Macrobiótica I. Loli Curto

Macrobiótica I - Loli Curto


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cualquier fenómeno existente, nos permite estudiar el origen, el desarrollo y la transformación de todas las cosas existen­tes en la naturaleza. La relación de estas dos fuerzas se hace di­fí­cil de estudiar y comprender en profundidad, así como lle­var­la a la práctica, por una razón muy sencilla: están en cons­tante cambio, las posibilidades de transformación son infinitas. Si lo aplicamos al campo de la salud, destacamos como campos que investigar para poder saber qué nos ocurre la actividad de la sangre, la energía de protección externa del cuerpo —que en Occidente llamamos «las defensas»—, la actividad fisiológica de los órganos y vísceras, las estructuras corpora­les y la «energía alimenticia» o Gu Qi, la cual se sintetiza en el bazo.

      Cada cambio patológico del cuerpo se puede compren­der y explicar de acuerdo con esta teoría. Estos conceptos del yin y el yang se interrelacionan de varias maneras, como un algoritmo, todas muy importantes; estas fuerzas se opo­nen continuamente la una a la otra puesto que actúan en los ex­tre­mos opuestos; existen con simultaneidad, no puede ha­llar­se una separada de la otra, sino que están fusionadas; tie­nen in­terdependencia, es decir, que para que una pueda crecer, aumentar, necesariamente la otra tiene que disminuir o de­cre­cer, y se utilizan mutuamente la una a la otra para alimen­tarse. Comprender esta múltiple relación entre ambas fuer­zas lleva su tiempo, pero, si lo hacemos, podremos entender cual­quier situación que nos suceda, aunque sé que requiere de mu­cha observación y estudio.

      Estos dos estados de energía y materia se consumen, existen y se sostienen mutuamente. Así, mientras uno sube, el otro baja; mientras uno penetra, el otro sale. Uno de los tratados más antiguos e importantes de la medicina tradicional china, base de la actual medicina, el Neijing, afirma que, aun­que la medicina sea muy compleja, se puede definir en dos palabras: yin y yang.

      Cuando estamos sanos, la relación entre el yin y el yang cambia constantemente: cuando estamos pasivos, descan­san­do, aumenta el yin; cuando nos activamos físicamente, tra­ba­jando o practicando algún deporte, lo hace el yang. Por el contrario, cuando estamos enfermos este control mutuo entre las dos energías deja de funcionar y provoca un desequilibrio. Ahí es donde actúa la dieta, compensando, resta­bleciendo y reforzando las dos fuerzas debilitadas por algún error que hemos cometido.

      En este tipo de medicina que exponemos aquí, los sínto­mas se diagnostican y definen en estos términos: «yang hi­peractivo que daña el yin», «yin hiperactivo que daña el yang», «exceso de yang por deficiencia de yin», «exceso de yin por deficiencia de yang» y otros síndromes intermedios y combinados.

      EQUILIBRIO DE EL YIN Y EL YANG

gráfico

      Yin significa y representa «expansión» en el dialecto man­darín, y yang, «contracción». Es decir, son los dos po­los opuestos de mayor influencia en el universo. La cos­mo­go­nía taoísta entiende que el universo respira —inspiración-con­trac­ción, expiración-expansión— al igual que los seres hu­ma­nos, que somos sus hijos. Por esta razón, también a la energía que circula por la galaxia se le llama «aliento cósmico». Se con­sidera yin a la noche, el frío, la oscuridad y lo femenino. En cambio, es yang el día, el calor, lo masculino y la luz. ¿Cómo podemos saber si estamos más en un lado o el otro para poder comprender nuestra condición a la hora de apli­car la alimentación?

