MERCOSUR. Ignacio Bartesaghi Hierro

MERCOSUR - Ignacio Bartesaghi Hierro


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y en la comercialización internacional tanto de bienes como de servicios. Estos fenómenos han impulsado una nueva etapa de la integración económica, la que, si bien aún está en proceso de materialización, impone nuevos retos a los procesos de integración denominados clásicos, algunos de los que enfrentan crisis de envergadura que conllevarán a necesarias reformulaciones.

      En definitiva, algunos de los fenómenos comentados afectaron la evolución de todos los procesos de integración creados en décadas anteriores, como por ejemplo los constituidos en América Latina desde la década del sesenta en adelante, muchos de los cuales ingresaron en crisis, pero también la propia UE, bloque que enfrenta el desafío del Brexit, hoy con impactos difíciles de proyectar. En Asia se destaca también la importante reforma de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN) que buscó adelantarse a parte de los desafíos que imponen algunas de las tendencias anteriormente mencionadas. Como resultado de estas dinámicas, surgen nuevos procesos de integración, se da paso a la constitución de mega bloques comerciales o de TLC de una nueva generación con alcances que van mucho más allá del comercio.

      Importantes transformaciones marcan la forma de hacer negocios en los procesos de integración, los que debieron reaccionar incorporando nuevas disciplinas comerciales que surgen a partir de los cambios generados por saltos disruptivos en las tecnologías de la información y las comunicaciones y el transporte.

      Dicho contexto está pautado por una aceleración de la internacionalización de la actividad económica, la que se encuentra asociada al proceso de fragmentación productiva (conocido como cadenas globales de valor), la importancia que ha adquirido el comercio electrónico y la cada vez mayor integración de los servicios en la producción de bienes, en lo que algunos autores definen como “servicificación” de los bienes (Low, 2016). El mencionado concepto implica que el diferencial en los productos tangibles será el intangible. Si bien ya es un proceso muy visible en muchos sectores productivos, el fenómeno se extenderá y seguirá cambiando las lógicas productivas en el futuro.

      Esta realidad productiva y comercial, no solo permite obtener ganancias adicionales, sino que impone una nueva forma de hacer negocios a impulso del crecimiento de la comercialización de bienes y servicios intermedios (lo que tiene efecto en el número de oportunidades comerciales) y de una asociación entre comercio e inversiones pautada por amplios accesos a los mercados internacionales (Bartesaghi, et al., 2016). En definitiva, se está frente a un fenómeno de aceleración del proceso de internacionalización de la actividad económica, lo que de forma multicausal afecta la evolución de los procesos de integración denominados clásicos y que fueron constituidos hace ya más de 60 años.

      Los efectos en la integración económica se pueden observar tanto en los desarrollos internos, como en el posicionamiento de estos esquemas frente a las nuevas etapas de la integración económica, que surge desde la explosión de los acuerdos de libre comercio y más recientemente por la consolidación de los acuerdos plurilaterales (mega bloques económicos). La UE, como otros procesos de integración como el Mercosur, la ASEAN y más recientemente la Alianza del Pacífico, no escapan al fenómeno comentado, especialmente si se analiza la estrategia comercial seguida en los últimos años. Cabe precisar que los efectos se observan tanto por acción, como por inacción de los bloques comerciales frente al nuevo contexto, que a la vez está pautado por la reconfiguración del sistema internacional constituido en la posguerra.

      El sistema multilateral de comercio atraviesa una incuestionable crisis, ya no solo por los magros avances de las negociaciones en el marco de la Ronda de Doha, hoy literalmente estancada, sino también por el bloqueo que Estados Unidos ha impuesto al Órgano de Apelaciones del Sistema de Solución de Diferencias de la OMC. Como es sabido, la paralización de las rondas comerciales y los cambios de las estrategias nacionales de las principales potencias globales, llevaron a la explosión de los acuerdos comerciales bilaterales, los que generaron una red de preferencias que imponen profundos desafíos a la OMC y a los procesos de integración que constituyeron uniones aduaneras y mercados comunes (caso de la UE y de otros en América Latina y Asia Pacífico), por el caudal de normas distintas que se negocian en cada uno de los acuerdos.

