Extracto de tiempo. Angel O. George Varela

Extracto de tiempo - Angel O. George Varela


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era perceptiblemente mayor; su pelo níveo, aunque parecía antinatural, reforzaba esa idea. Su figura, en cambio, indicaba que debía de tener alrededor de treinta y cinco años; el más joven aparentaba unos veinte.

      —¿Recuerdas lo que es un buffer overflow? —preguntó el veterano con voz un tanto inexpresiva, mientras el otro prestaba total atención a sus palabras.

      —Sí. Básicamente, un error grave de seguridad producido por algún defecto en la programación —respondió el joven, luego de meditar unos segundos.

      El maestro asintió satisfecho.

      —El buffer overflow más frecuente se manifiesta en estas personas —dijo, al tiempo que mostraba a su acólito el comportamiento de algunos individuos que aparecían sobre la negra forma.

      —Maestro, pensé que ya habíamos eliminado esos errores. ¿No los corrigió…? —Hizo una pausa para luego añadir en forma de auto-respuesta—. Sí, cuando Wilson Y. Fitch reparó la instrucción 0x0112816 del programa nervo-conector.

      —No, el program-master Wilson desapareció antes de poder revisar todo el sistema. En recientes análisis he descubierto, junto con un grupo de miembros del Council Stack, que los buffers continúan desbordándose por causa de otras instrucciones. Y los desbordamientos están llegando a un nivel crítico.

      —Y entonces, ¿qué quiere explicarme? ¿Alguna nueva teoría que utilizará para reparar las instrucciones? —preguntó intrigado.

      —No, Nmael. Quiero hacer énfasis en el program malfunction. Me temo que has sido designado a la resolución y soporte de esos errores.

      —¿Designado? Pero… soy un simple program-student, por encima de mí hay un montón de program-expert y program-master.

      Martín olvidó por un rato su nervo-conector, se concentró en los problemas de la bolsa; en lo que era de veras productivo. Estar pensando en ideales inalcanzables nunca había definido su manera de vivir. Aunque, en los últimos días, esos pensamientos lo invadían con frecuencia.

      —¡Las acciones de Gestav están subiendo astronómicamente! —gritó uno de los corredores del equipo, sacando a Martín de su reflexiva anomalía—. ¿Qué hacemos, señor?

      —Alejandro, quiero un informe de esa empresa —ordenó Martín al estadista, que se encontraba a su lado, concentrado y absorto.

      —Estoy en ello, señor —respondió el hombre sin apartarse de su tarea. Utilizaba el nervo-conector para estudiar los disímiles datos que flotaban en la Red.

      —Bien, Rafael, continúa evaluando las acciones de Gestav y compra alguna, al menos por el momento.

      —Señor —llamó otro integrante del equipo—. Las acciones de Trinstal siguen en descenso. También las de ProgFixed.

      «Misericordioso Dius —pensó Martín mientras evaluaba, con ayuda de su nervo, los índices y gráficos de las compañías mencionadas para generar un análisis técnico exhaustivo de las mismas—, vamos a ver cómo resolvemos este dilema. ¿Así será el resto de mi vida?».

      —Pienso que deberíamos apostar por Trinstal. Siempre ha tenido esos altibajos, pero a la larga es una empresa estable —comentó Ernesto, uno de los corredores más destacados del equipo.

      —Yo pienso lo mismo —expresó Rafael.

      Eduardo entornó los ojos. Era el más joven, pero había demostrado su capacidad en la toma de buenas decisiones. Martín le tenía gran aprecio.

      —Ejecutar operaciones precipitadas o al azar no ha sido nunca nuestra estrategia. Recuerden que esto no es un juego. Veamos qué dicen los datos. Luego le daré la razón al que la tenga.

      —Es cierto —añadió Luis con voz fúnebre—, vamos a espe… ¡Señor! —exclamó interrumpiéndose—. Las acciones de FiberFish han comenzado a subir.

