Cinesiología. Ariel Joselovsky

Cinesiología - Ariel Joselovsky


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cuadrúpedo y semierecto hasta culminar en la posición erecta.

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      Figura 1. Evolución de la postura erecta.

      La gran diferencia que marca desde el inicio hasta el fin de esta evolución es llevar la cabeza lo más elevada posible; a partir de esto, el hombre se encontró con cambios determinantes que para su época fueron fundamentales y que posteriormente promovieron el desarrollo del ser humano actual.

      Lo primero que le permitió al hombre estar de pie fue elevarse sobre el terreno y proyectar una visión absolutamente panorámica sobre el horizonte, lo cual le permitía ver con una superioridad notable qué había más allá con el fin de poder conseguir su alimento, prever la cercanía de depredadores y buscar lugares más aptos para su mejor calidad de vida; pero también ocurrió algo muy particular, que fue que sus miembros superiores dejaron de actuar como apoyo y pasaron a ser dos herramientas de su cuerpo que le permitían trepar como otro modo de alcanzar lugares que mejoraban nuevamente su situación en el hábitat, ya sea para alcanzar frutos, escapar de los peligros que le generaban otras especies o aumentar aún más la visión de su territorio. Pero también las extremidades superiores se fueron convirtiendo lentamente en elementos corporales que tuvieron la capacidad de modificar la naturaleza circundante y comenzó ahí la capacidad de construir herramientas, hacer fuego, pintar, etc.

      Nos cuentan los antropólogos que podemos considerar que la estimulación que produjo la habilidad del uso de las manos dio como resultado el comienzo del desarrollo de la inteligencia.

      Por lo tanto, para un texto como éste que tiene como fin explicar los problemas posturales que acarrea el hombre moderno a partir de lo que denominamos guerras tónicas, de las cuales hablaremos más adelante, y que nos llevan a las patologías más habituales que derivan de las alteraciones posturales, es lógico buscar cuál es la estructura central que conforma el sostén del cuerpo.

      Según la tradición o costumbre académica se piensa que los huesos son los que sostienen el cuerpo, y que la columna vertebral es el punto principal, lo cual sería una visión basada en un reduccionismo extremo del verdadero sistema de sostén que otorga la actual postura al ser humano.

      Viviendo el siglo XXI y con todos los estudios que se han elaborado, no podemos quedarnos con una visión tan reduccionista que sería propia de textos para niños de colegios primarios y hasta pobre para jóvenes de colegios secundarios; lo que sí sería inaceptable es seguir descartando la realidad que se va a describir en este texto, como ya otros autores han documentado.

      Lo que aquí se pretende es mostrar una estructura dinámica, por supuesto conformada por los huesos que integran el esqueleto, pero nunca dejando fuera todos los elementos blandos que son esenciales en el sostén y la dinámica del cuerpo, y no pensar sólo en éste en una posición estática y única como si fuéramos estatuas, sino todo lo contrario, que es lo que caracteriza a nuestro maravilloso cuerpo, la función del movimiento, ya que siempre tenemos que adoptar una postura en cada instante, en cada segundo de nuestra vida que varía permanentemente a través de la producción del movimiento, que es lo que le permite al hombre lograr sus objetivos.

      Es imposible moverse sin tener un equilibrio dinámico, y ese equilibrio se basa en sostenerse al tiempo que nos movemos; aquí cabe la definición de que “nuestro equilibrio se basa en la recuperación permanente del equilibrio que se pierde”, y esto no es un juego de palabras ya que la acción de la gravedad terrestre nos acompaña desde que nacemos hasta que morimos, y acompañó la evolución postural durante tantos millones de años, por lo que los distintos sectores del cuerpo tuvieron que vencer esa fuerza que los atraía hacia abajo, y esa larga lucha terminó con el hombre erecto y la cabeza en lo más alto.

      Cuando me refiero a elementos blandos estamos hablando de músculos, ligamentos y fascias; pero como los modernos estudios indican, ya no podemos hablar de fascias por un lado y músculos por otro, sino que lo correcto es hablar de cadenas miofasciales, primordiales estructuras del sostén estático y dinámico de nuestro cuerpo.

      Por todo lo dicho hasta aquí es lógico comenzar por la cabeza.

