Pasto de su delirio y color del mundo: figuras de autor en la narrativa de Juan José Saer. Bruno Longoni

Pasto de su delirio y color del mundo: figuras de autor en la narrativa de Juan José Saer - Bruno Longoni


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      Portada

      Bruno Longoni

      Universidad Industrial de Santander

      Facultad de Ciencias Humanas

      Escuela de Idiomas

      Bucaramanga, 2019

      Página legal

      Pasto de su delirio y color del mundo:

      figuras de autor en la narrativa de Juan José Saer

      Bruno Longoni

      Profesor, Universidad Industrial de Santander

      © Universidad Industrial de Santander

      Reservados todos los derechos

      Fotografía: Juan José Saer en su casa de Colastiné, mecanografiando su novela “Responso”, 1963.

      Autor: Pablo Esteban Courtalon

      Archivo Histórico de la Universidad Nacional del Litoral

      ISBN: 978-958-8956-84-8

      Primera edición: septiembre de 2019

      Diseño, diagramación e impresión:

      División de Publicaciones UIS

      Carrera 27 calle 9, ciudad universitaria

      Tel: (7) 6344000, ext. 1602

      Bucaramanga, Colombia

      [email protected]

      Prohibida la reproducción parcial o total de esta obra, por cualquier medio, sin autorización escrita de la UIS.

      Impreso en Colombia

      Dedicatoria

      A Amapola, Dante y Vera,

      ineluctables vigías

      de mis horas procelosas

      Palabras preliminares

      Juan José Saer se ha propuesto construir un universo narrativo compacto donde los personajes desfilen libremente de un libro a otro, iluminados primero por el protagonismo y relegados a un segundo o tercer plano en obras subsiguientes. Un primer acercamiento a esa densa aunque microscópica comedia humana nos lo muestra colmado de una multiplicidad de personajes que encarnan, bien que en las más variadas formas, una figura de autor. No se trata del trillado tópico posmoderno de la autoficción, sino de un recurso que le permite a Saer desplegar, a partir de retratos apócrifos o desautorizados de sí mismo, una continua interrogación sobre la pulsión que late bajo toda escritura.

      Escudriñar esas figuras de autor es el cometido del presente libro.

      ***

      El primer apartado, “Fundación mítica de Santa Fe”, establece las posiciones teóricas de Juan José Saer en sus primeros ensayos, el esbozo de una ética rigurosa de la escritura que descarta o critica toda práctica literaria que no sea consecuente consigo misma. Desde luego, estos años están signados por aquello que Harold Bloom dio en llamar anxiety of influence, el temor a quedar eclipsado por una figura escrituraria tan contundente como la de Jorge Luis Borges en la escena narrativa argentina. La mítica figura del viejo grumete narrador de El entenado (1983) es leída en tanto mito fundacional de la prosa saeriana: una inteligente estrategia de afianzamiento territorial encarnado en el ideal de un escritor sin pasado ni tradición. Para tal fin, algunas premisas del borgicidio planteado por Sarlo (2016) se ponen en entredicho, se amplía la comparación entre Borges y Saer propuesta por Premat (2009) y se cuestiona la categoría de «novela histórica» introducida por Menton (1993), para concluir evocando el concepto de rito esbozado por Freud en Totem y tabú y su eventual aplicación en la prosa de Saer, signada por iteraciones obsesivas de impronta pulsional.

      El segundo apartado, “Un coup de dés jamais n’abolira le hasard”, está centrado en tres figuras autorales: Adelina Flores, la poeta del cuento “Sombras sobre un vidrio esmerilado”, a la luz de la vanguardia negativa o adorniana que Piglia (2016) propone para leer a Saer; Sergio Escalante, el ensayista y apostador compulsivo de Cicatrices (1969), y una breve mención al Tomatis de “La mayor” y La grande tomando en cuenta la lectura de Benjamin (1992) sobre algunos temas de la modernidad en Baudelaire.

      El tercer apartado, “Escritores orgánicos”, comenta seis figuras autorales: la primera incursión literaria del grumete de El entenado (1983), Walter Bueno de Lo imborrable (1992), Mario Brando de La grande (2005), el Matemático de Glosa (1986), el Rubén Darío de “Rubén en Santiago” (uno de los poemas de El arte de narrar) y, finalmente, el tape Waldo de La ocasión (1988). Todos ellos son leídos a la luz de tres libros centrales del canon saeriano (El concepto de ficción, La narración-objeto y El río sin orillas), pero también del incisivo estudio de Florencia Abbate (2014) sobre la novelística saeriana como exponente de la teoría estética y la dialéctica negativa de Theodor Adorno.

      El cuarto apartado, “La vanguardia litoraleña”, gira en torno de la tropilla de locos que se dan cita en las páginas de Las nubes (1997), junto a un breve retrato del gurú de la troupe saeriana, Washington Noriega, desarrollado en Glosa (1986) y La pesquisa (1994). Para tal fin se discute con Premat (2009) y su lectura en clave de Noriega como híbrido de Juan L. Ortiz y Macedonio Fernández.

      Por último, “Melancolía I: Tomatis y la troupe” traza un modesto retrato de Carlos Tomatis, héroe fetiche de Saer, y su grupo, desde su irrupción en los cuentos “Algo se aproxima” y “La mayor”, hasta las más de seis novelas en que participa. César Rey, otrora escritor devenido virulento detractor de la literatura en las páginas de La vuelta completa (1966), completa el cuadro saeriano de los escritores inorgánicos.

      En un gesto muy del gusto de Saer, las conclusiones retornan a su primera novela, Responso (1964), para ubicar allí la primera figura autoral diseñada en sus ficciones: un autorretrato de sí mismo en tanto autor santafesino de un libro de cuentos que modestamente autografía para la esposa del protagonista de la novela.

      Para facilitar la citación específica de las obras de Saer en un corpus tan extenso, se introduce el título de la obra en cuestión (novela, cuento, poesía o ensayo) junto al número de página correspondiente. Quien desee acceder a la fuente, podrá remitirse a la bibliografía para cotejar el año y la edición con la cual hemos trabajado en cada caso.

      ***

      Cumplido el décimo aniversario de su muerte, los últimos años han sido testigos de una verdadera oleada de estudios sobre la narrativa de Juan José Saer. Solo en el último año se han publicado tres libros de peso en el universo de la crítica literaria: el cuaderno póstumo de ensayos inéditos de Saer (2015), Las tres vanguardias: Saer, Puig y Walsh de Ricardo Piglia (2016), que transcribe y recopila sus extraordinarias clases dictadas para un seminario de la carrera de Letras en la Universidad de Buenos Aires, durante la década de los 90, y Zona Saer (2016) de Beatriz Sarlo, que se plantea como una suerte de summa de los principales tópicos que la crítica ha venido señalando en la obra de Saer: el borgicidio, la prosa poética, la situación política del país como telón de fondo, la troupe y, como no podía ser de otra manera, una localización más o menos minuciosa de la geografía litoraleña que dio pie a la creación de la Zona saeriana. El libro de Piglia se detiene en dos personajes comentados en el presente estudio: Adelina Flores, la poeta de “Sombras sobre un vidrio esmerilado” y el tape Waldo de La ocasión (1988) –el seminario exigía, puntualmente, la lectura de esa novela–. El libro de Sarlo, en cambio, propone una lectura de El entenado (1983), con la cual se discutirá, y traza un retrato sucinto de dos figuras recurrentes en Saer: Washington


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