la materia gris del cerebro” y, posteriormente, publicó otro artículo titulado “Acerca de la estructura de los bulbos olfatorios” (5).
Llevó a cabo estudios extensos sobre el cerebelo, los hipocampos y la médula espinal. Describió las fibras paralelas de la capa molecular en el cerebelo, al igual que una descripción más detallada, que la que se había hecho hasta ese entonces, de las células de Purkinje. Una excelente compilación de sus trabajos se encuentra en su libro Opera omnia, publicado en 1903 en Milán. En 1906 ganó el Premio Nobel de Fisiología o Medicina junto con Santiago Ramón y Cajal (5, 6).
Catorce años más tarde, en 1887, Santiago Ramón y Cajal (1852-1934), médico, anatomista e histólogo español, hizo modificaciones a la técnica ideada por Golgi. Entre ellas, la doble impregnación, mediante tinción más intensa y la realización de cortes más gruesos. El método marcaba solo el 1 % de las células, lo que permitía realizar el estudio morfológico de estas microestructuras una a una. Pudo así ver con nitidez el cuerpo celular, axones y dendritas. Concluyó, en 1888, que la terminación axonal terminaba en la superficie de otra neurona, sin que existiera una red difusa de estas (3, 5). Tomó, además, la decisión de estudiar el sistema nervioso de embriones y de animales jóvenes cuyas estructuras nerviosas no estuvieran aún bien mielinizadas y la preparación permitió ver mucho mejor las neuronas.
Ramón y Cajal fue autor de muchas obras, entre las se destacan la Histología del sistema nervioso del hombre y los vertebrados, publicada inicialmente en español (1899-1904) y luego en francés (1909-1911) notablemente aumentada, la cual es considerada como uno de los más importantes aportes a la neurociencia (3). Dado que era un excelente pintor, trazó dibujos de extraordinaria calidad ejecutados con impecable técnica en tinta china que ilustraban sus obras (7).
Ramón y Cajal pudo demostrar que las prolongaciones que emergían de cada cuerpo celular no se fusionaban entre ellas, sino que eran estructuras físicas independientes, similares a ramas de árboles en un tupido bosque. Fue enfático en señalar que el tejido nervioso no era un retículo y que cada célula era una unidad absolutamente autónoma, sentando los principios de la teoría neuronal (1).
En octubre de 1889, Ramón y Cajal llevó al congreso de la Sociedad Anatómica en Berlín sus láminas, su microscopio y sus dibujos para presentarlos a los más destacados histólogos de la época. No hablaba alemán, pero dominaba aceptablemente el francés. Sus hallazgos ocasionaron sorpresa entre los asistentes, algunos de los cuales se mostraron escépticos, pero, entre los participantes al congreso, se encontraba el destacado histólogo suizo Rudolf Albert von Kölliker (1817-1905), quien no solo apreció el enorme valor de los descubrimientos de Ramón y Cajal, sino que se convirtió en un ferviente defensor de la teoría neuronal. El anatomista e histólogo alemán Wilhelm Waldeyer (1836-1921) propuso, en 1891, denominar estas células “neuronas” y promulgó la “doctrina neuronal”. Afirmaba que estas células eran totalmente independientes desde el punto de vista estructural, en su desarrollo y patología (3).
En 1889, el embriólogo e histólogo suizo Wilhelm His (1831-1904) denominó “dendritas” a las ramificaciones cortas y numerosas de las neuronas, y, en 1896, Von Kölliker acuñó el término axón para las prolongaciones más largas que emergían desde los cuerpos celulares (1, 2).
Para ese momento la doctrina neuronal se basaba en los siguientes principios:
1. La neurona era la unidad fundamental, estructural y funcional del sistema nervioso.
2. Las neuronas eran células independientes, no se encontraban fusionadas con otras.
3. Las neuronas tenían tres componentes: cuerpo celular, axón y dendritas.
4. La información fluía unidireccionalmente (2).
Ramón y Cajal fue obteniendo cada vez mayores reconocimientos y premios y, en octubre de 1906, mientras se desempeñaba como profesor e investigador de la Universidad de Madrid, fue informado desde Estocolmo que le había sido concedido el Premio Nobel en conjunto con Camilo Golgi. Recibieron de manos del rey Óscar II de Suecia la medalla y el diploma. Los extraordinarios aportes de Santiago Ramón y Cajal hacen que sea considerado el padre de la neurociencia moderna (2, 6).
A su vez, el médico y neurofisiólogo británico sir Charles Sherrington (1857-1952), quien fue profesor de las universidades de Cambrigde y de Oxford, inició sus investigaciones trabajando en la fisiología de la médula espinal. Rápidamente empezó a realizar relevantes hallazgos en relación con los reflejos y publicó un importante número de artículos sobre el particular. Durante el año de 1897, buscó la colaboración de un experto en lenguas clásicas para que le ayudara a dar una denominación a uno de sus hallazgos más célebres, el minúsculo espacio existente entre una neurona y otra. El neologismo, que hoy en día pronunciamos y escribimos con tanta frecuencia, es “sinapsis” (8, 9).
Sherrington fue invitado en 1903 a la Universidad de Yale a dictar un curso denominado The Silliman Lectures. Las conferencias fueron publicadas en 1906 en un libro titulado The integrative action of the nervous system (La acción integrativa del sistema nervioso), que tuvo una reimpresión en 1947 (10). En dichas