Relectura de la guía de las escuelas. Fernando Vásquez Rodríguez
D. (2002). Formación de formadores. Estado de la práctica. Documento PREAL, 65. Programa de Promoción de la Reforma Educativa en América Latina y el Caribe (Preal). Recuperado de http://www.centralamerica.thedialogue.org/PublicationFiles/PREAL%2025-Spanish.pdf
Vásquez, F. (2007). Pensar de nuevo las doce virtudes del maestro lasallista. En Educar con Maestría (pp. 259-265). Bogotá: Universidad de La Salle.
Vonk, J. H. C. (1995). Teacher induction: an essential element at the start of teachers careers. Revista Española de Pedagogía, 200, 5-25.
Notas al pie
1Doctor y Magíster en Teología de la Pontificia Universidad Javeriana. Licenciado en Educación y Magíster en Docencia de la Universidad de La Salle. Especialista en Educación Sexual de la Fundación Universitaria Monserrate. Especialista en Desarrollo Humano y Social del Instituto Pío X, Madrid, España. Profesor e investigador de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad de La Salle y la Pontificia Universidad Javeriana. Autor de los libros La afectividad y el proyecto de vida (1996), El discernimiento y el proyecto de vida (2002), Educadores, ministros de la Iglesia (2005), Historias de maestros para maestros (2008), Formación ético-política (2012) y Educar para la libertad (2013). Miembro del equipo de investigación Formación Ciudadana, Ética y Política. Correo electrónico: [email protected]
2A manera de ejemplo, véase el artículo de Gabriela Messina “Investigación en o investigación acerca de la formación docente: un estado del arte en los noventa” (1999), que referencia más de setenta trabajos sobre el tema (disponible en http://www.rieoei.org/oeivirt/rie19a04.htm), y el libro de Denisse Vaillant, Formación de formadores: estado de la práctica (2002), cuyo capítulo 2 (“La formación de formadores: estado del arte”) referencia casi un centenar de trabajos del mundo hispano.
3El primer texto impreso de la Guía de las Escuelas, de 1720, termina nombrando, sin comentarios, las doce virtudes del buen maestro: gravedad, silencio, humildad, prudencia, sabiduría, paciencia, mesura, mansedumbre, celo, vigilancia, piedad y generosidad. Este conjunto se puede reagrupar en torno a tres ejes fundamentales, que, a nuestro modo de ver, siguen manteniendo vigencia: la interioridad, el dominio de sí y el compromiso educativo. Otro desarrollo de estas se encuentra en Las doce virtudes del buen maestro de San J. B. de La Salle explicadas por el Hermano Agatón (1898) y su actualización por A. Morales en el apartado “El estilo pedagógico lasallista: las doce virtudes de un buen maestro” (1990) y por F. Vásquez en el capítulo “Pensar de nuevo las doce virtudes del maestro lasallista” (2007).
4En varias teorías pedagógicas se afirma que el estudiante es el centro de la educación (y de la escuela). En diversas ocasiones, también se ha dicho lo mismo de la educación lasallista. Sin embargo, valdría la pena ahondar para validar tal afirmación al menos en el caso que nos ocupa. No hay duda de que La Salle creía en la importancia del alumno, pero también en la del maestro, razón por la cual hemos dicho con mucha frecuencia que la pedagogía lasallista tiene una bi-centralidad, no una uni-centralidad como la que tiene un círculo, sino como la de una elipse. Esto también nos permitiría comprender por qué para La Salle no es posible la educación si no hay un vínculo entre maestro y discípulo. Al respecto, véase Meza (2006).
LAS ESCUELAS CRISTIANAS DE JUAN BAUTISTA DE LA SALLE
en el contexto pedagógico del siglo XVII
PEDRO NEL ZAPATA CASTAÑEDA1
Al observar la historia de las escuelas cristianas, se evidencia una evolución más o menos lineal de los modelos pedagógicos. Así pues, la pedagogía jesuita, la didáctica de Comenio y la pedagogía de las escuelas cristianas del siglo XVII pueden considerarse las precursoras del modelo activista de finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX, el cual, contrario al modelo tradicional, se fundamentaría en el desarrollo natural del niño.
