La pesca desde costa en el sur y en Canarias. Antonio Rojo Morales
enroco y no hay forma de sacar hilo. Antes de romper totalmente, dejo la caña metida en el pincho y tenso al máximo, quedándose arqueada y fija, muy tirante y sin ceder ni un centímetro.
Pasada una media hora, la caña por sí sola se endereza; vuelta a correr hasta ella, y ahora sí, ahora noto lo que tengo, que tira y tira para romper. Yo pesco en la mayoría de mis carretes con un 35 arriba y un 32 abajo, y empieza la cuarta lucha de la mañana. No sé qué será, pero le voy ganando terreno —por no decir agua, que sería lo propio—. Sol arriba, el día claro, muy claro; la marea llenando, embestida tras embestida se va dejando venir; y de pronto, veo el sol en el agua; no señores, no exagero: solo la dorada, con su blanca escama, cuando se viene arriba y ladea su cuerpo, puede reflejar así la luz del sol que recibe y nos la envía a nuestros ojos en un fugaz destello, en forma de precioso espejo, y se nos oye decir o musitar como autómatas: “una dorada, una dorada”.
He aquí las cuatro doradas de la historia más una breca, de las que no hablo, pero he sacado muchas
Pero no nos engañemos, ha sido vista y no vista; ha sido como para decirnos: “que estoy aquí, y que aún tengo fuerzas para luchar”. Se diría que lo que ha hecho es enseñarnos quién es, porque al momento la perdemos de vista. Fuerza su defensa de la vida y corre de nuevo; solo el hilo tenso saliendo del carrete, con su trayectoria, nos indica donde está, qué distancia nos ha sacado de nuevo y cuánta agua nos separa aún de ella.
El autor, en su jardín, con las tres más grandes de su día de pesca y, en el ángulo inferior, la cuarta más pequeña más la breca de la foto anterior. Los dedos le duelen al sostenerlas
Dudo si bajar la caña —la mayoría de los pescadores viejos, en estos casos, siempre gritan a los novatos: “¡la caña arriba!” —; pero no la bajo, pues el anzuelo puede mudar de postura, no es aconsejable. Dudo si cobrar, con lo cual se fuerza mucho al pescado; y, como hay espacio suficiente en la playa, opto por andar muy despacio para atrás, e incluso doy algún paso para delante, cediendo yo a su empuje, como hacían los muy veteranos en la playa de Vistahermosa de El Puerto de Santa María con las doradas y las urtas de tres y cuatro kilos. La caña derecha, dejándola cabecear lo que quiera. Así lo hago, y así consigo sacarla, la segunda más grande de mi vida: cuatro kilos doscientos, como se ve en la foto. Una maravilla —y van cuatro hoy—, al menos para mí, y, por eso lo cuento con la ilusión de que a alguien le guste el relato de este acertadísimo e inolvidable DÍA DE PESCA.
No es, amigo lector, el día que más doradas he sacado, pues ciertamente un día, aunque no tan grandes y en otro lugar —aquí, en España—, acerté a sacar veintiuna, como se puede ver en la foto; pero… este, mi día de pesca que narro aquí, permanece en mi memoria como si fuese ahora mismo, años después de haber ocurrido. Gracias, Sines.
Rosal de la Frontera, a 27 de mayo de 2015.
Pincho de pesca. Buena pesquera en Sines: doradas, sargo y lubina
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