La mansión de Araucaíma y Cuadernos del palacio negro. Alvaro Mutis
LA MANSIÓN DE ARAUCAÍMA
Y CUADERNOS DEL PALACIO NEGRO
LA MANSIÓN DE ARAUCAÍMA
Y CUADERNOS DEL PALACIO NEGRO
ÁLVARO MUTIS
RM
Diseño cubierta
José Luis Lugo
Maquetación
Reverté-Aguilar
Dirección creativa
Víctor Poll
Ramón Reverté
Coordinación
Lea Tyrallová
Digitalización
Preprensa e Impresión
Liberdúplex
Editorial RM
RM
© 2020
RM Verlag, S.L.
Loreto 13-15, local B
08029, Barcelona
España
© 2020
Editorial RM, S.A. de C.V.
Córdoba 234, int.7, Colonia Roma Norte
06700, Ciudad de México
México
ISBN 978-84-17975-30-2 (papel)
ISBN: 978-84-17975-60-9 (ePub)
# 367
Impreso en España
DL B 7049-2020
Octubre 2020
Reservados todos los derechos / All rights reserved
© ÁLVARO MUTIS 1974, 1992
© Herederos de ÁLVARO MUTIS
Índice
Intermedio en el Atlántico sur
Pequeña historia de un gran negocio
Historia y ficción de un pequeño militar sarnoso: el general Bonaparte en Niza
El incidente de Maiquetía o «Isaac salvado de las jaulas»
«A celle qui danse...»
Estas páginas reúnen, gracias al interés y amistad de Helena Poniatowska, el testimonio parcial de una experiencia y la ficción nacida en largas horas de encierro y soledad. La ficción hizo posible que la experiencia no destruyera toda razón de vida. El testimonio ve la luz por quienes quedaron allá, por quienes vivieron conmigo la más asoladora miseria, por quienes me revelaron aspectos, ocultos para mí hasta entonces, de esa tan mancillada condición humana de la que cada día nos alejamos más torpemente.
I
Cuando las cosas van mal en la cárcel, cuando alguien o algo llega a romper la cerrada fila de los días y los baraja y revuelca en un desorden que viene de afuera, cuando esto sucede, hay ciertos síntomas infalibles, ciertas señales preliminares que anuncian la inminencia de los días malos. En la mañana, a la primera lista, un espeso sabor de trapo nos seca la boca y nos impide dar los buenos días a los compañeros de celda. Cada cual va a colocarse como puede, en espera del sargento que viene a firmar el parte. Después llega el rancho. Los rancheros no gritan su «¡Esos que agarran pan!», que los anuncia siempre, o su «esos que quieren atole», con el que rompen el poco