      —¿Otra vez? —preguntó Alejandro, sin separar su vista del punto en el que aparecían los hologramas que su nervo reproducía—. Ya van tres veces en esta semana.

      —¿FiberFish? Alguien que me ponga al tanto —exigió Martín.

      —Cierto —apresuró a explicar Rafael—, es una nueva empresa norteamericana que está en ascenso en el mercado de alimentos.

      —No creo que esté interesado en invertir con yanquis. Alejandro, aun así, quiero un estudio de ella… Eduardo, ¿cómo lo va llevando ProgFixed?

      —Sus acciones siguen en descenso —respondió el joven corredor.

      Nmael y su maestro continuaban de pie frente a la enorme forma negra (por momentos esférica, por momentos cúbica) que seguía mostrando aleatorios puntos blancos para indicar fallas de programación.

      —Tu visión acerca de los programas ha demostrado ser acertada. Puedo decirte que varios program-expert e incluso program-master envidian tus habilidades.

      —¿No deberían envidiarte a ti? —Una finísima sonrisa, casi imperceptible, se dibujó en el rostro del maestro.

      —En cierto modo, pero tus logros son solo tuyos. Yo simplemente te he proporcionado una guía.

      —¿Y usted? ¿Trabajará corrigiendo algún buffer?

      —No —suspiró el hombre—, yo seré el supervisor.

      —¿Supervisor…? Esas son palabras mayores, Omin. Aunque era de esperarse.

      —¿Sí? ¿Cómo de esperarse?

      —No me pregunte a mí. El program-master es usted —respondió el acólito en tono irónico, y luego, cuando su maestro puso cara de desconcierto, prosiguió con seriedad—. Entonces, ¿quién o qué está provocando estos nuevos desbordamientos?

      —Las propias personas están sobrescribiendo sus datos, algo que incluso el program-master Wilson no previó. No sabemos cómo ha sucedido, pero es evidente la violación de memorias. Ellos se están convirtiendo en sus propios verdugos…

      En la bolsa permanecía sin aclararse la situación. El equipo se enfrentaba a desafíos importantes. Solo había dos cosas en el mundo que Martín anhelaba más que el dinero: el amor y la libertad. Y de nuevo, no sabía por qué razón pensaba tanto en asuntos que antes no venían a su mente. Dinero, debía ganar dinero para conseguir todo lo demás. Ese era el pequeño secreto de la vida. Uno que había descubierto por sí mismo.

      —Señor, ya tengo el análisis de Gestav —informó Alejandro, y por un segundo se permitió desconectar de la Red su nervo.

      —Entonces…

      —Gestav es una compañía de experiencia —explicó el estadista en términos académicos—, afianzada en negocios armamentistas. Sus acciones fluctúan entre valores normales y valores astronómicos, con pocos picos descendentes; las gráficas lo indican. Además, por su condición de empresa armamentista cuenta con una estabilidad casi asegurada.

      —Bien, vendan todas las acciones de Gestav que hemos adquirido.

      —¿Está seguro? —preguntaron Luis y Rafael al unísono, aunque sin dejar de ejecutar los procesos previos a la venta. En el equipo nadie contradecía los designios de Martín. Él había demostrado ser un corredor excepcional.

      —Compren unas pocas acciones de FiberFish —prosiguió—, no se preocupen ahora por las gráficas. Esas serán para el fondo monetario. Vendan las de Trinstal, esa empresa está en quiebra. Compren todas las de ProgFixed.

      Martín se apresuró en tomar esa iniciativa. El tiempo era importante en la bolsa. Un segundo más, uno menos, significaba dinero ganado o perdido. Los demás quedaron perplejos, excepto Eduardo, que sonrió; su cara mostraba la satisfacción de alguien que se sabe seguro de haber acertado en secreto. Martín se permitió descansar. Su intuición en la bolsa estaba más allá de la comprensión de los otros, pero no tan alejada…,


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