Escorado Infinito. Horacio Vázquez Fariña
en que más importante ahora era otro asunto y muy apropiadamente interrumpió la didáctica exposición.
-En estos momentos Nave es un inmenso ataúd, permítame que ordene a Nave... Ya me entiende.
Naturalmente que eso debía ser lo primero, el General no podía sentirse molesto por algo tan lógico. Ist ordenó a Nave -tras la absorción de los cadáveres y su posterior transformación en energía-, y como era tradición, la liberación de esta hacia el espacio en forma de luz. Lu azul. Se instaló entre ellos un respetuoso silencio. Eva en cambio regresaba a su forma plasma energía-masa-energía, pero en esta ocasión, más como material de mamposteria para Nave que como cualquier otra cosa que significase vida o tecnología mórphica. Salvo que existiese nueva voluntad de “recomponerla”. Visto lo ocurrido, cosa realmente inverosímil. De una vacuola de Nave partió la luminosa dispersión luctuosa.
-NAVE. Dos estados. Finalizado.
Un humilde rayito azulado se colaba por el casco exterior de Nave y surcaba ya los confines. La muerte en Ría era considerado como un acontecimiento demasiado inexplicable como para siquiera intentar razonarlo, y no se solía hablar casi nunca de ello. Por eso, dado que ningún rastro quedaba del fallecido, los recuerdos quedaban adscritos a la intimidad de los recuerdos de cada uno. Como buenos militares que eran, hicieron el saludo protocolario, cruzando ambos brazos y tocándose los hombros con las yemas de los dedos.
-NAVE. Nave Uno a 500 pársecs.
Coi pudo proseguir. Antes de remover la protección del interior, había que explicar algunas cosas. Lo que tenían ante sus narices era un pasaporte hacia el pasado; siempre al mismo pasado y en el mismo punto geografico. Eran coordenadas que siempre conducían a un mismo destino, que lo tuvieran bien claro. No debían preocuparse por ese aspecto, el tiempo se encargaría de añadirles al cuadro. Por tanto, si al llegar permanecían inmóviles en el mismo sitio, e inmediatamente otro viajante fuera agregado, no se fundirían con él, simplemente el primer cuerpo sería desplazado como si lo empujaran vigorosamente, pues dos no pueden ocupar una misma posición espacio-temporal. Así que a tener cuidado de no permanecer quietos. Inmediatamente se aconsejaba desplazarse de un salto felino a la dirección que tuviesen a bien. Punto dos: había dos máquinas del tiempo. Una en el pasado. La otra en su nave de circunstancias. Su nave Dos de circunstancias ocupada, claro. Y una cosa muy importante: Yert y él habían hecho un trato. Cada uno por su camino. Su colega, cómo no, pertenecía al otro bando. Por eso había permanecido en la otra nave a la espera del reencuentro con su ex colega, Dart. A pesar de todo, por muy raro que pudiera parecer, personalmente no le deseaba nada malo; era una historia muy larga de contar. Bueno, la maquinita... Pues no había podido recogerla antes porque para retirarla de su confinamiento de seguridad había que disponer de las huellas de dos generales. Ahí estaba la cosa. Yert, naturalmente no iba a colaborar voluntariamente como se podían imaginar. Y sus morphos no podían actuar contra él, y viceversa, por lógica, porque tal ocurrencia era absurda teniendo en cuenta las circunstancias. Dos menos dos igual a cero. Cero más nave en contra igual a perder. Además, estaba todo el personal presente allí... Provocaría una carnicería sin duda; y, sobre todo, ellos estaban allí. No, no era el momento “Qué bien” reflexionó en alta Ist: “¡Pues entonces vamos a la nave en el, puto, teletransportador, recuperamos la, puta, máquina, y vuelta a casita otra vez!”. Pues... “excelente idea” -manifestó Coi-. Ahora faltaba saber qué opinaría la sabionda, porque el muchachote parecía estar más de copiloto de pruebas que como consejero de grandes luces. “No sé si es excelente, pero, ¿hay más opciones?” –devolvió la eficiente Sarie. “Sarie no se equivoca nunca”, matizó el hermanito, que parecía estar cargado de razón inviolable. Vaya, ¿había tenido una idea fantástica? Ja... ¿Cómo? ¿Qué? ¡¿Qué ahora había que ponerla en práctica?! Vale, pues venga, ideas. “Sarie...” Papá esperaba. Que su hijita estaba pensando; era complicado. “Sarie...” A ver, que papá se impacientaba. En realidad papá quería que lo escupiese ya de una vez. “Quizás si...”. Atentos, que su hermana, que era la mejor, ya lo tenía. Ist no sabía si estaba viviendo una pesadilla familiar o una especie de increíble pesadilla familiar ¿Eh? ¿Afrodita le estaba examinando? ¿Y por qué Afrodita le estaba examinando, esta vez tan descaradamente que era imposible que significase algo de lo que ruborizarse? Claramente parecía estar haciéndolo con algún ¿preocupante? fin científico. Era como que lo estuviese evaluando como un animal de laboratorio a punto para un experimento. “Mmmmm... La diferencia... Un cuarto de estado. Suficiente”. Necesitaba... ¡Hecho! Papi firmó a ciegas. Todo lo que necesitara ¿No? Seguro que en la nave habría todo lo que necesitaba su hijita. Oooh, qué bonito. Ya tenían la solución. Y mira tú, en tan sólo unos míseros estados ¿Quedaría muy feo ponerse a dar cabezazos contra algo? Por no mencionar la posibilidad de buscar el modo de ser engullido por Nave e invernar ciego, sordo y mudo en el tranquilo plasma, hasta por lo menos que la cordura se pasease otra vez por aquellos corredores.
