Ante el silencio y la oscuridad. Carmen Orellana
llegada a la capital fue nombrada profesora especial de la Escuela de Artes y Oficios de Madrid para impartir elementos de Historia del Arte y ese mismo año fue nombrada profesora numeraria de la sección de Letras y Prácticas de Enseñanza de la Normal Central, en la que permaneció hasta su muerte en 1932.
La verdadera vocación de Carmen de Burgos fue la de escritora. Se incorporó al magisterio, como muchas mujeres de aquella época, por una salida profesional digna, la única que le garantizaba su independencia y le proporcionaría una pequeña renta económica que le permitiera escribir. Y escribió mucho: encargos periodísticos, traducciones, cuentos. También pronunció conferencias, lo que le facilitaba poder aumentar los precarios ingresos como profesora. Como amiga de Blasco Ibáñez, fue una estrecha colaboradora de la editorial Sempere, que él dirigía. Realizó numerosos trabajos de traducción: obras de autores como Max Nordau, Ruskin, Renán, Tolstói, Anatole France, Nerval o Salgari.
En el periodismo fue precursora: la primera redactora de un periódico y la primera mujer corresponsal de guerra. En Madrid comenzó colaborando en diversos periódicos. Escribió artículos para La Correspondencia de España, El Globo, El País, etc., hasta que en 1904 es contratada como redactora del periódico El Diario Universal, donde tenía una columna diaria en la primera página, titulada «Lecturas para la mujer». En esas fechas adoptó el que sería su seudónimo: Colombine. En abril de 1904 forma parte como periodista de la delegación que acompaña al rey Alfonso XIII en su viaje a Almería. Visita la Escuela de Artes, el hospicio y la cárcel y a su regreso a Madrid publica dos artículos sobre su estancia. En 1906 trabaja en El Heraldo. Como corresponsal de este periódico estuvo en 1909 en Melilla, cubriendo la guerra al norte de Marruecos, y también informó sobre la Primera Guerra Mundial.
Vitalmente feminista, fomentó el debate y la opinión en temas comprometidos para la época como el divorcio o el voto de la mujer. En 1904 realizó en su columna diaria de El Diario Universal una encuesta sobre el tema del divorcio. Entre enero y junio recogió las opiniones de intelectuales, políticos y personajes destacados de la época sobre este tema. Participaron personajes de la talla de Emilia Pardo Bazán, Miguel de Unamuno, Pío Baroja o Antonio Maura. En el plebiscito, como lo llama la propia Carmen, se recogieron hasta 2.000 opiniones, en su mayoría favorables al divorcio. En 1907, desde las columnas de El Heraldo, realiza otra encuesta sobre el voto femenino. Fue un debate público, antesala de la reforma legal que se aplicó en la Segunda República. Su actitud vital fue consecuente con sus escritos. Participó en innumerables actos y en 1921 salió a la calle para exigir el voto femenino a las puertas del Congreso. También se implicó en otras causas como sus campañas en pro de los sefardíes, su apoyo a la abolición de la pena de muerte o su defensa de la infancia, en clara actitud pedagógica sobre la mejora de las condiciones higiénicas y de salud.2
A Carmen de Burgos se la reconoce como una de las mujeres que impulsó la masonería en España. Fue Venerable Maestra de una de las logias madrileñas, llamada Amor.3 He buscado esta información sobre Carmen de Burgos porque en su día el abuelo la nombró, haciendo referencia a la importancia de la lucha por la igualdad de muchas mujeres de su época. Ese era el ambiente que rodeaba también a la abuela. Ignoro la relación que tuvo con ella, pero es evidente que se conocían.
La abuela en Madrid durante el verano de 1911. Tenía 39 años
1 https://revistas.ucm.es 〉 index.php 〉 RCED 〉 article 〉 viewFile de RM Sebastián-1998 (p.v.8-01-2020), pág. 184.
2 http://www.dipalme.org/Servicios/IEA/edba.nsf/xlecturabiografias.xsp?ref=69 (p.v. 07-01-2020).
3 https://www.educacionyfp.gob.es 〉 cida 〉 guias-de-lectura 〉 escritoras 〉 b... (p.v.07-01-2020).
