XII Simposio Bíblico Teológico Sudamericano. Carlos Olivares
no por el contenido de este poema, ni siquiera por el vínculo que nos unía como familia, sino por el cambio profundo que representa en la historia personal de esta mujer. El ministerio desinteresado de ADRA, con un enfoque en la restauración de la persona toda (holístico), fue el instrumento en las manos de Dios para recrear en la vida de Yurtayeva una nueva criatura.
Durante el régimen comunista, Yurtayeva había sido separada de su marido y de sus hijos. Soportó abuso constante, violencia física, marginalización, hambre y enfermedad. Su miseria parecía prolongarse sin propósito y su vida se había convertido en una cadena interminable de desgracias sin dirección ni salida. Pero el comunismo, que parecía eterno, cayó un día para no levantarse más y Yurtayeva encontró al fin del túnel la presencia transformadora del evangelio. Las buenas nuevas no fueron simplemente una historia con un final feliz, sino que una invitación a abandonar la vida antigua y entrar bajo el tutelaje del Espíritu Santo para vivir una vida de obediencia por fe. Yurtayeva encontró el amor que nunca había conocido.
Dios es un Dios viviente. Yurtayeva descubrió, en las manos del Cristo macerado, nueva fuerza para hacer lo impensable: perdonar a sus torturadores. De esta manera, esta mujer aceptó la invitación al discipulado y se unió a todos aquellos que esperan el regreso de Jesucristo.
Como el arcoíris que señala de manera visible la promesa divina, Yurtayeva tomó la antorcha y a través de su historia personal encendió una nueva luz. Este es el poder del mensaje restaurador de Jesús, que alcanza cada dimensión de la realidad humana: salud, relaciones interpersonales, dirección a través de la Biblia, propósito en la vida, capacidad de perdonar e identidad en Cristo, que le da valor moral al que antes era una víctima, al que antes estaba alienado, además de adopción en la familia de Dios, y una invitación para participar como agente de cambio y colaborar en la misión de Dios. Esto es lo que significa participar en un ministerio holístico, esto es lo que significa ser “un hacedor de la palabra”.
La Biblia moldea y proyecta tal visión. Dios capacita para su misión a aquellos que unen sus energías con las energías divinas.
Pablo: teólogo, siervo y misionero
El apóstol Pablo enseñó teología y practicó el servicio misionero. Su metodología era simple: acercarse lo más posible a aquellos que deseaba alcanzar, de manera que pudiese “ganar tantos como le fuera posible” (1 Co 9,19). En sus propias palabras, expresó: “... a todos me he hecho de todo, para que de todos modos salve a algunos” (1 Co 9,22).
Esta era la estrategia de Pablo (su pedagogía teológica), quien, a través de la predicación de la palabra viviente y la acción en favor de Dios, combinó el hacer con el proclamar. Pablo aprende, se comunica, desarrolla su pensamiento teológico en el contexto de extender la misión. Teología y misión se alimentan la una de la otra.
Corroborando esta premisa, N. T. Wright escribe:
La teología paulina es ampliamente aceptada como una teología misional; es decir, es una teología al servicio de su vocación como un misionero, específicamente, como el ‘apóstol para los gentiles’. Esto no era un pasatiempo, como si fuera un misionero parte del tiempo y un escritor de epístolas profundamente teológicas el resto del tiempo. Su mandato misionero le dio forma al resto de su vida, incluyendo sus escritos. Al mismo tiempo, la mayoría de los eruditos paulinos concuerdan que su teología es hermenéutica; es decir, él piensa y escribe (y, podríamos añadir, ora) en constante diálogo con las Escrituras de Israel, extrayendo de ellas, involucrándose con ellas, seleccionando y acomodando citas y alusiones de ellas para extender y ampliar sus propósitos teológicos, y por tanto también, sus propósitos misioneros. De esto modo —en vista de que para Pablo estos dos aspectos de su trabajo se pertenecen el uno al otro— podríamos decir que la misión de Pablo era hermenéutica y su hermenéutica era misional.3
El apóstol Pablo encarna en su propia experiencia revelación y conocimiento de Dios, en la teoría y en la práctica; acción y palabra simultáneas. La teología de Pablo, la pedagogía y la práctica del evangelio holístico de Dios dan fruto mientras él viva como imitador de Cristo. Él dijo: “Seguid mi ejemplo, tal como yo que sigo el ejemplo de Cristo” (1 Co 11,1). Él toma el ejemplo de Cristo y de su revelación en el Antiguo Testamento y lo aplica a su propia vida apostólica: la vida de siervo, discípulo, teólogo y misionero. Pablo aprende, entiende y comunica la teología siguiendo el ejemplo del Dios encarnado en Cristo.