      La osteopatía tiene su origen en dos grandes autores, Still y Sutherland, que han llevado sus trabajos por separado llegando a conclusiones similares aunque guardando lógicas diferencias correspondientes a la escuela de cada uno. Básicamente ambos nos dicen que el cráneo y sus disfunciones, a partir de los desplazamientos de la micromovilidad de sus huesos, provocan patologías a distancia. Sus conclusiones cobraron una vigencia ya casi centenaria en las patologías que se producen fundamentalmente en la postura, y desde ésta hacia otros órganos.

      Teniendo en cuenta que desde entonces infinidad de excelentes autores han escrito sobre el tema que interesa en este texto, que de ninguna manera pretende ser osteopático, con todo el respeto que me merece esa ciencia, hay que destacar un trabajo específico que estudió durante más de dos décadas a un numeroso grupo de pacientes. De acuerdo con la gravedad del problema cada intervención tuvo una duración de entre 60 y 100 minutos por sesión, y cada paciente necesitó, de acuerdo con su dolencia, varias sesiones. Hay que decir que las sesiones fueron individuales ya que para este método de trabajo no se concibe la idea de trabajar con más de un paciente a la vez dada la minuciosidad, concentración y dedicación que requiere la técnica. Nos enfrentamos a una experiencia con miles y miles de horas de trabajo, en la que nunca faltó el tiempo necesario para observar lo que se estaba haciendo.

      Como comenzamos hablando de la cabeza, el examen exploratorio se realiza a través de la palpación, y el tratamiento a través de la movilización y elongación de la viscoelasticidad de las 22 piezas craneales. Este trabajo se realiza siempre tomando como punto de partida el cráneo en su relación fundamentalmente con las estructuras de la columna hasta el sacro y sus relaciones miofasciales con todo el cuerpo, tal como lo veremos más adelante.

      A partir de aquí se puede extraer un patrón común hallado en todos los casos que me interesa describir en las próximas líneas no como una verdad absoluta sino como la experiencia de un trabajo empírico que repite las cifras antes descritas en cuanto a pacientes y horas de trabajo, lo que hace sospechar que hay un largo camino a seguir en la investigación de la repetición sistemática de las modificaciones de la configuración craneal que se encontró en este estudio.

      Mi experiencia personal, basada en más de 20 años de trabajo manual sobre el cuerpo de las personas, me ha dado una sensibilidad en mis manos en la cual confío plenamente para saber que la pericia me es suficiente para distinguir las modificaciones que se encuentran en determinados puntos del cráneo de las personas tratadas y que aún siguen en tratamiento. Vuelvo a insistir en que todo lo que se describirá a continuación con respecto al cráneo nunca deja de estar en relación con lo que ya se ha descrito en la osteopatía o las terapias craneosacras, de la relación de la caja craneal con la columna vertebral en toda su extensión y fundamentalmente con el hueso sacro, y las modificaciones que se producen en el sistema miofascial. Pero aunque existe una relación entre lo que se describe en esas técnicas, también hay una diferencia de enfoque, que es lo que tratará de destacar este texto que será la base de la técnica, y es que en el cuerpo humano se producen verdaderas guerras en las tensiones miofasciales que existen entre las cadenas miofasciales en sus dos tonos posibles, el neurológico y el mecánico, y la interacción entre ambos.

      Hechas ya todas las salvedades, nos adentramos en la problemática de la caja craneal.

      El periostio endocraneal se haya ultrafusionado con la duramadre craneal y en la disección anatómica forma una fuerte membrana de aproximadamente 0,5 cm de espesor, que tapiza toda la parte interna de la cabeza como han descrito muchos autores en multitud de obras. Estas membranas no solo tapizan en forma de revestimiento interno, sino que tienen función mecánica valiosísima para el sostén de la postura. Su mecánica se hace más compleja cuando sabemos que, desde ellas, la hoz del cerebro, la hoz del cerebelo, la tienda del cerebelo y el diafragma de la silla turca conforman un anclaje mecánico que tiene una fuerte inserción en el agujero magnum, y a la salida de éste la duramadre se extiende a lo largo de la columna vertebral hasta llegar a la zona sacrococcígea y formar el ligamento correspondiente,


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