El accidente. Adolfo Pascual Mendoza

El accidente - Adolfo Pascual Mendoza


Скачать книгу
para vosotros.

      —No te preocupes tío, hace ya tiempo que las cosas cambiaron.

      —¡Qué solos os dejamos, cuando más nos necesitabais!

      —No le des más vueltas tío. Cuando más os necesitamos es ahora, sobre todo Luís, y cada llamada vuestra es una fiesta, y vuestra visita no te puedes hacer una idea de lo que significa para nosotros.

      —¿Cómo os ha ido estos años? ¿Cómo habéis vivido? ¿De qué manera habéis conseguido salir adelante? ¿Cómo os ha tratado ese….?

      —Al principio no nos enteramos de muchas cosas, solo notábamos las necesidades y las privaciones a las que nos vimos abocados, pero siempre hubo alguna vecina que en silencio nos ayudó, y cuando sabía que estábamos solos, acudía con algo de comida, o con algo de ropa que se le había quedado pequeña a sus hijos mayores. En la vida, tío, hay gente muy buena. Un día próximo a reyes, nos llevó una bolsa con ropa, también un roscón de reyes, el primero que tuvimos ocasión de probar en años. Entre la ropa había un par de prendas a las que se le había olvidado quitarle las etiquetas de la tienda. No te puedes imaginar lo que aquello significó para nosotros, lo que la señora Lucía representó en aquellos años en nuestra vida.

      —¿Cómo fue la relación con tu padre en aquellos años?

      —A las penurias se incorporó el estado de miedo, el pánico a las palizas, el terror a las sinrazones. Cuando cumplí los dieciséis años, mi cuerpo se había desarrollado bastante. El trabajo en el supermercado me había hecho fuerte, y al menos la comida no faltaba. Entonces tuvimos el primer enfrentamiento de hombre a hombre. Marqué mi autoridad y, desde entonces, para mí, las cosas se tranquilizaron. Semanas después descubrí que, a cambio, era en Luís en quien se empleaba, y aquel día que le pillé pegándole como a un animal. Le falté al respeto por primera vez y le pegué. No es algo de lo que me sienta orgulloso, pero tampoco me arrepiento. A partir de entonces, se estableció un equilibrio en la casa. Nosotros llevábamos nuestra vida y el la suya. A veces desaparecía por temporadas, para un día reaparecer borracho, en los huesos y lleno de mugre. Nos limitábamos a ponerle un plato más de comida en la mesa y un cambio de ropa limpia en la silla de su habitación. Durante años aprendimos a convivir de esa manera. Hará unos cinco años, ya llevaba más de tres meses sin dar señales de vida. En alguna ocasión anterior, y siendo ya mayor de edad, cuando desaparecía iba al cuartelillo y hablaba con la Guardia Civil, pero desde el primer momento nos dijeron que, siendo una persona adulta y en sus cabales, no se podía hacer nada. Cada vez que nos veían aparecer de nuevo, eran ellos quienes nos informaban de sus andanzas y de sus estancias en diversos cuartelillos hasta que se le pasaba la borrachera. Pero en esas ocasiones, ya no era solo el alcohol. Habíamos estado ahorrando. Tanto a Luís como a mí, nos encanta el futbol y, por fin, poco antes del mundial, logramos comprarnos una televisión. Al llegar Luís a casa un día, lo encontró saliendo con la tele en brazos. En la puerta, otro tío más colgado que él lo esperaba con un coche viejo y medio desvencijado. Lleno de impotencia, Luís se abalanzó sobre él mientras me llamaba por teléfono. Llegué a tiempo para impedir que se la llevara, pero en esa ocasión ya sacó una navaja, una navaja tío, contra sus propios hijos, que trataban de impedir que el muy cabrón les robara. No tuvimos problemas, estaba muy colocado. Conseguimos echarlo de casa y llamamos a la Guardia Civil, denunciando el intento de robo. Solo pudieron anotar el número de la matrícula, ya que no tenían vehículo disponible en ese momento para seguirles. Era un coche de desguace, estaba dado de baja y no conseguimos más información. Desde entonces, no ha vuelto a casa, aunque seguía teniendo las llaves. Cuando tuve el accidente, Luís dejó el trabajo y se vino conmigo. Con mi sueldo solo cubrimos gastos, pero nos defendemos. Al salir del coma, le pedí a Luís que volviera a casa y cambiara la cerradura. Habían pasado varias semanas y él no había dado señales de vida. Decidí que ya no formaba parte de nuestras vidas. Comprenderás, tío, que ya más daño no puede hacernos, sean cuales sean los comentarios que haga de nosotros. En el pueblo todo el mundo nos conoce y nos respeta…

      —Has hecho muy bien, Jorge —le dije a mi hermano—. No tenemos de qué avergonzarnos. Hemos luchado por vivir, lo hemos conseguido dignamente y me siento muy orgulloso de nosotros.

      Nos fundimos en un abrazo pero enseguida noté que había algo más.

      —Veras, Luís, lo más impactante al terminarle de contar esto al tío fue mirarle. Nunca había sentido tanto dolor reflejado en un rostro. Su mandíbula apretada y desencajada, los dientes apretados y dos lagrimones que fluían desde sus ojos y recorrían su cara regordeta.