Defunción de
Don Jacobo Orellana Espejo
«En 1912 murió mi padre ¡Qué sensación de soledad!... Mi madre había fallecido dos años antes. Yo no les había podido dedicar apenas tiempo; solo mis cartas, que les llenaban de alegría. Mi hermana cuidaba de ellos. Era tal mi actividad en el colegio y en los proyectos pedagógicos que no disponía de vacaciones. Don Blas Zambrano, padre de María Zambrano, escribió una necrológica, que conservé hasta hace poco tiempo».
Necrológica de don Blas Zambrano, padre de la filósofa María Zambrano, a la muerte de don Jacobo Orellana Espejo, publicada en El Porvenir Segoviano el 12 de septiembre de 1912
«El 31 de Agosto pasado falleció en Alameda, provincia de Málaga, un hombre meritísimo, D. Jacobo Orellana Espejo.
Era D. Jacobo uno de aquellos viejos (ha muerto a los ochenta años de edad) que elevaron a gran altura el prestigio de la clase, hoy tan mal traída por unos y por otros; porque hay que reconocer que aparte de la representación del maestro famélico, infeliz por los cuatro costados, en muchos pueblos y ciudades y hasta en provincias enteras el maestro era, por méritos propios más o menos acentuados, altamente considerado y a veces respetado como nadie.
Literato de la buena y castiza estirpe, y no hay que decir que hombre cultísimo, era también D. Jacobo Orellana, por feliz y no muy frecuente consorcio, hombre bueno, funcionario probo y trabajador, espíritu recto, corazón sencillo, carácter afabilísimo y cortés.
Benévolo con la juventud y desprovisto en absoluto de soberbia alentada con su palabra, al par que fortalecía con su ejemplo, a los que comenzábamos a andar por el áspero camino, que unas veces asciende a la cumbre del éxito y otras, por ramales que se llaman necesidad, impotencia, mala suerte… bordea entre matorrales las alturas y conduce al llano.
¡Cuarenta y cuatro años en la escuela, un maestro como D. Jacobo Orellana!... ¿Puede calcularse, sospecharse siquiera, los beneficios que ese hombre ha deparado con su esfuerzo a los pueblos que sirvió? Écija, Antequera y Granada han tenido sucesivamente esa fortuna.
En la última de estas ciudades, en la Granada cuya ausencia nos hace comprender a los que hemos vivido en ella toda la amargura inconsolable del llanto de Boabdil, en la Granada que hace esclavo de su amor a quien la vive, conocí yo a D. Jacobo. Y en verdad que al recuerdo melancólico de Granada he unido siempre el de aquel viejo ilustre y venerable, que fue para mí tan bueno, porque era bueno.
Él descansará en la paz que merece, y en sus hijos, en sus amigos y en sus discípulos vivirá de continuo su recuerdo, también pacífico, con la suave y honda tristeza de esos atardeceres de los días espléndidos, más tristes porque recuerdan las alegrías de la cercana y ya extinta aurora.
Para los maestros jóvenes, unos engreídos, otros displicentes, modestos y cultos los demás, la memoria de los gloriosos veteranos, como don Jacobo Orellana y Espejo debe ser freno para los unos, para los otros estímulo y para todos, un bello ejemplo insuperable.
Segovia 8 septiembre 1912. B. J. Z.».
Esta necrológica la he transcrito siguiendo la ortografía del original que se utilizaba en la época. La localicé en el blog del sacerdote don José Antonio Espejo Zamora.
«Mi padre me transmitió el sentido del deber, la responsabilidad, la ética y la honestidad. Era un hombre que amaba profundamente su profesión. Sus alumnos lo recordaban con respeto y cariño. Fue como un inmenso roble que sujetaba la estructura familiar y a cuya sombra todos descansábamos. Yo sabía que mi vida tenía que seguir, recordando la herencia recibida y marcando nuevos destinos en mi camino, pero la sensación de soledad que deja la muerte de los padres se apodera de nosotros y nos acompaña toda la vida».
Guerra de
Marruecos (1922)