Lo femenino en debate. Patricio Álvarez Bayón
abordaje de la diferencia radical, considerado como Otro por excelencia. El inconsciente como discontinuidad haría emerger Otra cosa de lo que se quería hacer o decir, es la experiencia del tropiezo. Introduce el inconsciente por medio de la estructura de una hiancia.
El inconsciente estructurado como un lenguaje tiene cuerpo de palabras, es el discurso del Otro y está ubicado del lado femenino.
Ya desde el inicio de su enseñanza, Lacan señalaba que algo en alguna parte en el ser que habla sabe más que él, en “Función y campo de la palabra y del lenguaje en Psicoanálisis”, ubica al inconsciente como “ese capítulo de mi historia que está marcado por un blanco u ocupado por un embuste: es el capítulo censurado.” Lugar donde está escrita esa historia que hace falta leer, que está escrita “en monumentos”, tal como comparaba Freud a los síntomas histéricos, mientras decía que los enfermos sufrían de reminiscencias. Se trata de leer, vía la transferencia, la verdad de la historia.
En la “Conferencia en Bruselas”, Lacan se pregunta “¿…a dónde se han ido las histéricas de antaño, esas maravillosas mujeres…?[...] Cuando Freud se puso a escucharlas, fueron quienes permitieron el nacimiento del psicoanálisis[…] el inconsciente se origina del hecho de que la histérica no sabe lo que dice”. Lacan separa la histeria de su etimología original, (útero/histero) y la aproxima a la definición de la histérica basada en la formalización topológica de la figura del toro, con la historia. El inconsciente histérico, histórico, transferencial, es el sujeto que produce historia causado por el deseo del analista. La histérica construye novelas, revelaciones como historias de verdad mentirosa.
La segunda referencia es lógica, la sostiene Lacan en el Seminario 20 con la Paradoja de Zenón. Se trata de Aquiles y la tortuga: “[…] el goce del Otro, del cuerpo del Otro, solo se promueve por la infinitud […]”. Aquiles no alcanza del todo a la tortuga en su goce, que siempre quedará como una alteridad, pero Lacan agrega algo más. La tortuga, que es no-toda para Aquiles, también es no-toda para ella misma, su paso es cada vez más pequeño y nunca llegará tampoco al límite. La tortuga se mueve en el espacio de los números reales, es el espacio propio del goce femenino, no fálico, que es siempre un espacio Otro también para ella.
Aquiles se mueve en el espacio de los números naturales. Pero, entre el uno y el cero hay un espacio imposible de recorrer por entero como un todo, es el problema del número real al que Lacan se refiere también respecto de esta paradoja. Aquiles sigue paso a paso el espacio métrico, propio del falo, con la contabilidad de los números naturales que, aunque tiendan al infinito, son contables y la tortuga camina en otro espacio, el espacio de lo real que sucede entre cero y uno “…en el intervalo donde viven por ejemplo seres tan extraños e irrepresentables como el famoso número π 3,1416…”.
El estatuto del no-toda hace posible la emergencia de lo singular de ser considerada en él una por una, distinto del Uno de la fusión universal, “si la mujer no fuese no-toda, si en su cuerpo no fuese no-toda como ser sexuado, nada de esto se sostendría”.
A la diferencia entre los sexos se le incluye además una reciprocidad imposible en el campo del goce. Diremos que, del lado femenino, más allá del género, el goce es irreductible por excelencia, hay un suplemento que no queda cernido por el goce fálico, un exceso que se escapa de la contabilidad imposible de nombrar. El principio de la imposibilidad lógica es la alteridad irreductible del goce del lado femenino, siempre más acá o más allá de la unidad fálica.
El falo no es un objeto, no tiene localización física, su materialidad es ser un significante. Se inscribe por su ausencia, perdido por estructura, en el origen, es un semblante ligado a los efectos de la palabra.
