Historia empresarial en América Latina: temas, debates y problemas. Группа авторов

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Los acaudalados miembros de la elite de São Paulo, como Joaquim Egydio de Souza Aranha, João de Ataliba Nogueira y Antonio Prado, miembros de la nobleza titulada de los días del imperio (1822-1889), usaron estrategias similares para diversificar y proteger su patrimonio (Levi, 1987). En primer lugar, contrajeron matrimonio entre ellos, con lo cual crearon una densa red de alianzas sociales y empresariales. Luego constituyeron bancos para prestarse capital a sí mismos e invirtieron en ferrocarriles para llevar sus productos a los puertos. A continuación, educaron a sus hijos en los campos del derecho, la ingeniería y la administración para así invertir su riqueza agrícola en las empresas urbanas e industriales. Para comienzos del siglo XX sus hijos eran importantes inversionistas y miembros de directorios en fábricas manufactureras, vidrierías, transporte urbano y compañías constructoras. Estos fueron de los primeros grupos empresariales brasileños.

      Por otra parte, un creciente mercado de consumidores y empresarios surgió a partir de la nueva ola de inmigración que tuvo lugar en la década de 1880, con los migrantes que ingresaron al país como reemplazantes de los esclavos (Dean, 1969). El fin del comercio trasatlántico de esclavos en 1850 hizo que los productores de café recurrieran al comercio negrero interno para conseguir trabajadores, pero para la década de 1870 la floreciente demanda de café hizo necesario que los planteros consiguieran algún otro tipo de trabajador. La solución se halló en la migración, la que llegó por millares de Italia, España y Portugal, pero también de Siria, Líbano y Japón (Lesser, 1999). En total, casi cuatro millones de inmigrantes ingresaron al Brasil entre 1880 y 1930. Estos trabajadores inmigrantes crearon una nueva demanda (fuera de la de la elite) de bienes de consumo producidos por las fábricas locales. Para satisfacer esta demanda surgieron industrias domésticas que producían desde telas, sombreros y calzado hasta muebles, fósforos y alimentos procesados.

      Más que simples consumidores, estos inmigrantes fueron también empresarios. Los empresarios inmigrantes no eran algo nuevo para el Brasil del siglo XIX. Durante la fiebre del oro colonial, estos empresarios cambiaron las relaciones sociales de la economía en Minas Gerais al hacer que el ingrediente con el cual se concertaban los matrimonios fuera el éxito empresarial y no el estatus heredado. Un siglo más tarde, fundaron las compañías textiles, vidrieras, ladrilleras, papeleras, metalúrgicas y de procesamiento de alimentos que atendieron a la rápida urbanización de las principales ciudades brasileñas. Sus nombres —Crespi, Matarazzo, Jafet, Klabin, entre otros— son hoy sinónimos de algunas de las más importantes familias industriales surgidas en el sudeste antes de 1930 (Dean, 1969; Musacchio, 2009)

      2.2.2 Leyes reguladoras pro-empresariales

      Al igual que en todo lugar, el requisito más importante para la formación de empresas en Brasil era el acceso al capital. La legislación restrictiva del siglo XIX que limitó su constitución, comprendía esencialmente leyes que restringían el acceso a la obtención de capital de inversión, lo que reforzaba a la empresa familiar y hacía que las empresas siguieran siendo de pequeño tamaño. Un cambio importante en la legislación reguladora de las empresas, que se aprobó en 1882, suavizó los requisitos de constitución en la mayoría de los sectores, convirtiendo lo que había sido un proceso legislativo en uno administrativo. Aún más importante fue que esta nueva ley introdujo una forma temprana de responsabilidad limitada, la cual brindó a los accionistas cierta protección de su responsabilidad por el fracaso de la compañía o por cualquier actividad ilícita, lo que no había en las leyes previas. Las sociedades por acciones estaban permitidas desde que se aprobaron una ley en 1849 y el código comercial de 1850, pero la Ley de impedimentos hacía que resultara difícil su constitución. Ahora las únicas compañías que seguían sujetas a una supervisión estricta eran las compañías financieras, las de procesamiento de alimentos y las empresas extranjeras. Esto fue ventajoso para todos los empresarios, ya fueran inmigrantes o domésticos, pues ahora podían reunir capital para abrir una nueva empresa o ampliar otra ya existente, atrayendo el ahorro de desconocidos (Hanley, 2005; Musacchio, 2009).

