El violín valsante de Huis. Armadel. Joaquín Orellana
El violín valsante de Huis. Armadel
Fantochada para violín, orquesta de cuerdas, coro escondido, percusión, declamado, sonidos pregrabados, narración colateral y final parateatral
Colección Memoria Viva, volumen II
Joaquín Orellana
Guatemala, 2019
780.1 | |
0668 | Orellana Mejía, Joaquín, 1937 |
El violín valsante de Huis. Armadel : fantochada para violín, orquesta de cuerdas, coro escondido, percusión, declamado, sonidos pregrabados, narración colateral y final parateatreal / Joaquín Orellana. -- Guatemala, Universidad Rafael Landívar, Editorial Cara Parens, 2019. xii, 78 páginas , ilustraciones. - - (Colección Memoria Viva, volumen II) ISBN de la edición física: 978-9929-54-253-2 ISBN de la edición digital - PDF: 978-9929-54-254-9 ISBN de la edición digital - EPUB: 978-9929-54-314-0 1. Armadel, Huisiderio – Correspondencia, Memorias, etc. 2. Literatura guatemalteca 3. Música en el arte 4. Violinistas i. t. SCDD 21 |
El violín valsante de Huis. Armadel
Fantochada para violín, orquesta de cuerdas, coro escondido, percusión, declamado, sonidos pregrabados, narración colateral y final parateatral
Joaquín Orellana
Colección Memoria Viva, volumen II
Edición, 2019
Editorial Cara Parens de la Universidad Rafael Landívar
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Índice de contenido
Presentación Orellana y su violín transgresor: antagonismo y redención de un músico de aldea
Introducción (Como si fuera dedicatoria)
El violín valsante de Huis. Armadel -Informe-
Coloquio lunar
Cartas. Hojas de diario
Carta 1
A Carmen Beata. In Memoriam
Diario 1
Carta 2 A Moria Herra
Diario 2
Diario 3 Del fantasma de su voz en el viento
Carta 3 A Moria Herra
Carta 4 A Libertad
Carta 5 A Moabando
Carta 6
Diario 4
Diario 5
Diario 6
Carta 7 A Mora Herra
Recapitulación-declaración
Contracanto final: Una enconada y sorpresiva publicación de Goriggio Cardosanto
Apéndice El violín fantasma del Bar Granada
A manera de colofón «Sueño – Delirio – Visión» (pesadilla recurrente)
Presentación
Orellana y su violín transgresor: antagonismo y redención de un músico de aldea
La creación artística del maestro Joaquín Orellana es vasta, y transgresora de los límites impuestos entre las distintas ramas del arte. Músico, principalmente, escultor y artesano de útiles sonoros, narrador y poeta. Ávido conjugador de la musicalidad de las palabras, partero de los sonidos de la madera, del metal, de la caña o cualquier otro material preñado de «paisaje sonoro» guatemalteco.
Dentro de sus obras enmarcadas en la literatura, producto de una experiencia onírica o etílica, surge El violín valsante de Huis. Armadel. Fantochada para violín, orquesta de cuerdas, coro escondido, percusión, declamado, sonidos pregrabados, narración colateral y final parateatral. Obra con rasgos autobiográficos, escrita con lenguaje rebuscado y sarcástico, como en un afán de evidenciar la ignorancia de la pretenciosa «critiquilla poblana»; portadora además de una profunda crítica de la subjetividad «aldeana» y «criolla» de los/as guatemaltecos/as.
Subjetividad aldeana caracterizada por ser profundamente conservadora, por la aspiración de clase, por la aspiración a la blancura; por la comodidad frente a lo homogéneo y el rechazo por lo heterogéneo, el juicio, silenciamiento y negación de lo diferente, aunque la diferencia sea un rasgo genético de la sociedad guatemalteca; por el terror a las palabras frontales y la franqueza, y el gusto por la «doble cara» y el predominio de la apariencia; por la acogida de la «normalidad» y el repudio a lo «raro». Subjetividad que acepta y estimula la mediocridad y el automatismo, porque ambos son convenientes a un ethos señorial, cuya dominación se basa en la existencia de una mentalidad servil (Tischler, 2001) que sabe obedecer y complacer al denominado «patrón».
En el caso guatemalteco, es necesario remontarnos a la conformación de las relaciones sociales alrededor del predominio de la finca cafetalera –como forma de la sociedad y forma estatal del liberalismo oligárquico–, cuya forma de producción predominantemente servil, hizo necesaria no solamente la coerción violenta del despojo de tierras y el trabajo forzado de cantidades considerables de trabajadores rurales, sino su sujeción por medio de la conformación de cierta trama intersubjetiva basada en todo un universo ideológico racista y patrimonialista, dependiente de una lógica productiva servil, la que además se constituyó como parte de la identidad de la élite, un ethos señorial (1) (Tischler, 2001). Dicha subjetividad, necesitaba de un cierto tipo de disciplinamiento de los sectores subalternizados, el cual, fue construido –y sigue estando presente como «consciencia colectiva»– cotidianamente desde el poder. Una subalternidad definida por «la internalización de un universo jerárquico de valores donde la categoría de súbdito todavía tiene vigencia» (p. 64); así como por la reducción de las identidades al plano local y comunitario (ibid.).
La noción de lo «aldeano» no sería entonces en Orellana, una referencia displicente a lo local o popular de la aldea como organización geográfica-política, sino a lo cerrado de un entramado de relaciones sociales fuertemente marcado por relaciones de poder en donde la élite –de un «Estado-Nación»– se regocija e incentiva una mentalidad servil en los sectores subalternizados en donde no cabe la disidencia, la perspectiva crítica o la autonomía frente al poder, únicamente obediencia ante el ruido de la voz autoritaria. Ese «servilismo» se ha disuelto así en toda la sociedad, colándose en todos los ámbitos de la misma, haciéndose carne y sentido común de músicos autómatas.
Así, Huisderio Armadel plantea:
He recobrado la memoria; infortunadamente, estoy de nuevo en la