Los orígenes históricos del modelo tradicional, en el cual se inscribían las escuelas cristianas, resultan difíciles de fijar. Sin embargo, muchos de sus planteamientos pueden encontrarse en las experiencias del pedagogo alemán Wolfang Ratke2 y en los estudios teóricos del checo Comenio, quienes ya en pleno siglo XVII intentaban ofrecer una alternativa a la enseñanza practicada por los jesuitas, cuya esencia era recogida en la ordenación promulgada oficialmente en 1599 conocida con el nombre de Ratio atque institutio studiorum societatis lesu. Según Valladolid y Dávila, en su traducción de la Guía de las Escuelas de Juan Bautista de La Salle (1720/2012):
La Guía de las Escuelas es una de las obras pedagógicas que más ha influido en los siglos XVII y XVIII en la transformación de la escuela y de la pedagogía en su conjunto. Con el transcurso del tiempo esta obra se transformó en el modelo de la denominada escuela tradicional, a pesar de que, en su tiempo, fue toda una aportación innovadora a los métodos de enseñanza de las disciplinas básicas de la escuela primaria.(p. 19)
En este texto planteo la tesis de que la pedagogía de las escuelas cristianas, formulada hacia 1680, guardó estrecha relación con algunos de los principales planteamientos didácticos formulados por Comenio en su Didáctica Magna de 1630. Sumadas a la pedagogía jesuita, las dos mencionadas configuraron el denominado modelo pedagógico tradicional. En primer lugar, al igual que Juan Bautista de La Salle, Comenio planteaba la necesidad de que las escuelas fueran ampliamente extendidas. En sus palabras:
Y es de gran interés para toda la república no solo conservar esta sana costumbre [abrir escuelas], sino aumentarla de tal manera que en toda reunión bien ordenada de hombres [bien sea ciudad, pueblo o lugar] se abra una escuela como educatorio común de la juventud. (Comenio, 1630/1998, p. 67)
No obstante, Comenio, a diferencia de Juan Bautista de La Salle, planteaba una educación para los niños y niñas, quienes debían considerarse por igual:
(…) no solo deben admitirse en las escuelas de las ciudades, plazas, aldeas y villas a los hijos de los ricos, sino a todos por igual, nobles y plebeyos, ricos y pobres, niños y niñas. (...)
En primer lugar, porque todos los que han nacido hombres lo fueron con el mismo fin principal, a saber para que sean hombres; esto es, criaturas racionales, señores de las demás criaturas, imagen expresa de su Creador. Todos, por lo tanto, han de ser preparados de tal modo que, instruidos sabiamente en las letras, la virtud y la religión, puedan atravesar útilmente esta vida presente y estar dignamente dispuestos para la vida futura. El mismo Dios nos asegura siempre que ante Él no hay acepción de personas. (Comenio, 1630/1998, p. 22)
Por otra parte, al clasicismo y elitismo de la ordenación jesuita, Comenio oponía un sistema educativo de base popular que partía del principio de la exigencia de escolarización para todos los niños, sea cual fuera su sexo o clase social. Esta enseñanza estaría a cargo de los poderes públicos y debería llevarse a cabo en cuatro etapas: Infantia, pueritia, adolescentia, juventus, que correspondían a cuatro escuelas de seis años cada una; propuesta formulada por Comenio en la cuarta y última parte de su obra Gran teoría de la enseñanza, publicada en 1628 y traducida posteriormente al latín con el título de Didáctica Magna (1637).
La primera escuela, Schola materna, se desarrollaría en el seno materno; según el autor, allí la madre establecería los fundamentos de la enseñanza posterior. La segunda, la Schola vernacula, la escuela de la lengua materna o escuela municipal, se habría de establecer en todos los pueblos, incluidas las pequeñas aldeas. La tercera, escuela latina o Gymnasium, debería crearse en todas las ciudades. La cuarta, académica o Universitas, se implantaría en cada país o provincia de cierta importancia. Estas novedades que ofrecía el educador checo pueden resumirse así: las primeras etapas servirían para enseñar los fundamentos, mientras que las etapas superiores deberían orientarse a los detalles.
La referencia a los pedagogos Ratke y Comenio obedece al hecho de que las formulaciones utilizadas para definir la escuela