      CARACTERÍSTICAS YIN O YANG

YIN YANG
Hipoactivo Inhibición Quietud Tez pálida Color amarillento Voz baja Interno Vacío Hiperactivo Excitación Agitación Tez rojiza Color brillante Voz alta Externo Lleno

      Este concepto es uno de los pilares más importantes en los que se apoyan la filosofía y la medicina oriental. Podemos decir que es la metodología de carácter práctico que se uti­liza para observar, estudiar y clasificar todos los fenómenos naturales, incluidos el ser humano y su interrelación y de­pen­dencia universal, tanto en positivo —para saber preservar y alimentar la vida— como en negativo —para comprender las alteraciones y la interrupción del fluir de la naturaleza como las enfermedades—. En Oriente se estudió desde la más re­mota antigüedad la forma en que el ying y el yang se ordenan y producen todos los cambios en la naturaleza. Se considera que todos los fenómenos naturales existentes en el universo están producidos por ellos, pero para pasar de uno a otro re­corren siempre cinco fases de transformación tanto de la ener­gía como de la materia, ya que una produce la otra.

      Estos cinco procesos del yin y el yang por los que pasa cualquier cosa existente son la clave para comprender y mo­dificar o regular las estructuras originales, ya sean de origen energético invisible o material visible. Esto se produce por­que siempre están fusionadas; sabemos que la energía crea la materia y una no puede existir sin la otra.

      Nuestros antepasados observaron incansablemente un ciclo de carácter creativo que se repite sin cesar en la natura­leza y que es la más precisa evidencia de esta clasificación or­questada por las leyes naturales para ordenarse a sí mismas e interactuar unas con otras de forma matemática en sincro­nía perfecta.

      Es una realidad muy precisa y a la vez un ejemplo prácti­co analizar el ciclo más importante de la energía yin y yang en su recorrido anual pasando milimétricamente por todos los pro­cesos de transformación. La energía nace con la prima­ve­ra, con la explosión de los primeros brotes, y su caracterís­ti­ca es subir. Así nace el elemento madera, que continúa su­biendo has­ta el límite. A partir de ese límite del ciclo, la energía cam­bia y empieza a expandirse en todas direcciones, y da paso al ve­rano o elemento fuego. En esa expansión lle­vada de nuevo al límite, se origina la primera fase del otoño, que se va contrayendo lentamente hacia el centro y así nace el oto­ño o ele­mento tierra. Tenemos dos niveles de contracción, como dos otoños; no es lo mismo a principios de septiembre que a finales de noviembre: al principio es suave la tempera­tu­ra y al final el otoño ya es extremo. La contracción máxima for­ma el elemento metal. Después de concentrarse la energía al máximo, empieza a dirigirse hacia adentro, al in­terior de la tie­rra, y produce un movimiento fluctuante de semiquietud paralizante. Esta es la característica del invier­no o elemento agua.

      Los cinco elementos, como ya he dicho, conforman un sistema metódico de clasificación y orden, de dinamismo y movimiento, de nacimiento y muerte de la energía, que va avan­zando y evolucionando en un recorrido de doce meses, pasando por todos los estados posibles y dejándolos atrás sin detenerse en ninguno hasta llegar al punto cero de nue­vo y reiniciar. Este ciclo sin fin es el que también rige nues­tro organismo en su totalidad. Además de representar a la dinámica de la energía, también lo hace a los cinco órganos básicos y las cinco vísceras que los complementan, el control mutuo que ejercen entre sí; las cinco estructuras corporales y la relación que guardan con los cinco sabores de los alimen­tos; los cinco colores; los cinco canales básicos de la energía y su actividad fisiológica. Es la correcta gestión de la energía «Jing esencial ancestral», antes de la concepción, y «Jing esencial adquirido», posterior al nacimiento a través de la dieta y la respiración constantes. El recorrido de la sangre también sigue la misma dinámica que la energía y, con esta ruta, la san­gre va proporcionando también la nutrición de los tejidos.

      Sería interminable explicar todo lo clasificable según esta dinámica energética de los cinco elementos. El proceso de de­sarrollo natural normal es de doce meses y cuatro estacio­nes más la estación intermedia denominada Dojo.

      Me gustaría destacar solo un aspecto que nos conviene conocer a los que pretendemos ser gestores de nosotros mismos en todos los ámbitos, pero concretamente en nuestra salud. Hay que tener en cuenta que la ingestión despropor­cio­nada de alguno de los sabores es la que empieza pro­duciendo una alteración en


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