Oficio de lecturas. Francisco Rodríguez Pastoriza
transformación de un movimiento de liberación idealista en una dictadura totalitaria. 1984 describe la vida en el interior de ese sistema». Pero el más importante objetivo de sus críticas literarias se sitúa en la reivindicación de los derechos de la mujer: lo extraordinario de las mujeres escritoras del siglo XIX –dice– no es que fueran tan pocas, es que hubiera alguna. Entre las ventajas que el movimiento feminista ha aportado a la literatura, Atwood destaca la aparición de una mirada crítica hacia la forma en que se ejerce el poder en las relaciones entre ambos sexos y una consideración diferente de los patrones sociales de esas relaciones. Su defensa del feminismo se justifica, en la literatura y en la vida, para que un personaje femenino pueda rebelarse contra las convenciones sociales sin tener, como Anna Karenina, que arrojarse a las vías del tren.
3 Originalmente publicado el 5 de julio del 2008.
II
CONSIDERACIONES SOBRE LA CULTURA
El concepto de cultura se parece a aquella definición de tiempo que daba San Agustín cuando decía que sabía lo que era pero que no lo podía definir cuando se lo preguntaban. Sobre el término y sus significados se han escrito verdaderos tratados sin que nunca se haya llegado a alcanzar un acuerdo definitivo sobre lo que pueda ser realmente. Lo que sí se puede afirmar es que, a pesar de lo que pudiera parecer, la cultura no ha sido un antídoto eficaz contra los excesos de violencia de las sociedades contemporáneas. En su obra Pasión intacta, George Steiner llega a afirmar que ni la gran literatura, ni la música ni el arte han podido impedir la barbarie total. Incluso han llegado a ser el ornamento de esa barbarie porque a menudo han proporcionado un decorado, una “floritura”, un hermoso marco para el horror. Traemos aquí algunas reflexiones sobre la cultura y algunos de los libros que se han publicado sobre el tema para hacer al menos una aproximación que nos proporcione una manera de entenderla mejor.
CULTURA: EL NUEVO APOCALIPSIS4
En los años sesenta del siglo XX hizo fortuna el título de un libro que dio a conocer internacionalmente al semiólogo Umberto Eco. Apocalípticos e integrados en la cultura de masas (Ed. Lumen) recogía la polémica entre quienes defendían la importancia de la cultura de masas en la sociedad contemporánea y quienes la calificaban de seudocultura, afirmando que sus valores comerciales y de consumo no permitían integrarla en lo que tradicionalmente venía considerándose como cultura. La polémica no era nueva. Se trata de una constante que se viene planteando desde hace siglos en la historia de la cultura, una controversia similar a la que entre los siglos XVI y XVIII protagonizó la querella entre los Antiguos y los Modernos, la que en los años 30 del siglo XX trajo a España Ortega y Gasset con La rebelión de las masas (Espasa), reflejo asimismo de las propuestas de los filósofos de la Escuela de Frankfurt.
La publicación hace unos meses de La civilización del espectáculo (Alfaguara), el primer ensayo de Mario Vargas Llosa tras recibir el Nobel de Literatura, ha venido a renovar la polémica sobre el enfrentamiento entre las diferentes culturas presentes en nuestras sociedades.
ANTIGUOS Y MODERNOS
La querella entre los Antiguos y los Modernos fue la primera polémica registrada, primero en Italia y luego con más fuerza en Francia, entre los partidarios de la cultura antigua y los prosélitos de la modernidad, acusados por los Antiguos de promover la ruptura con el Renacimiento. En el ensayo de Marc Fumaroli Las abejas y las arañas. La querella de los Antiguos y los Modernos (Acantilado), se rescata la antigua teoría de Jonathan Swift recogida de Esopo, según la cual los Modernos se comparan con las orgullosas arañas, que extraen de su propio cuerpo y de sus excrementos el hilo con el que fabrican sus telas geométricas, trampas mortales en las que cae cautiva la víctima, mientras que los Antiguos deben su producción, como las abejas (que extraen su miel y su cera de las flores), a algo preexistente, con lo que obtienen sustancias esenciales para el gozo y la sabiduría humanas. Los Antiguos (Boileau, Racine) defendían el vigor de los genios de Grecia y Roma y criticaban la corrupción moral y política de los Modernos. Para ellos ni las obras de arte modernas ni la filosofía y la literatura alcanzaban la calidad y significación de las de la Antigüedad. Para los Modernos (Desmarets, Perrault, Fontenelle) cualquier poeta de la era cristiana era mejor que los antiguos, por estar iluminado por el Dios verdadero, ya que los de la Antigüedad estaban inspirados por falsos dioses. La alabanza del tiempo presente obligaba a los Modernos a menospreciar el tiempo pasado, mientras los Antiguos ya advertían en la cultura del siglo XVIII lo que quedaría como clásico y «lo que se desvanecerá con la moda y la efímera euforia del espectáculo».
