Escuela preparatoria de Jalisco. Liliana Barraza Martínez

Escuela preparatoria de Jalisco - Liliana Barraza Martínez


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      Alzado sur del edificio, calle San Felipe.

      Como particularidades, tiene un alto pretil que remata el edificio, con orificios ovalados que parecen pequeñas columnas formando una balaustrada. Sus pilastras están coronadas por adornos esféricos esculpidos en el remate. En esta fachada destaca el prácticamente “invisible” tímpano —espacio de forma triangular en el frente de la edificación— localizado en su centro; en lo alto tiene un asta bandera que no se puede utilizar.

      Alzado norte, calle Reforma.

      La fachada norte, de la calle Reforma, es muy especial entre otras cosas porque muestra dos estilos casi totalmente diferentes, lo que rompe la armonía estética que manifiesta el resto del edificio. Es la de menor longitud de las tres, aunque es casi tan larga como la de San Felipe.

      En los tres niveles, su mitad suroriente es casi idéntica a la fachada norteña por sus ventanas, pilastras, textura y otros elementos. La otra mitad de la fachada limitaba el espacio de lo que fue hasta antes de 1908 la huerta y el patio para los servicios. A partir de este año se construyeron ahí aulas con ventanas que casi en nada corresponden al proyecto original del edificio; y otra diferencia está en que la textura de sus muros es lisa en todos los niveles.

      Actualmente se observan en la planta baja nueve ventanas. La quinta de ellas, en ambos sentidos, originalmente fue otro ingreso al edificio, por el que se entró de 1992 a 1926 a la escuela Anexa y a la Normal para Varones, y más recientemente, de 1934 a 1960, a la Escuela Secundaria para Varones, pero fue clausurada y cuando éstos desalojaron el edificio se convirtió en parte de la Preparatoria de Jalisco. Sólo quedó, como recuerdo de su presencia, un letrero en tinta negra con el nombre de su plantel.

      Ingreso a la “perrera”.

      El interior del edificio es una gran planta con una superficie de 4,249 metros cuadrados, cruzada por varios largos corredores que hacen frontera con alguna pared en uno de sus dos lados, y que sostienen otros pisos con columnas o pilares. A esto se le llama galerías. Con sus cruces, dieron origen a tres bellos claustros, que son espacios cubiertos en torno a un patio, separados de él por columnas o arcos.

      El inmueble cuenta con cuatro patios construidos en épocas diferentes, conforme fue realizándose la fábrica. Desde sus orígenes, tres de ellos tienen la función de comunicar a sus usuarios por medio de pasillos perimetrales para llegar a las diversas áreas; el cuarto tuvo la función recreativa y deportiva hasta que los jesuitas salieron del edificio.

      El más antiguo de los patios data del tiempo en que se concluyó el colegio fundado por los religiosos filipenses. Algunos suelen nombrarlo “patio plateresco”. Su origen es típicamente hispánico ya que este estilo se desarrolló durante el transcurso del siglo xvi, y se le podría definir simplemente como una mezcla de las arquitecturas gótica, mudéjar y renacentista. Técnicamente, se le reconoce más su carácter decorativo que por el estructural.

      Este patio es el más amplio de la escuela. Cada uno de sus cuatro lados tiene una extensión de 22 metros, está rodeado por corredores de cuatro metros de ancho y cuenta con ocho columnas de tipo toscano — se identifican por la simplicidad de su diseño— que sostienen siete arcos de medio punto.

      Pasillo del que fuera el claustro principal.

      Desde hace algunos años comúnmente se le identifica como el “patio cívico”. Otros cambios significativos quedaron en memorias y recuerdos más recientes: el de las lozas de su piso, el retiro de la vieja fuente y la prohibición de utilizarlo para jugar basquetbol y volibol, aunque contaba con los aros, la delimitación de las canchas y hoyos para colocar los postes de la red.

      La herencia árabe a través de su arcada.

      Con el paso del tiempo fue concluido el que en un principio fue conocido como “patio mudéjar”, al que hace años se le cambió el nombre por el de “patio de ingreso”. El primer nombre se debe a la influencia del estilo arquitectónico que se desarrolló en la península ibérica entre los siglos xii y xvi, caracterizado entre otras cosas por su técnica con marcadas connotaciones musulmanas.

      Pasillo que conduce a la dirección.

      Es de forma rectangular. Sus corredores orientados de sur a norte tienen una longitud de 21 metros y de ellos se desplazan ocho columnas en cada planta, todas ellas decoradas octagonalmente. Estas columnas soportan curiosos arcos de tipo conopial o flamígero, pues su forma apunta hacia arriba como si fuera una flama. El otro par de corredores, orientados de oriente a poniente, son más cortos, de sólo 10.60 metros, y dos arcos tienen las mismas características que los anteriores. Las columnas sostienen las bóvedas planas del claustro de la parte sureste del edificio.

      Las transformaciones más recientes se hicieron en 2008. Al querer cambiar el piso y poner en su lugar un jardín, por ignorancia respecto a las edificaciones antiguas, se calculó mal su peso y se hundió; para aligerarlo sólo se le construyeron seis jardineras de formas caprichosas y una fuente decorada con azulejos, muy a tono con los colores del claustro, lo que les da una vista muy peculiar que evoca a la España musulmana.

      En la parte nororiente se encuentra el llamado “patio romántico” por su estilo arquitectónico, pero al que desde hace algunos años se le identifica como el “segundo patio”. Es de forma casi cuadrada —mide 11.20 por 10.50 metros cuadrados— y tiene un par de hileras de cinco columnas en dirección oriente-poniente y otras dos de norte a sur. Están sostenidas en el piso por un elemento cuadrado que se denomina plinto, sobre el cual se encuentran una base octagonal y un cuerpo cilíndrico o fuste rematado en un capitel también de ocho lados. Estas columnas sostienen a su vez tres arcos de medio punto en un lado y cuatro en el otro.

      Su belleza radica en la sencillez de sus columnas y arcos.

      Como en el caso anterior, se pretendió convertirlo en jardín, con los mismos resultados. Por ello se decidió tapar las jardineras con material no muy ecológico, pero se le dejó la fuente.

      El patito feo de los patios es este último espacio abierto, al que recientemente se le dio el nombre de patio de usos múltiples. Esto, que parece sarcasmo, tiene como fundamento su humilde pasado: originalmente fue la huerta que abastecía a los filipenses, quienes vivieron entre sus paredes.

      Sus funciones aumentaron de acuerdo con las necesidades de sus moradores e instalaciones: baños en todo el sentido de la palabra, bodegas, caballerizas, zona de juegos… Esto y más hasta la segunda mitad del siglo pasado, cuando se hizo la integración de criterios compositivos conforme al funcionalismo arquitectónico. A raíz de esto resaltó lo que ya se conocía bien: la discordancia del patio con respecto al conjunto del edificio.

      A pesar de los recientes agregados, el edificio no está demeritado.

      Y cómo no iba a ser de esta manera si, por ejemplo, siempre ha carecido de pasillos perimetrales y sólo se podía acceder por el baño de alumnos del lado poniente, acceso recientemente clausurado, y por dos pasillos. Pero el único que aún funciona como tal es el del extremo sur, ya que el del norte fue clausurado en 2012 para instalar un elevador de servicios.

      A últimas fechas se ha utilizado este patio como espacio recreativo y para actividades deportivas.

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