El Tesoro de David: la revelación Escritural a la luz de los Salmos. Eliseo Vila
FULLER [1608-1661]
“Confort in Calamitie”, 1654
¿Qué puede hacer el justo? Las épocas en las que impera el pecado han sido siempre, para los santos, tiempos de mucha oración: esto fue lo que movió a Esdras a confesar el pecado de su pueblo y llorar delante de Jehová por las abominaciones cometidas.71 Y Jeremías dice a los impenitentes de su época: “Mas si no oís esto, en secreto llorará mi alma a causa de vuestra soberbia; y llorando amargamente se desharán mis ojos en lágrimas, porque el rebaño de Jehová fue hecho cautivo”.72 De hecho, a veces el pecado alcanza tales niveles que en realidad esto es todo lo que los justos pueden hacer: irse a una esquina y llorar por las abominaciones y contaminaciones de su época. “Si fueren destruidos los fundamentos, ¿qué puede hacer el justo?” Tristemente, nuestros ojos han contemplado días semejantes de confusión nacional, en los que han sido destruidos todos los fundamentos de gobierno y nos hemos visto abocados a una conflagración militar.73 Cuando es así con un pueblo: “¿Qué puede hacer el justo?”. Sí, esto es lo que pueden hacer: “ayunar y orar”. Cuando la liberación de un pueblo se halla más allá de lo que puedan lograr las disposiciones y el poder humano, queda un Dios en los cielos a quien acudir, como sugiere el versículo siguiente: “Jehová está en su santo templo; Jehová tiene en el cielo su trono; sus ojos ven, sus párpados escudriñan a los hijos de los hombres”. Según yo lo concibo, para infundir ánimo en una situación desesperada de caos terrenal e incentivar a elevar oraciones suplicando ayuda, el salmista presenta a Dios sentado en el cielo, y al cielo como un templo. Y, ciertamente, este ha sido, por encima de cualquier otra cosa, el motor instrumental que ha permitido a esta pobre nación restaurar los fundamentos de su gobierno legítimo del que tan peligrosamente se había apartado
WILLIAM GURNALL [1617-1679]
“Christian in complete armour, or, a treatise of the saints war against the Devil”, 1655
Vers. 4. Jehová está en su santo templo; Jehová tiene en el cielo su trono; sus ojos ven, sus párpados examinan a los hijos de los hombres. [Jehová está en su santo templo; Jehová tiene en el cielo su trono; sus ojos ven, sus párpados escudriñan a los hijos de los hombres. RVR] [El Señor está en su santo templo, el trono del Señor está en los cielos; sus ojos contemplan, sus párpados examinan a los hijos de los hombres LBLA] [YHVH está en su santo templo, YHVH tiene en los cielos su trono. Sus ojos observan, sus párpados examinan a los hijos del hombre. BTX] [El Señor está en su santo templo, en los cielos tiene el Señor su trono, y atentamente observa al ser humano; con sus propios ojos lo examina. NVI] [El Señor está en su santo Templo, el Señor tiene su trono en el cielo. Sus ojos están observando, su mirada sondea a los humanos. BLP] [Pero el Señor está en su santo templo; el Señor aún gobierna desde el cielo. Observa de cerca a cada uno y examina a cada persona sobre la tierra. NTV]
Jehová está en su santo templo; Jehová tiene en el cielo su trono;74 sus ojos ven, sus párpados escudriñan a los hijos de los hombres. Así declara David la fuente majestuosa de su valor inquebrantable. Toma prestada su luz directamente del cielo, del gran orbe central de la deidad. El Dios del creyente nunca se aleja de él; no es Dios fuerte únicamente en el refugio de las montañas, lo es también en los valles y en las llanuras peligrosas de la batalla.
Jehová está en su santo templo. Los cielos permanecen encima de nuestras cabezas en todas las regiones de la tierra, igual que el Señor siempre está cerca de nosotros en todo estado y condición: razón muy poderosa para que no prestemos oído a las viles sugerencias de desconfianza. En el templo de arriba, hay Uno que aporta su preciosa sangre y la alega en favor nuestro, y sentado en el trono hay Uno que nunca está sordo a la intercesión de su Hijo. ¿Por qué, pues, hemos de temer? ¿Qué tramas puede idear el hombre que Jesús no pueda descubrir? Satanás, sin lugar a dudas, nos reclama y quiere hacerse con nosotros para zarandearnos como el trigo,75 pero Jesús está en el templo orando por nosotros, ¿cómo puede, entonces, fallarnos fe? ¿Qué podrán tramar los malvados que Jehová no contemple? Y siendo que está en su santo templo deleitándose con el sacrificio de su Hijo, ¿no desbaratará toda artimaña contra nosotros y nos enviará una liberación segura?