El ejemplo de Pablo es el del Cristo encarnado
Pablo, en comunicación con la iglesia de Roma, exhorta a los creyentes a ofrecer sus “cuerpos como sacrificios vivos, santos y agradables a Dios” (Rom 12,1).
En el Dios encarnado, los pobres, los enfermos, los ciegos, los cojos, los endemoniados, los huérfanos, las mujeres y las viudas, los oprimidos por Satanás y por las fuerzas y estructuras malignas, encuentran sanidad, descanso, libertad y salvación. Tal como en el pasado, el Cristo viviente continúa restaurando, salvando, sanando, perdonando y liberando a todos los esclavos del pecado y a los oprimidos por los poderes de Satanás. El suyo era un ministerio de curación y restauración.
A continuación, consideraremos ciertas dimensiones del ministerio de Jesús que constituyen la base del modelo holístico que Pablo establece.
El ministerio holístico de Jesús4
En su vida, Jesús nos permitió “ver” y entender el significado del evangelio. Él es el mejor intérprete de las buenas nuevas. De manera que, cuando leemos y releemos la palabra de Dios que comunica la poderosa historia de Jesús, nuestros conceptos, nuestras palabras y nuestra actividad misionera reciben nuevo significado.5 Esta es la misión a través de la palabra y de la acción. Este testimonio bíblico no es posible sin una vida que también busque encarnar la palabra y la acción divina, una vida dispuesta al servicio sacrificial y a dar la vida por seguir al maestro.
“Un gran profeta ha aparecido entre nosotros, Dios ha venido para ayudar a su pueblo” (Lc 7,16). Esta es la manera en que los contemporáneos de Jesús interpretaban sus acciones. No solo era él un gran profeta, sino que, en Jesús, los judíos reconocieron que el “brazo de Jehová” se había acercado para socorrerlos, y tal revelación los llenaba de admiración y agradecimiento.
Jesús era un profeta benevolente y compasivo, que había venido a proclamar libertad a los cautivos y a anunciar que el reino de Dios estaba cerca (Mc 1,14-15; y Lc 4,18-19).6 El dedicó la mayor parte de su tiempo y energía entre los necesitados y los parias sociales. Su corazón constantemente se sentía movido a la acción en favor de los que padecían miseria y por el sufrimiento de los pobres, destituidos y alienados. Sus actos de compasión y misericordia eran parte integral de las buenas nuevas del reino que había venido a proclamar, enseñar, anunciar y a establecer.7 Vivía lo que predicaba y predicaba lo que vivía. Su mensaje y su ministerio profético y los muchos milagros y señales que acompañaron su ministerio atestiguaron de su amor sin barreras.
Las mujeres, los enfermos y los pobres
Entre los oprimidos e indigentes estaban las mujeres y hacia ellas Jesús demostró una consideración especial. No solo las buscó para que también recibieran las buenas nuevas, sino que les extendió el toque curativo y su poder salvífico. Las mujeres fueron el objeto constante de su compasión y sus actos misericordiosos. Siempre trató a las mujeres con dignidad y amor porque ellas eran a menudo las más maltratadas y relegadas de la sociedad. Jesús cruzó las barreras culturales, incluso la segregación de género, y también fue en contra de las fuertes tradiciones religiosas de su época para poder sanar, salvar e incluir a las mujeres como discípulas en su reino. Su amor no tenía límites ni motivos egoístas.
Según los Evangelios, el ministerio de curación de Jesús hacia los enfermos, que aliviaba su sufrimiento y los liberaba de sus enfermedades, indica que ninguno de los que acudieron a él buscando su ayuda se fue sin recibir una bendición. Fue de él que fluyó una corriente de poder sanador que regeneraba tanto el cuerpo como el espíritu y la mente de los seres humanos.8
El apóstol Pablo escribió: “Aunque él [Jesús] era rico, por causa de nosotros se hizo pobre, para que