Fray Antonio Alcalde. Horacio Padilla Muñoz
la combinación de personajes del siglo xviii con personajes del siglo xx dan fe de su flexibilidad en un lenguaje pictórico que se fundamenta en la percepción teórica del doctor Horacio Padilla y la sensibilidad de Gustavo Peralta.
El método iconológico e iconográfico se convierte en columna vertebral de un discurso esclarecedor, sutil, donde se parte de un bosquejo de colores sobre un muro segmentado por el ojo astuto. La simulación de un medio reloj se decanta en partes, de izquierda a derecha; quince grados en un primer momento, trece grados en un segundo momento, un grado de nivelación, al cual le siguen dieciocho grados en un tercer momento y otros dieciocho grados para establecer una disposición de los elementos en el mural, seguido de un grado en el centro, logrando un diagrama visual de la primera mitad de la pintura. Con lo anterior, se establece la primera segmentación, teniendo como resultado un desgaje de obra de manera sistemática, que sirve para asentar atributos o investiduras que permiten develar personajes, temáticas, fechas, territorios.
La segunda segmentación tiene veintiséis grados, seguida de quince, diecinueve, veintiuno y trece grados, llegando al “uno” de nivelación, para cerrar veinticinco grados y uno, con lo cual se logra la diversidad de planos pictóricos. Simplemente un acto de revelación ante lo bidimensional y tridimensional de la obra, donde el “uno” es elemento de equilibrio, para permitir a veintiún elementos ser establecidos en orden desde el centro hacia la derecha, para después tomar veinte elementos hacia la izquierda, quedando quince elementos que le siguen, hasta llegar a los últimos dieciocho elementos. En esta obra reconoceremos un ejercicio pleno de la matemática, la historia, y el arte.
Un acto consciente, en un libro que nos llevará por distintitos laberintos de conocimiento, donde el entusiasmo por seguir cada parte nos llevará a identificar las diversas facetas que lo hacen rico en discurso. Sus rostros multifacéticos permiten abordarlo desde diversas concepciones (sociales, éticas, políticas, religiosas y económicas) que develan aquello que dio nacimiento al mural, ese de significaciones latentes que chocan con la emoción y el sentimiento, para ir mutando de representación táctica a abstracción consensuada y llegar al puerto de simbolismo resultante.
Revelador, de fronteras certeras y de despistes naturales, de marco quimérico pero de partes verdaderas.
Me dejo llevar poco a poco, entre imágenes y textos, al descubrimiento de aquello que nos autoriza a crear cultivos de bosquejo cultural, de una teoría que da sustento, que da base, para que esta obra sea fuente de agua fría.
Un mural que es un torrente de agua, en verdad lo digo, con la pluma bien clavada a la hoja y con los ojos en el muro, ese que me llevó a la reflexión y a la búsqueda de respuestas.
Introducción
Horacio Padilla Muñoz
La pintura es una de las expresiones artísticas más antiguas y una de las bellas artes. Es el arte de la representación gráfica y una de las formas de comunicarse del ser humano, ya que transmite el sentir del individuo en relación con su ser, la naturaleza, una situación determinada o las condiciones que lo rodean.
Si buscamos en la historia, encontramos que a través de la pintura, nuestros antepasados nos han dejado grandes legados. Interpretando trazos, colores y formas, obtenemos información de los momentos vividos en cada época.
Conforme el hombre ha desarrollado conocimientos y habilidades, la pintura ha ido modificándose y adaptándose en colores, texturas, trazos, temática y, por qué no, en sitios de expresión. Así pues, llega el periodo en que la pintura empieza a manifestarse en grandes proporciones, con mayor auge en temáticas religiosas, adaptando la pintura a la dimensión y forma de la pared y/o techos.
En México existe una infinidad de muralistas famosos y murales plasmados en interiores y exteriores de múltiples edificios que albergan instituciones públicas, religiosas y privadas. Cada uno de ellos nos recuerda la ideología, los hechos, la trascendencia y los personajes destacados de nuestro pasado, desde la óptica particular del artista.
En este libro nos enfocaremos a un mural en particular, que hace referencia a un gran personaje: fray Antonio Alcalde y Barriga. Del otro lado del mar, desde la ciudad de Cigales, llegó a territorio mexicano un gran español, bajo la comisión de fraile, enviado, a través de la orden religiosa de los dominicos, como predicador a la Nueva España en el año de 1763. Asignado a la zona de Yucatán, inicia contacto con los naturales, motivándolo a desarrollar sus primeras obras en nuestro país; las cuales abarcaban aspectos de las necesidades básicas del ser humano: educación cristiana, alimentación, salud y trabajo. Es así que poco a poco que fray Antonio Alcalde conformó las primeras escuelas para hombres y mujeres, los talleres de trabajo, iglesias y albergues.
Posteriormente continuó sus obras en la ciudad de Guadalajara, respaldado por los beneficios de la región y las ideas de educación del rey Carlos iii de España; y motivado por las necesidades de la población y los brotes de epidemias de la época. Alcalde, con su visión humanista y social, crea, consuela, enseña, aprende, cura, apoya, fomenta, convence, pide y da.
Dos de sus máximas obras son el Antiguo Hospital Civil y la Universidad de Guadalajara, los cuales se concluyeron uno o dos años después de su fallecimiento.
En 1990 se reestructuró un área interna del Antiguo Hospital Civil, encontrándose una magnifica pared en arco con resalte de cantera. Posterior a múltiples proyectos, se tuvo a bien concluir, por los directivos de ese tiempo, la creación de un mural dedicado al padre de la institución, que realzara su obra, plasmara su pasado, su presente y su visión de futuro, trasmitiera su pensar, su serenidad, su lucha, sus cómplices, sus ayudantes, sus ayudados, su ambiente y su fe.
La tarea no era fácil, pero finalmente se eligió al pintor jalisciense Gustavo Peralta González. Tras sumergirse en la vida de fray Antonio Alcalde, Peralta tuvo a bien concluir su obra en agosto del 2004.
Existen descripciones breves sobre este mural, anécdotas personales de los involucrados en su realización, pero ninguno ha sido descriptivo de todo el contexto.
En lo personal, he mantenido un interés en la vida y obra de fray Antonio Alcalde y Barriga. Me sería altamente honroso si este libro sirviese de estímulo a la comunidad, si mediante él los lectores tomaran la valía real del trabajo de Alcalde, y fuera motivo de inspiración para los dirigentes.
Contexto y metodología
Al siglo xviii también se le llama Siglo de las Luces puesto que en él ocurrió el movimiento cultural llamado Ilustración. La luz a la que hacen referencia estos nombramientos es la razón, como uno de los principios más importantes e influyentes de ese siglo. La Ilustración y los hombres que la impulsaron tuvieron una fe absoluta en la razón humana, a la que consideraban unitaria, invariable e idéntica en todos los hombres, pueblos y culturas: “La Razón ilumina a la humanidad” era su lema.
Se puede decir que la Ilustración es una síntesis de las dos corrientes filosóficas más importantes del siglo: el racionalismo y el empirismo. Entonces, diversos autores establecen su postura filosófico-ideológica, en Francia: Montesquieu, Voltaire, Diderot y Rousseau; en Inglaterra: Locke y Berkeley, Newton, David Hume y Adam Smith; en Alemania: Leibniz , Semier, Lessing, Kant.
La Ilustración incluye ideas y principios tales como empirismo, criticismo, deseo de conocimiento, utopía, reformismo, progreso y felicidad. Los filósofos ilustrados buscaban la verdad científica y se basaron en la razón para explicar la realidad del mundo