La última sonrisa en Sunder City (versión española). Luke Arnold
LA ÚLTIMA SONRISA EN SUNDER CITY
Luke Arnold
Traducción: Federico Cristante
“La construcción meticulosa del mundo, y la historia de fondo altamente detallada, así como el elenco de personajes auténticos y memorables, son fortalezas indiscutibles del libro de Luke Arnold. Es la primera entrega de una serie que podría ser el hijo ilegítimo de Terry Pratchett y Dashiell Hammett”.
—Kirkus.
“Un mundo conocido pero diferente, que combina la crudeza de Chinatown con el encanto de Harry Potter. Es el inicio de una serie que tendrá lectores que regresarán por más”.
—Publishers Weekly.
“Un debut impresionante que muestra un talento e imaginación increíbles. Fetch es un antihéroe que investiga la desaparición de un profesor, que parece algo sencillo, pero con cada paso, se ve envuelto en una compleja red de engaño, corrupción y violencia”.
—The Nerd Daily.
“Es una excelente novela noir de fantasía urbana. Su protagonista nos debería resultar desagradable y poco interesante, sin embargo no podemos evitar entenderlo y quererlo. A través de sus ojos descubrimos Sunder City y a sus ciudadanos, que necesitan encontrar su lugar en este nuevo mundo ‘sin magia’ ”.
—Lucila Quintana, editora.
Título original: The Last Smile in Sunder City
Edición original: Orbit, un sello de Little, Brown Book Group
© 2019 Luke Arnold
© 2019 Orbit, un sello de Little, Brown Book Group
© 2021 Trini Vergara Ediciones
© 2021 Gamon Fantasy
España · México · Argentina
ISBN: 978-84-18711-07-7
Índice de contenido
Legales
La Última Sonrisa en Sunder City
Capítulo Ocho
Capítulo Nueve
Capítulo Diez
Capítulo Once
Capítulo Doce
Capítulo Trece
Capítulo Catorce
Capítulo Quince
Capítulo Dieciséis
Capítulo Diecisiete
Capítulo Dieciocho
Capítulo Diecinueve
Capítulo Veinte
Capítulo Veintiuno
Capítulo Veintidós
Capítulo Veintitrés
Capítulo Veinticuatro
Capítulo Veinticinco
Capítulo Veintiséis
Capítulo Veintisiete
Capítulo Veintiocho
Capítulo Veintinueve
Capítulo Treinta
Capítulo Treinta y uno
Capítulo Treinta y dos
Capítulo Treinta y tres
Capítulo Treinta y cuatro
Nuestros autores y libros en Gamon
Luke Arnold
Sinopsis
Gamon
Para papá, que me dejó en las manos de Tolkien, Chandler y muchas otras clases de magia.
Capítulo Uno
—Haz algo bueno —me había dicho ella.
Bueno, lo había intentado, ¿no? Cada uno de los casos de mi carrera había sido agotador y, a la larga, un sinsentido. Como cuando la señora Habbot me contrató para encontrar a su perro perdido. Dos semanas de trabajo, tres huesos rotos, y la vieja se murió antes de que yo pudiera cobrarle, lo que dejó a mi cargo un caniche ciego e incontinente durante dos meses. El tiempo suficiente para que yo me encariñase con el condenado perrito antes de que él también estirara la pata.
Que en paz descanses, Pompo.
Luego tuve mi efímero período como guardaespaldas de Aaron King. Me pagó hasta el último céntimo, acabé sin un solo moratón en todo el cuerpo, pero escuchar a ese ricachón vanidoso quejarse de su herencia hizo que el empleo se transformara en cuatro días y medio de un sufrimiento insoportable. Todavía me estoy quitando con pinzas sus quejas de los oídos.
Después de una sucesión de trabajos igual de inútiles, estaba en mi despacho, medio dormido, tres cuartas partes borracho y cien por cien desprovisto de café. Eso, casi, era suficiente. El café. Suficiente motivo para interrumpir para siempre todo ese estúpido juego. Me levanté de mi mesa y abrí la puerta.
La primera puerta, no. La primera puerta de mi despacho es la que tiene la pequeña ventana de cristal que dice “Fetch Phillips: Hombre a Sueldo” y da a la sala de espera, que da al vestíbulo.
No. Yo abrí la segunda puerta. La que da a un espacio vacío situado a cinco pisos de altura sobre la calle Principal. El dueño anterior había usado esa puerta, pero yo nunca la había atravesado. Aún no, al menos.
El viento de otoño me golpeó las mejillas cuando me paré en el borde y miré hacia abajo, hacia Sunder City. Habían transcurrido seis años desde que todo se había desmoronado. Seis años andando a trompicones con la esperanza de dar con algún modo de compensar todos aquellos estúpidos errores.
¿Por qué demonios habría pensado ella que yo podía representar la más remota diferencia?
Ring.
El teléfono