LAS NUEVAS ARAÑAS Y ABEJAS
El libro de Vargas Llosa es una crítica feroz a la cultura actualmente dominante, una cultura basada en la banalización que, según el autor, se ha impuesto ya a nivel planetario al concepto tradicional de cultura que desde la antigüedad venían manejando las sociedades avanzadas. Frente a la cultura que trasciende el tiempo y permanece vigente durante siglos, la nueva cultura sería una cultura basada en la producción industrial masiva y en el éxito comercial instantáneo. Para los nuevos apocalípticos, los fenómenos culturales que protagonizan la vida contemporánea y las industrias del ocio y el entretenimiento llevan a conclusiones verdaderamente inquietantes en relación con la supervivencia de la alta cultura en nuestras sociedades y su sustitución por una cultura light, de consumo rápido, que busca el enriquecimiento fácil e instantáneo de sus promotores y cuyos objetivos residen únicamente en la diversión y el entretenimiento, una cultura que el sociólogo y periodista francés Frédéric Martel denomina mainstream (corriente dominante).
En su ensayo Cultura mainstream. Cómo nacen los fenómenos de masas (Taurus), Fréderic Martel aplica este término a la cultura destinada a las grandes audiencias, que puede tener una connotación positiva si se entiende en el sentido de «cultura para todos», o negativa si se considera comercial y uniforme. Esta distinción es el campo de batalla en el que en la actualidad sitúan su pensamiento autores que se podrían considerar “integrados” (en la terminología de Eco), como Alessandro Baricco o Gilles Lipovetsky, frente a otros, “apocalípticos”, como Marc Fumaroli y el propio Vargas Llosa. Fredéric Martel no se plantea el choque entre culturas ni la deriva de la alta cultura hacia los nichos en los que se refugia la selecta minoría que continúa cultivándola. Martel da por hecho que en la sociedad contemporánea la cultura mainstream es ya la única que tiene presencia en todo el mundo y ha sustituido definitivamente a la alta cultura. Para él ya se ha terminado la época en la que Borges, Cortázar, Octavio Paz o García Márquez eran los embajadores culturales de América Latina en todo el mundo. Ahora, Jennifer López, Juanes, Ricky Martin y las telenovelas han tomado el relevo utilizando estrategias comunes basadas en una fuerte inversión publicitaria. El marketing es ahora el corazón de la cultura mainstream y la crítica ya no cuenta. La difusión de un producto depende ahora más de jóvenes de 16 años con monopatines que de los críticos, porque la cultura mainstream prefiere informaciones antes que juicios. La desaparición de la crítica y su sustitución por la publicidad habría sido un fenómeno decisivo para masificar esta cultura de la frivolidad. Las opiniones se han sustituido por frases autopromocionales elaboradas por las editoriales y las productoras. Harold Bloom ha sido sustituido por Oprah Winfrey. No se trata solo de un cambio en los contenidos: es un cambio de paradigma.
Frédéric Martel ha viajado por todo el mundo para documentar la expansión de la nueva cultura. En la India, la industria del cine de Bollywood mezcla todos los géneros para llegar a una amplia masa de espectadores. En Japón, las industrias del manga y los videojuegos se han convertido en la avanzadilla de una gigantesca cultura del entretenimiento globalizado. Las telenovelas brasileñas y venezolanas no solo se han expandido por los países del Magreb y la Europa central (donde ha desaparecido la cultura rusa, antes omnipresente) sino que han servido de modelo para los “drama” coreanos y los “culebrones del Ramadán” de los países árabes.
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