El pequeño coachee. Lisbeth Castañeda Pérez
lector y viajero apasionado.
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La vida nos muestra y nos enseña a través de la experiencia de ser madre. Es una de las más maravillosas experiencias que algunos tenemos de vivir y, como madre, agradezco que nos regales estas hermosas herramientas para que, desde el ser, podamos compartir, disfrutar y aprender de la mano de nuestros hijos, que son nuestros verdaderos maestros.
¡Infinitas gracias, hermana!
Elizabeth Castañeda
Dedicada a la decoración, diseño de espacios interiores y del área de inmuebles.
Madre de una niña de seis años.
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Gracias a estas maravillosas personas, quienes apoyaron amorosamente la realización de este hermoso proyecto, que va dirigido a los niños del mundo.
Lisbeth Castañeda
INTRODUCCIÓN
Este libro representa una mirada desde mi labor como terapeuta de lenguaje durante aproximadamente quince años en España y en Venezuela, rehabilitando a niños que presentaban tartamudez, retraso del lenguaje y dificultades más comprometidas como la discapacidad auditiva, sordoceguera, síndromes, autismo y parálisis cerebral.
Asimismo, pretende exponer esto como una pequeña pincelada que nutre y a su vez será la base de este proyecto inspirador y novedoso que ha causado la aparición de los conocimientos del coaching en mi vida.
Con el coaching he descubierto lo que quizás mi alma y mi instinto siempre supieron: técnicas y herramientas que aplicaba vagamente en este comprometido y hermoso trabajo con cada pequeño que llegaba a mis manos y que, por el simple hecho del milagro de su existencia, tocaba de una manera especial mi corazón.
A lo largo de los años y producto de la experiencia, me di cuenta de que independientemente de la patología, etiqueta o diagnóstico que tuviera un niño, si el ambiente (familia, especialistas, maestros) fundamentaba su interacción con el niño en amor, empatía, respeto, propósito y fe, los avances eran realmente significativos, hasta el punto de que muchos se salían de los parámetros establecidos por los médicos y la evolución en el tiempo era muy rápida.
Siempre comparaba la evolución de niños que tenían el mismo diagnóstico, pero que estaban en un seno familiar con características diferentes. Mientras en uno había esperanza, fe, aceptación, constancia, metas y sueños, en otro había desesperanza, queja, culpa y mucho miedo. En consecuencia, los resultados diferían. El niño que formaba parte de un entorno más favorable y positivo superaba siempre las expectativas en su desarrollo en general.
Una vez que comencé a formarme como coach profesional obtuve la explicación de muchas herramientas que benefician nuestro ser. Haciendo remembranza, aparecieron algunas palabras clave, que ya implementaba en mi profesión con los niños sin saber la connotación tan importante que tenían en el desarrollo del ser, como por ejemplo:
→Empatía: Cuando estaba en segundo año de carrera me dieron la oportunidad de trabajar con algunos pacientes que llevaban tiempo en centros ocupacionales y de rehabilitación. Eran pacientes estancados y con los que se trabajaba cada día para mantenerlos ahí, donde habían llegado. Mi experiencia y conocimientos eran muy pocos en comparación con una persona experta. Sin embargo, mi pasión por la labor y el amor por el ser que la vida ponía delante de mí eran tan grandes que disfrutaba cada instante de terapia, valoraba cada avance, por muy pequeño que este fuera, aplaudía, reía y motivaba con palabras como «¡muy bien!», «¡bravo, campeón!», «¡tú puedes!», «¡vamos, una vez más!», «¡guau, qué éxito!». El juego está enfocado en un objetivo de adquisición lingüística; sin embargo, este recurso lo utilizaba con frecuencia: jugaba mucho. En poco tiempo notaba que se creaba un gran vínculo entre ellos y yo. Ellos esperaban con ansia mi llegada al centro y pronto comenzaron a aparecer ciertos avances, que para mí eran milagrosos, porque aún tenía dudas e inexperiencia y no sabía si lo que estaba haciendo era acertado, pues en ese momento no tenía la destreza en cuanto a las distintas técnicas de rehabilitación específicas del lenguaje. Sin embargo, de repente uno de mis alumnos, Eduardo, dijo: «Quiero más, gracias». Anteriormente solo golpeaba la mesa para pedir más y eso para mí era un «milagro». Ahora entiendo la verdadera causa de todos estos resultados. Sin la necesidad de ser un experto profesional en el área, entendí que estaba trabajando directamente con el ser de cada uno de ellos, más que con técnicas de logopedia. Inconscientemente creaba un puente de amor, aceptación y confianza. Lograba empatía y así podía llegar a ellos y llevarlos a otro punto de mayor realización y bienestar.
