Infierno - Divina comedia de Dante Alighieri. Alfonso López Quintás
que sabe quién es —nunca habría saludado a un desconocido— y que no es uno cualquiera para ella.
Mientras tanto, va creciendo el otro gran amor de Dante: la poesía.
Como hemos visto, desde pequeño a Dante le gusta leer y estudiar, y aprende rápido. Y, mientras él crece, en Florencia empieza a desarrollarse un lenguaje poético nuevo que el propio Dante definirá como «dolce stil novo».
¿Qué tiene de «nuevo» y de «dulce» este estilo? El modo en que los poetas hablan de la mujer. Obviamente, la mujer y el amor han sido siempre uno de los temas principales de la poesía. Pero para los poetas de este estilo nuevo la mujer es algo más. No es solo un objeto de deseo, como siempre había sido, sino que también es la fuente de donde viene la salvación del hombre. La belleza, la nobleza del alma, la «gentileza» —como se empieza a decir por aquel entonces— de la mujer son signo de una belleza más grande, de un amor más grande, son signo del amor de Dios. Dante entiende enseguida que este estilo poético se corresponde con lo que le ha sucedido con Beatriz y también él empieza a elogiar a su dama.
En realidad, Dante no escribe solo para ensalzar a Beatriz. Habla de muchos más temas. El caso es que en aquella época la poesía estaba en boga en Florencia. Por cada evento político, acontecimiento o fenómeno natural alguien compone una oda, una balada, un soneto. Uno escribe y otro le responde. Los versos son un poco como los tweets y los posts de hoy en día. A fuerza de dimes y diretes, también se crean amigos y enemigos entre los poetas, aficionados y defensores de uno u otro. Y Dante se crea su propia compañía de amigos.
Después de su segundo encuentro con Beatriz, tiene un sueño y lo cuenta en una poesía pidiendo que alguien le ayude a interpretarlo. El primero en responderle es Guido Cavalcanti, el más famoso de los poetas del dolce stil novo. Es el principio de una amistad que durará hasta la muerte de Guido. Después, se les añade Lapo Gianni, otro joven literato. Pasan mucho tiempo juntos, quedan para tomar algo, hablan de todo: de poesía, de política, de mujeres. Saben bromear, pero también afrontar con seriedad los desafíos de la vida.
En 1290, Dante se enfrenta a un drama decisivo para él: la muerte de Beatriz. Hacía un tiempo que él se había casado con Gemma y Beatriz con el banquero, obedeciendo a las costumbres de entonces. De todas formas, Dante no tenía el problema de llegar a casarse con Beatriz, de tenerla para sí; para él, su presencia, su mirada, su figura y su existencia eran ya como un anticipo del paraíso. ¿Y ahora qué?
Ahora, en primer lugar, se ve obligado a poner en orden las ideas, y lo hace como literato, escribiendo un libro, la Vida Nueva. Esta es una especie de autobiografía, donde recorre los episodios fundamentales de su vida tratando de darles un significando e insertando las poesías vinculadas a estos episodios. La idea que aúna todo es la del título, que quiere decir: desde el encuentro con Beatriz, empezó para mí una vida nueva, más feliz, más apasionada que la anterior.
Pero al escribir se da cuenta de que lo que está diciendo es demasiado poco, no consigue plasmar toda la grandeza de lo que ha vivido. Y, sobre todo, no consigue reflejar la desgarradora contradicción que la vida supone para todos: nacemos sintiéndonos destinados a la felicidad y, sin embargo, todo muere, todo parece traicionar esa promesa, también la mujer amada. Por eso, concluye la Vida Nueva con un solemne compromiso: no dirá nada más de ella hasta el día en que pueda hablar de forma más digna, más adecuada. Es la promesa de la que nacerá, años más tarde, la Divina comedia.
Mientras tanto, intenta encontrar consuelo. Posiblemente —pero no estamos seguros, ya que las fuentes son inciertas— lo hace lanzándose a los brazos de alguna mujer de carne y hueso. No sería nada insólito porque todos hemos intentado alguna vez olvidar el dolor por un amor acabado buscando otro. Pero, de haber sido así, le duró bien poco. Dante se dio cuenta enseguida de que ese no era el camino.