Litoral
Lacan llama litoral al borde entre el saber y el goce. Aquello que del saber no puede recuperar del (a). La dimensión de la escritura le permite ubicar lo que de la letra hace borde al saber. En “Lituratierra”, Lacan se refiere al “vacío cavado por la escritura […] pliegue siempre listo a acoger el goce o, al menos, a invocarlo con su artificio”. J.-A. Miller escribe el matema del litoral a partir del matema de alienación/separación que Lacan desarrolla en el Seminario 11.
La alienación es la operación constitutiva de la dialéctica del sujeto. Allí, en la intersección entre el sujeto ($) y el Otro (S2), el sujeto cae debajo del significante amo (S1).
La operación de separación se dirige a lo pulsional. El sujeto se separa del Otro (S2), queda la huella, la pérdida de la extracción de goce del cuerpo del Otro donde el sujeto puede ver a que significante del Otro quedó sujeto. Se recupera la mortificación del sujeto por la huella del goce y del objeto pulsional (a).
El litoral presenta el borde que separa la letra (a), del saber (S2), tenemos dos cosas heterogéneas (S2 y a). El efecto de sentido (S2) y el lugar del goce (a) que viene a limitar, separación entre un interior y un exterior, distinta a la reciprocidad de la frontera que separa dominios similares, pasibles de franqueamiento. “La letra produce un pasaje del litoral a lo literal, inscribe una huella, cifra en el inconsciente. Lo “dibuja” como borde del agujero del saber”.
Cuando el sujeto ya no es representado por el Otro, donde se alienaba, se aferra a lo que resulta ser su punto de amarre, el objeto a y la letra, se vuelve litoral.
“Entre centro y ausencia, entre saber y goce, hay litoral que solo vira a literal si pudiesen a ese viraje, considerarlo el mismo en cada instante”. (1) El litoral no implica reciprocidad. Siguiendo a Claudio Godoy, se puede ubicar que no hay intersección entre saber y goce, más bien hay una discontinuidad, una ruptura, cada uno esta descentrado, bordeando el agujero respecto del otro.
“Saber y goce no se recubren, si el saber ocupa el centro, el goce –que no se atrapa en las redes del saber– aparece como ausencia. Por el contrario, si la irrupción de ese goce enigmático ocupa el centro, el saber se ausenta. Entre centro y ausencia, en un litoral en un constante dinamismo”. (2)
La letra indica un borde, extraído el objeto a, solo queda ese borde que designa lo que del saber no puede recuperar del a.
La dimensión de la escritura, como erosión del sentido le permite referirse a lo que de la letra hace borde al saber “[…] vacío delimitado por la escritura misma, por el litoral infranqueable entre la huella de la pérdida que viene a funcionar como marca de este goce y lo que se puede inscribir dentro de la lengua”. (3) Se trata de transformar la pérdida en la anulación de la significación, para inscribir el goce perdido y poder mantenerse en los momentos de ruptura como experiencia de separación entre el goce y el saber.
Lo femenino <> Litoral
Sigamos a Lacan en el Seminario 19:
“No por nada debo primero apoyarme en el Otro. El Otro, escuchen bien, es entonces un entre…Es curioso que al plantear ese Otro, lo que hoy debí proponer no concierne más que a la mujer. Ella es por cierto la que, de esta figura del Otro, nos brinda la ilustración a nuestro alcance, por estar […] entre centro y ausencia […] ella no está contenida en la función fálica sin empero ser su negación. Su modo de presencia es entre centro y ausencia. Centro es la función fálica, de la cual participa singularmente, debido a que el al menos uno que es su partenaire en el amor renuncia a la misma por ella […]”. (4)
En “Lituratierra”, como se ubicó hace un momento, Lacan transmite que, entre centro y ausencia, entre saber y goce, hay litoral que solo vira a lo literal si se pudiese, a ese viraje, considerarlo el mismo en todo momento. En ese espacio singular, se sitúa a la mujer y eso presenta la paradoja respecto de la cual si hay centro el borde es una ausencia y si hay borde ya no hay centro posible. Ese borde tiene otro estatuto que la frontera bien establecida entre un espacio y otro.