      Lo he abrazado y hemos llorado juntos un buen rato, mientras solo sabía pedirme perdón. Más de cien veces ha salido de sus labios la palabra perdón, y dime tú, Luís, de qué les tenemos que perdonar a ellos, si han sido tan víctimas como nosotros de la sinrazón.

      —Tranquilízate. Ha sido un día con la sensibilidad a flor de piel, pero en el fondo ha sido un gran día para nosotros.

      Me despedí de Jorge como cada noche y, al salir por el control, hablé con Charo, la enfermera que le atendía, y le dio un tranquilizante.

      Charo me esperó en la cafetería un buen rato. Volví a la habitación para asegurarme de que estaba durmiendo y, al verle plácidamente dormido, con una cara de serenidad desconocida para mí, pensé para mis adentros «sí, hoy ha sido un gran día para nosotros, hoy ha sido un día feliz».

      Конец ознакомительного фрагмента.

      Текст предоставлен ООО «ЛитРес».

      Прочитайте эту книгу целиком, купив полную легальную версию на ЛитРес.

      Безопасно оплатить книгу можно банковской картой Visa, MasterCard, Maestro, со счета мобильного телефона, с платежного терминала, в салоне МТС или Связной, через PayPal, WebMoney, Яндекс.Деньги, QIWI Кошелек, бонусными картами или другим удобным Вам способом.

/9j/4AAQSkZJRgABAgAAAQABAAD/2wBDAAgGBgcGBQgHBwcJCQgKDBQNDAsLDBkSEw8UHRofHh0a HBwgJC4nICIsIxwcKDcpLDAxNDQ0Hyc5PTgyPC4zNDL/2wBDAQkJCQwLDBgNDRgyIRwhMjIyMjIy MjIyMjIyMjIyMjIyMjIyMjIyMjIyMjIyMjIyMjIyMjIyMjIyMjIyMjIyMjL/wAARCBBrC7gDASIA AhEBAxEB/8QAHwAAAQUBAQEBAQEAAAAAAAAAAAECAwQFBgcICQoL/8QAtRAAAgEDAwIEAwUFBAQA AAF9AQIDAAQRBRIhMUEGE1FhByJxFDKBkaEII0KxwRVS0fAkM2JyggkKFhcYGRolJicoKSo0NTY3 ODk6Q0RFRkdISUpTVFVWV1hZWmNkZWZnaGlqc3R1dnd4eXqDhIWGh4iJipKTlJWWl5iZmqKjpKWm p6ipqrKztLW2t7i5usLDxMXGx8jJytLT1NXW19jZ2uHi4+Tl5ufo6erx8vP09fb3+Pn6/8QAHwEA AwEBAQEBAQEBAQAAAAAAAAECAwQFBgcICQoL/8QAtREAAgECBAQDBAcFBAQAAQJ3AAECAxEEBSEx BhJBUQdhcRMiMoEIFEKRobHBCSMzUvAVYnLRChYkNOEl8RcYGRomJygpKjU2Nzg5OkNERUZHSElK U1RVVldYWVpjZGVmZ2hpanN0dXZ3eHl6goOEhYaHiImKkpOUlZaXmJmaoqOkpaanqKmqsrO0tba3 uLm6wsPExcbHyMnK0tPU1dbX2Nna4uPk5ebn6Onq8vP09fb3+Pn6/9oADAMBAAIRAxEAPwD3+iii gAooooAKKKKACiiigAooooAKKKKACiiigAooooAKKKKACiiigAooooAKKKKACiiigAooooAKKKKA CiiigAooooAKKKKACiiigAooooAKKKKACiiigAooooAKKKKACiiigAooooAKKKKACiiigAooooAK KKKACiiigAooooAKKKKACiiigAooooAKKKKACiiigAooooAKKKKACiiigAooooAKKKKACiiigAoo ooAKKKKACiiigAooooAKKKKACiiigAooooAKKKKACiiigAooooAKKKKACiiigAooooAKKKKACiii gAooooAKKKKACiiigAooooAKKKKACiiigAooooAKKKKACiiigAooooAKKKKACiiigAooooAKKKKA CiiigAooooAKKKKACiiigAooooAKKKKACiiigAooooAKKKKACiiigAooooAKKKKACiiigAooooAK KKKACiiigAooooAKKKKACiiigAooooAKKKKACiiigAooooAKKKKACiiigAooooAKKKKACiiigAoo ooAKKKKACiiigAooooAKKKKACiiigAooooAKKKKACiiigAooooAKKKKACiiigAooooAKKKKACiii gAooooAKKKKACiiigAooooAKKKKACiiigAooooAKKKKACiiigAooooAKKKKACiiigAooooAKKKKA CiiigAooooAKKKKACiiigAooooAKKKKACiiigAooooAKKKKACiiigAooooAKKKKACiiigAooooAK KKKACiiigAooooAKKKKACiiigAooooAKKKKACiiigAooooAKKKKACiiigAooooAKKKKACiiigAoo ooAKKKKACiiigAooooAKKKKACiiigAooooAKKKKACiiigAooooAKKKKACiiigAooooAKKKKACiii gAooooAKKKKACiiigAooooAKKKKACiiigAooooAKKKKACiiigAooooAKKKKACiiigAooooAKKKKA CiiigAooooAKKKKACiiigAooooAKKKKACiiigAooooAKKKKACiiigAooooAKKKKACiiigAooooAK KKKACiiigAooooAKKKKACiiigAooooAKKKKACiiigAoooo
Скачать книгу