Capitulo 2
Ist ya se había habituado al viajecito de marras. Otra vez en la canasta, ya era aburrimiento. Muy a su pesar parecía haber adquirido un abono de por vida al teletransportador ¿Qué estaba haciendo? Menudo día horrible ¿No podían ser las cosas un poco más sencillas? Cargar el mini planetilla y olvidarse de todo... Una tonta jornada más, y punto. A pesar de todo, se trataba de un proceso aparentemente aséptico; no había notado nada, excepto oscuridad, alrededor de la barcaza. En un par de estados se hizo la luz. Ist advirtió que los estaban esperando. “Comandante Yert...”. Y hola tú, Coi, y etcétera. Saludados todos, al grano ¿Visita de cortesía? “Naturalmente” -exclamó Ist- Como habían pactado. “Seamos corteses entonces”, etcétera. Ellos dos, su hija Sarie y un Morphoide en posición descanso. Que por favor continuara teniendo los suyos en esa misma posición. Dos súper menos un súper, un súper a favor de Yert. Nada había que ocultar entre ambos. Al menos en asuntos “técnicos” como ese. Ambos sabían perfectamente que no tendrían la más mínima oportunidad de intentar nada porque si dos morphoides de generalato eran imbatibles frente a uno sólo, estaba clarísimo todo. Nave en este caso neutral, pues un general y otro general, igual a cero, si se juntaban como polos negativos. Pero por si acaso, Yert se lo recordaba igualmente. Era como tratar de esquivar la defensa de una nave riana reforzada. Dos siempre ganan contra uno. Yert se sentía pues harteramente seguro, así que, los morphoides en posición de descanso. Nadie en el puente parecía conceder demasiado interés a aquella conversación, la flema del personal que se sabe ganador sí o sí. Como fuera, Coi no vaciló en poner las cosas claras desde un principio. Necesitaba que le entregase la nave. “Pero ya, eh”. La frasecita de Ist apuntaló irónicamente las pretensiones de su ilustre acompañante. Vamos, que lo que ocurría, era que su nuevo amigo de muchos galones le tenía mucho aprecio. Y más: que habían sido muchos ciclos entre aquellas paredes, y el hombre se la tenía apalabrada a un primo o algo así. Mucha imaginación con guinda humorística, pero se lo pedía con mucha cortesía, “eh”. Dicho eso, uno que no reía la gracia se pasmaba con tanta inexplicable irreverencia. Vaya que... Para esa majadería... La desesperación, lo entendía. Y tanto lo entendía que finalmente lanzó una carcajada de fantasía, muy acorde con la nueva anotación en su base mental del nuevo chiste fácil registrado. A ver quién superaba al que no se andaba con rodeos que mandó a callar, que ahora mismo ordenaba que un morpho lo desmembrara; por bocazas más que otra cosa. Eso por supuesto no iba con Coi, ni con su hija, aunque por supuesto no hacía falta el comentario aclarativo; la cosa iba dirigida en exclusiva al osado tarado que lo estaba humillando malamente. Por su parte, lo que veía el agraciado del perdón dudoso era mucha confianza ¿Viejos amigos? En fin, siguiendo la estrategia Ist iba por el camino de desesperar al pícnico antipático. Dart era su Dios, eh... ¿O más bien su amo? Siempre había sido el lameculos de Dart, ¿a qué sí? Yert, visiblemente enojado, apuntó con el dedo al deslenguado y lo amenazó nuevamente.
-¡¡No tientes tu suerte!! Una orden mía y... y…
Y nada, dado que no le dio tiempo a terminar la frase, porque Ist volvió a la carga. “Patético, una orden mía, una orden mía…” ¡Bah! ¿Qué hacían allí con un segundón, con un don nadie? Yert retrocedió, aquello no tenía sentido ¿Se habían vuelto locos? Estaba claro que no habían venido a rendirse, ni siquiera a negociar ¿Qué estaban