      La respuesta dada por el gobierno federal a cambio de un rescate por parte de los Rothschild a través del notorio Funding Loan de 1898 fue reducir la liquidez del mercado retirando y quemando billetes. A esta deflación le siguió un pánico bancario en 1900. Los mercados de capital retrocedieron a medida que los bancos iban quebrando. La siembra excesiva en el sector cafetalero hizo que el precio de este producto se derrumbara, lo que debilitó aún más a la macroeconomía. Para 1906, los gobiernos estatales del sudeste habían intervenido el mercado cafetalero para retirar los stocks no vendidos y apuntalar así el precio internacional y proteger el ingreso doméstico, y el mercado respondió de igual modo. A esto le siguió la formación de empresas, de modo más modesto y deliberado que antes, pero también en forma más sostenible. El mercado bursátil recuperó algo de su dinamismo anterior (Hanley, 2005).

      Las reformas reguladoras provocaron una formación de empresas y una modernización económica reales en la región sudoriental del país, a pesar de la montaña rusa de cambios que se habían producido tanto en las condiciones macroeconómicas como en las fortunas empresariales. A medida que los centros urbanos del sudeste se expandían en respuesta a la nueva riqueza cafetalera, el perfil de sus comunidades empresariales también lo fue haciendo (Dean, 1969; Cano, 1977) Mi propio estudio del occidente paulista muestra una vibrante diversificación de las empresas urbanas durante el auge cafetalero, con un círculo de retroalimentación positivo de riqueza y consumo, alimentado por trabajadores inmigrantes que expandieron el mercado doméstico más allá de los bienes de lujo o de los de baja calidad para esclavos y libertos. Las innovaciones de la sociedad de responsabilidad limitada, las reformas bancarias y la bolsa de valores contribuyeron a generar el marco institucional que permitiera la canalización de capital para financiar los ferrocarriles, las empresas de servicios públicos, las fábricas de maquinaria y metalistería, la infraestructura urbana y almacenes, las compañías de procesamiento de alimentos y las compañías productoras de bienes de consumo no duraderos, las que fabricaban textiles, sombreros, calzado, muebles, papel y otros artículos de uso diario (Hanley, 2005).

      Las compañías que usaban el formato de sociedades anónimas para financiarse tendían a capitalizarse a un valor significativamente más alto que las de propiedad privada, pero las tendencias en la estructura de propiedad indicaban una gran diferencia en el desarrollo de los mercados regionales de capital a lo largo del tiempo. Las compañías negociadas públicamente en Río de Janeiro tendían a ser empresas familiares controladas. Las que se negociaban en la Bolsa de São Paulo también comenzaron como empresas familiares que reunieron capital en la comunidad, pero que mantuvieron el control de la votación en manos de los miembros de la familia, en especial cuando los planteros cafetaleros buscaron diversificar su fortuna familiar reduciendo su exposición al mercado del café (Cano, 1977; Hanley, 2005).

      Las empresas siguieron estando asociadas con familias individuales y controladas por ellas, como los Matarazzo, de cuyo patriarca Francesco Matarazzo se dijo alguna vez que fue la persona más rica del Brasil, y cuyo grupo empresarial creció hasta ser el más grande de América Latina en la segunda mitad del siglo XX. El Grupo Votorantim también data de esta época, fundado por José Ermírio de Moraes, este también es otro coloso moderno que incluye industrias dedicadas al cemento y al acero como a las finanzas y al jugo de naranja. Otra parte importante del grupo moderno Itaú Unibanco es un descendiente directo de João Moreira Salles, quien fundó


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