Las 50 revelaciones del Magister Liroluvilui. Eric Barone
MUEBLE
AGREGADO HOLOMEMORIAL
PRÓLOGO
En 1971, en Marsella, puerto del sur de Francia, un joven refugiado político que había llegado allí 10 años antes, al independizarse Argelia, decidió firmemente transformarse en «explorador».
«Pero, -se preguntaba- ¿para explorar qué»? -Todos los territorios del planeta parecían ya descubiertos, tanto la astronomía como el mundo microscópico habían sido abordados por la alta tecnología. ¿Qué quedaba entonces por explorar?
Siendo un virtuoso músico autodidacta, docente, autor de un tratado de cibernética mental a los 16 años de edad, la decisión de «explorar» tomada por su cerebro, capaz de absorber una enciclopedia en una semana, no debía ser considerada como una fantasía de adolescente, sino más bien como el despertar de un antiguo maestro espiritual encarnado en un joven científico.
Eric Barone, sospechaba ya a esta edad, que su cerebro funcionaba de un modo distinto de lo normal.
Sentado en un cómodo sillón, podía entrar en estado de trance y leer miles de páginas en pocas horas sin comprenderlas. Y después de varias noches de sueño, los libros parecían recomponerse en su mente, con organización distinta. Aparatos desconocidos, nuevas filosofías, medios terapéuticos nunca vistos, dibujos arquitectónicos fantásticos, muebles, y medios curativos... todos como si provinieran de otros mundos.
Le pareció muy natural decidirse a explorar la conciencia humana para intentar comprender lo que ocurría en su persona. La biografía de Edgar Cayce lo iluminó. Se sentía bastante semejante a este profeta durmiente de Virginia Beach que recibía, también durante sus trances hipnóticos, aparatos, medios curativos, diagnósticos de misiones espirituales, que ninguna razón lógica podía explicar.
El recorrido de Eric Barone apenas empezaba. Se volcó a la hipnosis como primer medio para transformar el cerebro humano en un laboratorio. Fue más lejos en este campo que cualquier otro investigador. Llegó a hipnotizar a más de 10.000 personas en Francia para enseñarles a aprender chino, ruso, o árabe, en dos meses, e informática, medicina, tenis o pilotaje de aviones civil, hasta 10 veces más rápidamente que lo normal.
Después de haberlo demostrado al público internacional (centenas de emisiones de televisión y radio, y medios de prensa, atestiguan sus resultados) Creó una pedagogía de vanguardia que permitía tratar al cerebro humano como una computadora, y a la computadora como a un cerebro humano. Y repentinamente ... desaparece.
Llegó a la conclusión de que la vida pública lo había alejado de su verdadera vocación de filósofo o «investigador de la conciencia». Emprendió un largo viaje de experimentación dentro de sí mismo, empleando su mente, su espíritu, su propia existencia, como único laboratorio. En estos 10 años, además de revelar centenas de nuevos conceptos (expresados en sus 25 libros) que tarde o temprano revolucionarán la psicología, el arte de vivir, los métodos de investigación científica y, probablemente, todas las ciencias humanistas, Eric Barone logró las vivencias del Despertar Espiritual: «la más alta experiencia que la conciencia del hombre es capaz de alcanzar».
Una de las consecuencias más inesperadas de su Despertar Espiritual, autentificado por varios Maestros de la India, fue su extrema capacidad de conexión con los Registros Akáshicos. Apenas llegado a los 40 años, se transformó en «guía sobre el sendero» para miles de adeptos, consciente de que la memoria central del universo que contienen los registros akáshicos debía tener vías de acceso, que no se podían encarar desde un enfoque científico sino religioso. Realizando un extraño sincretismo entre su espíritu de investigador científico y su ciencia espiritual de vivencia propia, logró tecnificar lo imposible, es decir, transformar la intuición (factor olvidado de la epistemología científica) en un auténtico método de investigación fundamental, y revolucionar las aplicaciones tecnológicas, no sólo desde la física y la matemática aplicadas, sino también desde la proyección de la mente del mismo investigador en las otras dimensiones que conforman el universo, (algo apenas más complicado que la «cuadratura del círculo» que utiliza racionalmente, lo irracional como si fuera un método de lo más común para la epistemología).