      Los efectos de las nuevas tendencias productivas y comerciales anteriormente señaladas están impactando la evolución de los procesos de integración, por lo que es necesario repasar las diferentes etapas de la integración económica desde que se generaron las condiciones apropiadas en clave institucional, pero sin atender al legítimo debate conceptual que aún existe sobre el alcance del término integración, el que en este caso fue acotado a las asociaciones formales de países que definieron alcanzar determinados objetivos tras la implementación de instrumentos comerciales.

      El período de posguerra con estabilidades mínimas en el plano político (Naciones Unidas), así como financiero y de cooperación internacional (instituciones de Bretton Woods), permitieron la conformación del Acuerdo General de Aranceles y Comercio (GATT) en 1947 y la firma del Tratado de Roma del año 1957, el que constituyó la Comunidad Económica Europea (CEE), hoy UE. A partir de dichos hitos se abre la primera etapa de la integración económica liderada casi en exclusividad por los países europeos. Al respecto, cabe recordar que Estados Unidos participó del fenómeno a través del GATT, pero no formó parte de ningún proceso de características similares al de la UE, ya que centró su atención en el conflicto con la Unión Soviética en el marco de la Guerra Fría. De todas formas, sí apoyó fuertemente el proceso de integración europeo, por considerarlo parte de su estrategia de política internacional, lo que no ocurrió con otros procesos en América Latina.

      En esta primera fase, los acuerdos comerciales eran analizados a partir de la teoría clásica de la integración económica (efectos estáticos), la que medía la evolución de los acuerdos a partir de sus impactos en términos de la creación o desviación de comercio (Viner, 1950). Asimismo, se atendía especialmente a los instrumentos de integración (Balassa, 1964) ya que los mismos marcaban no solo el régimen de excepción frente al GATT, sino también, y debido al nivel de profundidad definido por los miembros que lo integraban, su lógica evolución (Lawrence, 1996).

      Indiscutidamente los procesos de integración cumplieron un rol clave en la estabilidad política y de seguridad entre sus miembros, lo que es evidente en Europa por el acercamiento entre Alemania y Francia, pero que también lo fue en el sudeste asiático por el papel jugado por la ASEAN o en el definitivo paso hacia la cooperación que a través del Mercosur dieron Brasil y Argentina (Ferrer, 2007).

      Europa recorrió el camino de la integración profunda, no sin dificultades, rediseños y posterior profundización (ampliación), pero alcanzando hasta el día de hoy el caso de mayor éxito internacional, incluso en un contexto de Brexit con la incertidumbre que este proceso genera. América Latina atravesó por dicho camino desde la constitución de la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio (ALALC), hoy ALADI, así como por la creación de otros espacios como el Mercado Común Centroamericano (hoy SICA), el Pacto Andino (hoy Comunidad Andina) y el Mercosur, constituyendo una integración que en parte emuló a la integración europea pero que tuvo sus propias características, en particular en la todavía presente discusión entre apertura y un modelo de sustitución de importaciones.

      Cabe precisar que la región de Asia Pacífico se mantuvo aislada de esta etapa, no contando con ningún acuerdo de base económica y comercial como los planteados por Europa, América Latina y África, más allá del Acuerdo Comercial Asia Pacífico (APTA, según su sigla en inglés) notificado ante la OMC en 1976. Este es un acuerdo de preferencias comerciales que vincula desde la década del setenta a China e India además de otras economías asiáticas como Corea del Sur (se trata de un acuerdo poco profundo en términos arancelarios y en cuanto a capítulos negociados). En el caso de la ASEAN, si bien fue constituida en el año 1967, no tuvo en sus orígenes un fin comercial, lo que recién ocurre en la década del noventa (Bartesaghi, 2014). Las mencionadas características y esquemas de integración se relacionan con la primera etapa de la integración económica, donde el


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