Catarsis de la humanidad. Isabel Cortés Tabilo

Catarsis de la humanidad - Isabel Cortés Tabilo


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alegría en los árboles,

       pinto de magia casas heterogéneas.

       Poetizo anuncios publicitarios,

       juego en el cielo impregnado de nubes mágicas,

       encanto de la candidez de niña,

       cascabeles saltando de júbilo en mi corazón.

       Simplemente es la vida

       que excitada me atrapa,

       no poseo nada y lo tengo todo

       …una mañana de julio.

       Canela, tierra bendita

      La noria de un recuerdo de infancia

       refleja la cascada de la lluvia,

       canales verdes, bellas praderas,

       árboles frutales asombrosos en primavera.

       Quebrada vestida de flores azuladas,

       en un pañuelo de henos y quimeras,

       siembra fatigada al rayar la aurora,

       cosecha estrellada de merecidos frutos.

       El brasero, hoguera de invierno,

       acompañando a mis maravillosos abuelos,

       mientras disfrutaban el mate de antaño,

       con queso blanco y tortillas de rescoldo.

       Contemplo mi abuelita tejiendo

       un chal mágico de hierbas,

       quincho de madera, escalera al cielo,

       acunando margaritas y azucenas.

       Lilas, violetas, quiscos y tunas silvestres,

       flores preciosas perfumadas de Canela,

       linaje distinguido de mis antepasados,

       quienes me vieron nacer,

       meciendo el lápiz del tiempo.

       Murmullo de aves trinando en la ventana,

       pavos correteando gallinas lobas,

       ovejas desprendidas de nubes blancas,

       cabras jugando entre cerros empinados.

       Abejas dadivosas de panales amarillos,

       vacas overas colmadas de miel blanca,

       la abuela hilando las nubes del campo,

       …soñando una descendencia cristiana.

       El abuelo acarreando cebada al alba,

       cabalgando nobles caballos,

       trillando sueños, el fruto bendito del pan,

       arando aquella fabulosa tierra.

       De aromas mágicos, impregnados en el alma,

       de cada coterráneo oriundo de Canela,

       tierra bendita, vestida de encantos

       y noches sublimes de constelaciones misteriosas.

       Mamita, ¿no sé lo que me pasa?

      Si tú supieras, ¿cuánto te quiero?

       ¿cuánto añoro tu presencia?

       Si tu adivinaras las veces

       que pido a Dios por ti.

       Sentirás que te amo

       con todo mi corazón,

       pero, mamita, ¿no sé lo que me pasa?

       Mientras en casa tu amor espera…

       Te enfrento y te daño

       estallo de furia y no sé ¿por qué?

       ¡Me juzgas enfadada,

       frunciendo el ceño!

       Mi pavor grita

       culpándote de mis desgracias,

       y tú comienzas a llorar.

       Mamita, ¡no llores!

       ¡No llores, por favor!

       ¡No llores, por favor!

       no quise herirte,

       no fue mi intención

       ¡de verdad, lo siento!

       Es lo que quisiera decirte

       pero, el valor me falla.

       Tu clamor, mi alma calcina

       y se me enmudece el habla.

       Sin poder pedirte perdón

       por cada lágrima de amargura

       que envejeció tu corazón.

       Mamita, ¿no sé lo que me pasa?

       Pero… ¡No me quites el aliento

       de tu amor!

       Llovía milagrosamente en Calama

      Milagrosamente, llovía en mi norte,

       diáfanos como los ojos del río Loa,

       que baña de sol radiante cada mañana,

       entre pastizales perfumados de alfalfa.

       El cielo lloró un caudal de aguas cristalinas,

       mojando el aguayo del desierto dormido,

       y el cabello de choclos nortinos

       ondula feliz al alero de un pueblo encantado.

       Lluvia, pasión regada de invierno altiplánico,

       campanas jugando en el corazón de la gente,

       ¡el canto del río Loa! mojaba su ropaje nuevo

       fantaseando atolondradamente con agua bendita.

       Llovía orgasmos de nubes y cielo,

       cerros bañados de cristales benditos,

       volcanes traviesos amando la puna,

       ¡júbilo calameño que renueva la faz del desierto!

       Minero

      Yo no sé de ¿dónde viene? Pero lo que veo es un hombre

       que se pierde en las manos de la naturaleza,

       la sencillez parece un mito impregnado en él.

       Siente que la madre riqueza no vendrá nunca,

       aunque en sus sueños, parecen haber nacido con él,

       admiro su entrega, su tenacidad, el amor a la tierra.

       Yo no sé, ¿quién es? Pero veo en él un aire de tristeza,

       absorbido por un paño de esperanzas o tal vez quimeras,

       es tan solo su forma de ser, un minero nortino.

       Es una fuerza que se percibe cuando se interna en la mina,

       sin miedos, valiente, solitario, me confundo con él,

       quisiera ser minero, ser tu reflejo fiel.

       O, quizás, simplemente, sea mi imagen y no yo la suya

       porque cuando él sufre, siento zaherir mi alma,

       con lágrimas de vehemencia que envejecen su corazón.

       Y se vuelven sobrevivencias cansadas de sudor,

       inmerso, a veces, en un mar de ignorancia,

       y frustraciones que asoman como ferviente dolor.

       Obreros entregados a nuestras minas,

       valientes guerreros en los brazos del yacimiento,

       amadores de la patria, sus raíces, vividores de la vida.

       A


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