Cómo se hacen las grandes series. Neil Landau
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NEIL LANDAU
CÓMO SE HACEN LAS GRANDES SERIES
LA TELEVISIÓN “A LA CARTA”
EDICIONES RIALP
MADRID
Título original: TV Writing On Demand
© 2018 by Routledge, un sello de Taylor & Francis Group LLC.
© 2020 de la versión española realizada por ÁNGEL BLASCO
by EDICIONES RIALP, Manuel Uribe, 13-15, MADRID
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Realización ePub: produccioneditorial.com
ISBN (versión impresa): 978-84-321-5274-0
ISBN (versión digital): 978-84-321-5275-7
A mi madre, Evelyn
Índice
1. El espectador compulsivo. Las fronteras se hacen borrosas
2. El procedimental a fuego lento de temporada completa
4. Distopías, multiversos y realismo mágico
6. Foco directo sobre un rebelde
Introducción
DESPUÉS DE COMENZAR MI INVESTIGACIÓN para escribir el presente libro, tuvieron lugar dos hechos que no podía haber previsto: el crecimiento del “Trumpismo” y la caída del patriarcado de depredadores de Hollywood. Los efectos de la onda expansiva continúan extendiéndose a nivel nacional y global. Desde Silicon Valley hasta los movimientos antisexistas en Francia, las secuelas están afectando a todos los estratos de la cultura. Esta revolución está siendo televisada, transmitida en redes sociales y compartida; es un Black Mirror cultural con causas y consecuencias en la vida real que van desde inquietantes y trágicas hasta criminales y monstruosas. Aún tengo que esforzarme por comprender su gravedad.
No existe, como expresó el historiador del siglo XIX Martin Jay, “coartada estética” para el mal comportamiento. El arte realizado por los acusados se ha vuelto radioactivo[1]. Por mucho que queramos separar al hombre del arte, no podemos. Celebrar su trabajo da más poder a los abusadores poderosos. Existen investigaciones formales en curso y, en muchos casos, los logros profesionales y el trabajo de toda una vida quedan justificadamente borrados e irreparablemente dañados. En otros, el tiempo lo dirá. Si una agresión plantea un problema claro de lo que es correcto e incorrecto, para algunos las supuestas transgresiones caen en un área moralmente gris. No voy a mencionar nombres implicados, porque hacerlo sería darles propaganda. Yo, y mis editores, hemos hecho todo lo posible para ser sensibles, pero si hay nombres incluidos que, después de la publicación, resultan ser lamentablemente transgresores, les pido su comprensión.
El suelo es inestable debajo de nosotros. Nada, ningún lugar ni nadie está a salvo. Parece mentira que hasta 2017 tales problemas no hayan salido a la luz. Ahora todo lo que vemos se verá a través de un prisma diferente. Es de esperar que las implicaciones a largo plazo nos traigan mejores condiciones tanto delante como detrás de la cámara. Como ha dicho Ben Travers, crítico de televisión de IndieWire: «Mucha gente espera que esto sea algo más que un punto de inflexión, que el trabajo que se haya perdido no se eche en falta porque el nuevo que se gane sea mejor... Los que fueron silenciados y expulsados y no pudieron trabajar por culpa de estos depredadores podrán ahora avanzar y prosperar»[2].
GRANDES AUDIENCIAS CONTRA NICHOS DE AUDIENCIAS. EL GRAN “BUFFET” DEL “STREAMING”
La excelencia en la narración televisiva no ha cambiado tanto en los últimos 50 años. Todavía necesitamos personajes con los que identificarnos y empatizar. El cambio radical en el ecosistema televisivo —desde las grandes cadenas de emisión tradicionales y las compañías de cable, a los nuevos gigantes de transmisión digital (Netflix, Amazon, Hulu)— ha conducido a una mayor diversidad de programas y series y a la búsqueda de una mayor “autenticidad” de la que hemos visto hasta la fecha. Las cadenas y redes tradicionales también han entrado en el juego, con opciones de acceso a sus contenidos bajo demanda o “a la carta”. Los que estén dispuestos a pagar las correspondientes tarifas de suscripción mensual pueden acceder a más de 450 series, sin anuncios. Se abre la veda, con una competencia feroz entre los operadores, para producir el contenido más audaz y fresco y ganar la mayor cantidad posible de suscriptores. Además, ya no hay distinción entre emisión, cable y streaming [3]. Ahora todo recibe el nombre de “contenidos”.
Como sociedad, ha cambiado nuestra relación con el tiempo —sin duda la mercancía más valiosa—, modificándose considerablemente el modo de ver las cosas. Administramos y optimizamos nuestro tiempo adoptando tecnologías más eficientes, que nos permiten realizar tareas simultáneas y exprimir más de 24 horas de trabajo/consumo/juego cada día. ¿Cómo? Nuestros dispositivos nos ofrecen lo que queremos y cuando lo necesitamos: correo electrónico, mensajes de texto, calendarios y nuestras series de TV favoritas, disponibles las 24 horas del día, los 7 días de la semana. Eliminamos los anuncios, omitimos introducciones, ganamos dinero on-line sin tener que desplazarnos... lo que nos lleva a tener más de un día de vida del siglo XX en cada día del siglo XXI. Conforme la televisión continúa su evolución no hay retroceso, solo avance, y cada vez más rápido. Con el contenido de TV tan accesible, es más fácil volverse adicto, y más difícil desconectar de lo que viene después. No hay que mover ni un músculo para que el siguiente episodio comience de modo automático; estamos en una cultura donde consumimos más haciendo menos. El reciente éxito de Netflix, Stranger Things, nos proporcionó una experiencia maravillosa sin tener siquiera que salir de casa.
¿Estamos inmersos en una burbuja de contenido hinchada que va a explotar inevitablemente? Puedo prever cierto desgaste, pero el hecho de tener más opciones suele resultar atractivo para los navegantes de canales y aplicaciones, gente como tú o como yo. El ecosistema televisivo continúa su evolución, como el ecosistema del mundo real. Disney ha dado por terminado su acuerdo de distribución con Netflix, y los servicios de transmisión de Disney y ESPN se lanzan con acceso al contenido