Jehová tiene en el cielo su trono. Y desde allí reina de forma universal con absoluta supremacía. Nada se puede hacer en el cielo, ni en la tierra, o en el infierno, que no esté ordenado y supervisado por él. Es el gran Emperador del mundo. ¿Por qué, entonces, deberíamos huir? Confiar en este Rey de reyes, ¿no nos basta? ¿No puede él librarnos sin que tengamos que recurrir a una cobarde retirada? Sí, bendito sea nuestro Señor y Dios, al que podemos saludar como Jehová-nissi76; en su nombre enarbolamos nuestras banderas, y, en vez de huir, lanzamos de nuevo nuestro grito de guerra.
Sus ojos ven. El Vigía eterno nunca duerme, sus párpados no saben lo que es el sueño.
Sus párpados escudriñan a los hijos de los hombres. Inspecciona de cerca sus acciones, palabras y pensamientos. Cuando los hombres examinan un objeto detalladamente cierran casi los párpados para excluir de su campo de visión a todos los demás objetos; así también el Señor examina a todos los hombres concienzudamente mirándolos de la cabeza a los pies; y contempla a cada uno en particular, como si no hubiera otra criatura en todo el universo. Nos ve siempre, nunca aparta la mirada de nosotros; nos ve íntegramente, revisa los recovecos del alma en un abrir y cerrar de ojos. ¿No es esto base suficiente de confianza, y respuesta sobrada a cualquier ataque de desaliento? Mi problema no es quedar ocultó a él; me tiene bien medido, conoce mis límites, y estoy seguro que mientras siga confiando en él no permitirá que perezca. ¿Por qué motivo, entonces, debo batir las alas cual ave tímida, y huir de los peligros que me acosan?
C. H. SPURGEON
Sus ojos ven, sus párpados escudriñan a los hijos de los hombres. El entendimiento infinito de Dios conoce exactamente los pecados de los hombres; los considera y los tiene en cuenta. No se limita a mirarlos, los analiza a fondo, los prueba: “sus ojos ven, sus párpados escudriñan a los hijos de los hombres”;77 una metáfora descriptiva, tomada del comportamiento humano, pues solemos contraer los párpados cuando examinamos una algo al detalle: la mirada de Dios no es una mirada superficial, es una mirada a fondo, intensa y escudriñadora.
STEPHEN CHARNOCK [1628-1680]
“The Existence and Attributes of God”, 1682
Sus ojos ven, sus párpados escudriñan a los hijos de los hombres. Dios no escudriña como lo hace el hombre, indagando en lo que antes se le ocultaba; su búsqueda es una mera contemplación, le basta con mirar; pues su mirada penetra hasta lo más hondo del corazón, examina los riñones;78 toda mirada de Dios es escudriñadora: “no hay cosa creada que esté oculta de su vista; antes bien todas las cosas están desnudas y descubiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta”;79 su mirada es αποσυντίθενται,80 es decir, descompone, disecciona y anatomiza todo cuanto contempla. De inmediato tiene una visión exacta de las cosas, incluso de las más ocultas, de todos entresijos del alma, como si hubieran sido expuestos y diseccionados desde un principio delante de él.
RICHARD ALLEINE [1611-1681]
“Godly-Fear, or, The Nature and Necessity of Fear, and its Usefulness”, 1674
Sus ojos ven, sus párpados escudriñan a los hijos de los hombres. Tengamos en cuenta que Dios no solo ve cuanto hacemos, sino que lo ve exhaustivamente, lo examinar y escudriña. No se limita a observarnos con mirada indiferente, sino que nos inspecciona con mirada escrutadora; sus ojos permanecen constantemente atentos y vigilantes analizando las razones, motivos, y extremos de todas nuestras acciones. “El trono del Señor está en los cielos; sus ojos contemplan, sus párpados examinan a los hijos de los hombres”. En la descripción de Cristo que nos hace el Apocalipsis,81 se dice que sus ojos son como llama de fuego; y sabemos que una de las propiedades del fuego es escudriñar y poner a prueba las cosas que a él son sometidas, separando la escoria del metal puro; así, también, los ojos de