Siempre le llamó la atención que quienes pretendían haber tenido contactos extraterrestres, nunca habían aportado el más mínimo progreso, al menos para mejorar algún medicamento o perfeccionar alguna máquina.
Verificó y demostró al público que abrir a los investigadores el acceso a los registros akáshicos implicaba multitud de progresos tecnológicos concretos, registrables, cuantificables, reproductibles en laboratorios y capaces de hacernos llegar a producciones industriales beneficiosas para la humanidad.
Hay que tomar conciencia de que el autor trabajó sobre los nuevos paradigmas de la ciencia, las nuevas revoluciones de la epistemología, e indagó hasta las raíces mismas de la conciencia. El contexto filosófico/teórico, en el cual se inscriben sus descubrimientos, son tan novedosos que replantean la esencia y la fenomenología del hombre con un elevado nivel, que contesta a preguntas que, filosofía y religión eluden cautelosamente: «la realidad y sus apariencias», «el hombre», «la materia y el pensamiento», «la definición de la vida y la mecánica de la muerte», «la esencia de la conciencia», «la reencarnación y la eternidad del ser».
A lo largo de estos años, la fuerza que lo empujaba a tantas demostraciones concretas, era que consideraba que si no lograba fabricar medios de indagación tan decisivos como lo fue el microscopio para la biología, permitiendo continuar las investigaciones en los caminos akáshicos, no habría puesto en evidencia un determinismo, es decir, creado una nueva ciencia, sino sólo generado pensamientos para una filosofía estéril, gracias a una experiencia mística subjetiva ciertamente valiosa como meta espiritual individual pero también estéril y sin operatividad para el bienestar de la humanidad.
-Evidentemente, éste no es el proyecto de una vida-, opinan varios espiritualistas cuando leen sus obras, sino el de varias encarnaciones. Sólo el autor y sus maestros sabrán desde hace cuántos milenios realizan esta epopeya, que en esta vida pasa por la encarnación de Eric Barone.
Todas las obras que publica son aplicaciones concretas, que al compás de una vida demuestran, con toda la humildad de un investigador solitario, que el hombre puede viajar en otras dimensiones, y en algunas de ellas, encontrar la puerta y los 20 guardianes de los registros akáshicos. Su obra peca por ser, a veces, muy técnica, y es precisamente el caso de esta colección: EL PODER DE SANAR A DISTANCIA del Magister LIROLUVILUI, tal como lo fueron otras anteriores, como LOS 20 SENDEROS DEL DESPERTAR ESPIRITUAL, CONTROL MENTAL DE ACUARIO y ALTA MAGIA CEREMONIAL. No obstante, el autor tiene capacidad de novelista... o de periodista. Nadie sabe cómo, cuándo, y dónde, fueron sus encuentros con extraordinarios iniciados, que relata en el libro más ameno de su autoría: LOS PODERES MÁGICOS DE LA BIBLIA. Todos nosotros, lectores, estaríamos encantados de conocer a Ken, el Maestro de la Voz, o al viejo Conde Francés, guardián de los egregores, y tal vez a este pastor de cabras, Maestro de la Sabiduría...
Es este libro al que el lector debería conocer previamente, si quiere entrar, de forma agradable y sin compromiso, en el universo de los maestros-guías de este mundo.
¿En qué se diferencia Eric Barone de los famosos novelistas esotéricos como Coelho, Castaneda y tantos otros? En que, precisamente, se trata de un científico-espiritualista y no sólo de un novelista. Un «espiritualista de la ciencia» cuyos escritos revelan la fabricación de millares de aparatos, técnicas y medios concernientes a todos los aspectos del ser humano, incluyendo la programación de nuevos software capaces de penetrar en nuestros estados de conciencia, la pedagogía-bioenergética de vanguardia que redimensiona nuestras posibilidades cerebrales, la arquitectura que sana o la psicoterapia espiritualista que crea un nuevo diálogo de ocho niveles entre el espíritu del paciente y del sanador, para revelar al terapeuta