Michel Maffesoli. Marco Antonio Vélez Vélez

Michel Maffesoli - Marco Antonio Vélez Vélez


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de la dirección de la sociedad por una forma de organización dirigencial o directorial, indiferente al modo de producción vigente, capitalista o socialista.

      Las revoluciones socialistas del siglo pasado no habrían trasformado radicalmente el ejercicio del poder, estas más bien, con el surgimiento de la burocracia, habrían dado pie al cambio de una élite dominante por otra, pondrían en escena a nuevos portadores del poder con una forma de dominio, más asfixiante y totalitaria, pues esa élite burocrática controla hasta los resquicios más ínfimos de la vida cotidiana. Penetra allí donde el poder burgués quizá no había llegado. Es un poder macrofísico y microfísico.

      El paralelo con los fenómenos milenaristas de corte religioso o con los fundamentos del mito hace de la crítica de Maffesoli el acontecimiento revolucionario, un recurso a una dimensión antropológica, en la cual la búsqueda de un futuro sin sombras, la lucha contra el destino y el retorno de las cosas forman parte de la postulación revolucionaria de un deber ser. A esto el autor opone la vivencia del presente y la inmanencia de dicha vivencia. “El hombre sin atributos”, el sujeto cotidiano, aquel que no hace de la Historia un proyecto construye una vivencia del presente en la efervescencia de lo tribal y lo nomádico. El “tiempo ahora” desutopizado es la fuente del “querer vivir juntos” o de la conformación de la comunidad emocional posmoderna. La revolución sería la laicización de la búsqueda del eterno gozo, cerca de dios, de las religiones.

      Para Maffesoli, las religiones, el mesianismo social y las revoluciones tienen un mismo arquetipo, es la pretensión de hallar un reino de la reconciliación, una edad de oro, un tiempo sin mal y coincidencia de los contrarios. Aunque es importante matizar que no podemos colocar en un mismo plano autores tan disimiles en sus perspectivas sociales y sociológicas, como Auguste Comte, Karl Marx o Charles Fourier, tal cual lo pretende Maffesoli. Entre el “Estado positivo”, la sociedad comunista y el falansterio no hay continuidad. Lo que es arquetípico es la búsqueda en el reformador social –como los citados– de un tiempo futuro más allá de la contradicción y la tragedia. Una superación del destino por la vía de la voluntad de construir una sociedad reconciliada y una naturaleza domeñada y cercana al ser humano.

      1.3. Razón, racionalismo y racionalidad: elementos para una crítica posmoderna

      Dicha crítica parece retomar elementos de la crítica de la razón realizada por otros sociólogos y filósofos, en especial está muy emparentada con las denuncias a las formas de abstracción de la razón instrumental moderna, tal cual la construye la Escuela de Fráncfort en su primera generación de pensadores. Aunque la crítica al racionalismo y logocentrismo, en Maffesoli, se hace a nombre del rescate de la imaginación, el onirismo, el sueño y la presencia de un mundo imaginal, en lo que se distancia de la escuela ya mencionada.

      Para los frankfurtianos, el mayor problema es, sin embargo, que la razón ilustrada deviene mito y ritualización del procedimiento matemático, además de ser una razón que pierde el horizonte de los fines por ocuparse del mero entendimiento calculador de los medios. La razón ilustrada se transforma en racionalización social.


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