→Amor: Como fuerza y energía que mueve una acción o pensamiento, tiene un efecto muy poderoso donde va y de donde viene. Yo sentía un profundo amor por cada uno de mis pacientes y, aunque muchos no sabían o no podían expresarlo verbalmente, lo sentía de manera recíproca, incluso en el brillo de sus ojos.
→Respeto: Se busca entender que cada quien experimenta y vive un proceso, «su proceso»; esto apoya la individualidad del ser. Cada persona tiene necesidades y habilidades únicas y específicas.
→Propósito: Es aquello que responde a la pregunta ¿para qué? ¿Para qué estoy viviendo esto? O ¿para qué voy a lograr esto? Al tener claro el propósito de vida, es como si nos pusiéramos una armadura de luz que nos hace invencibles ante todo lo que sucede en nuestro camino. Con esta poderosa pregunta no damos cabida a los ¿por qué?: estos nos hacen víctimas vulnerables, indefensas, y nos terminan alejando de nuestro verdadero ser. Encontrar ese verdadero propósito es colocar las coordenadas exactas en la brújula que dirige nuestro viaje de la vida. Si no está claro y no sabemos para dónde vamos, entonces no avanzamos, no vamos para ningún lado, nos quedamos dando vueltas.
En cada entrevista con el familiar o representante les hacía la misma pregunta cuando ellos entraban en queja, en culpa o en miedo: «¿Para qué crees que Dios o la vida te pusieron a cargo de un ser con estas dificultades? Si tienes un hijo especial, ¿acaso será para que hagas algo especial? ¿Quizás para que encuentres la capacidad dentro de la discapacidad? ¿Será esto un problema o un maravilloso reto?».
→Fe: «Es la certeza de lo que se espera y la convicción de lo que no se ve». (Hebreos 11, 1. Versión Reina Valera, 1960). Es lo que decretamos con la palabra. Enfocamos nuestros pensamientos no en el proceso, sino en el resultado deseado, accionamos cada día en función de lo que queremos y soltamos confiando en que pronto se manifestará en nuestra realidad. «Los pensamientos grandes y nobles crean grandes acontecimientos» (Murphy, 2008).
Todo este vocabulario nombrado anteriormente son palabras poderosas en el coaching.
Después de estudiar lo que es el coaching, su origen y las distintas teorías y técnicas en las que se basa, considero muy valioso que toda persona que tenga un papel importante en el desarrollo y formación de un niño esté conectada con su verdadero ser para que pueda «guiar desde la luz hacia la luz».
Alguien que vive en oscuridad no puede dedicarse a mostrar o crear luz en otros. Sin embargo, si ese alguien que ha estado en la oscuridad descubre la luz y se alumbra a sí mismo, puede guiar y apoyar que otros también lo logren. Y esto es a lo que nos invita el coaching. El trabajo específico de un coach es apoyar a una persona para que encuentre el camino hacia su felicidad, independientemente de las cartas que cada uno trajo para jugar este maravilloso y divertido juego de la vida.
Si comenzamos a sentir que la vida es como un juego, donde puedes crear lo que quieras porque eres un ser maravilloso que todo lo puede, se acabarían el sufrimiento y la frustración. Tú puedes elegir y decidir en cada instante lo que vives. Tú puedes entender y aceptar que lo que ven tus ojos en estos momentos es temporal y que solo tú lo puedes cambiar si no te gusta, empezando por desearlo, decretarlo e imaginarlo. Este es el secreto ancestral de la historia y esto lo traen los niños en su interior desde su nacimiento. Un niño vive el aquí y el ahora, disfruta, es feliz, es perseverante,