Entonces, se dirige a otra mujer, que no está hecha de carne y hueso, sino de ideas y libros, la filosofía. «[…] yo, que buscaba mi consuelo» escribe, «[…] juzgaba justamente que la filosofía […] era una cosa muy grande. Y me la imaginaba como una bella dama, y no podía imaginármela haciendo otra cosa que misericordia […] de tal forma, que en poco tiempo, unos treinta meses, comencé a experimentar su dulzura con tanta intensidad, que su amor ahuyentaba y destruía en mí cualquier otro pensamiento».3
Philosophia, en griego, quiere decir «amor a la sabiduría», deseo de saber, de conocer, de entender cómo está hecho el mundo. Es como si Dante dijera: «Si entiendo mejor cómo está hecho el mundo, a lo mejor consigo entender el sentido de lo que me ha sucedido». De esta manera, Dante también se enamora de la filosofía y encuentra consuelo estudiando en las escuelas franciscanas y dominicas de Florencia. Pero tardó poco en darse cuenta de que tampoco esto le bastaba.
Entre tanto, comienza a participar en la vida pública de la ciudad y, para entender lo que sucede de aquí en adelante, es necesario echar un vistazo a la situación política del momento.
En la Edad Media, las dos sumas autoridades en la Europa occidental eran el papa y el emperador. En teoría, estaba claro el papel de cada uno y las tareas eran distintas. El papa ejercía la autoridad espiritual, es decir, establecía lo que estaba bien y lo que estaba mal según la ley de Dios, juzgaba los pecados y las penitencias para ser perdonados, tenía autoridad sobre obispos, curas y monasterios. Por el contrario, el emperador detentaba el poder temporal, es decir, dirigía el ejército, defendía los confines del imperio de los enemigos exteriores y hacía respetar las leyes, ejercía el poder sobre reyes, señores y ciudades…
Sin embargo, en la práctica las cosas eran distintas. ¿Qué relación había entre las normas de la Iglesia y las leyes del Estado? Si un gobernante iba contra las leyes de la Iglesia, ¿no tenía el papa derecho a quitarle su poder? El papa, que era también jefe de un Estado, ¿no debía combatir como los demás soberanos? Dado que, a menudo, los obispos y los abades también eran señores de un territorio, ¿no tenía el emperador derecho a nombrarles? Y así sucesivamente. El resultado es que, muy a menudo, papas y emperadores se enfrentaban por afirmar su superioridad frente al otro.
En consecuencia, los europeos acabaron dividiéndose en dos grupos: los defensores del papa, llamados güelfos; y los partidarios del emperador, llamados gibelinos. En realidad, a menudo, a los güelfos y gibelinos no les interesaba mucho la suerte del papa y del emperador, sino que simplemente estaban con aquel del que esperaban recibir una ayuda mayor. Si una ciudad era güelfa, enseguida su rival se alineaba con los gibelinos; y también dentro de cada ciudad había un partido güelfo y uno gibelino, siempre preparados para entrar en peleas y pedir ayuda a uno u otro potente protector.
A finales del siglo XIII, en Florencia mandan los güelfos y en Arezzo, que está muy cerca, los gibelinos. El 11 de junio de 1289, en la llanura de Campaldino, las dos ciudades se enfrentan. Dante también está en el campo de batalla. Probablemente no es la primera vez que combate, pero ciertamente es su primera batalla importante.
El enfrentamiento termina con el triunfo de Florencia y Dante lo hace muy bien entre los « feditori a caballo», que eran los caballeros de primera línea que se encargan del primer choque contra los adversarios. Por eso, sus conciudadanos empiezan a tenerle una estima no solo como poeta, sino también como hombre valiente.
Después de combatir a los enemigos de la ciudad, Dante se implica también en asuntos internos. Sin embargo, para tener derecho a tomar parte en la vida pública es necesario estar inscrito a un arte; por eso, elige a la de los médicos y boticarios. ¿Y por qué precisamente esa? Los boticarios son los antecesores de los farmacéuticos modernos, se ocupaban de hierbas curativas, pomadas, pociones, venenos; según la mentalidad de la época, el conocimiento de las plantas medicinales era una de las ramas de la filosofía que Dante había estudiado. Así que, por eso, se unió a los boticarios para poder participar en la vida política.
Es inteligente, talentoso, apasionado y, a diferencia de muchos, le interesa más el bien de la ciudad que el suyo propio. De esta manera, va destacando cada vez más hasta que el 13 de junio de 1300 le eligen como uno de los priores.
Pero, como hemos dicho, los florentinos son muy peleones y, aunque han echado a los gibelinos,