Las katas. Kenji Tokitsu

Las katas - Kenji Tokitsu


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aquella imagen para los japoneses, la imagen ideal de la vida y la muerte. Entonces, la figura de Tesshu se concretizó más en mí y se hizo más fuerte, ya que su fallecimiento no reflejaba la serenidad de un anciano que se apaga dulcemente, sino la partida de un hombre, asolado por la enfermedad, que se enfrentaba a su dolor –un control perfecto de sí mismo y una prolongación, hasta el último suspiro, de un arte de vivir adquirido con fuerza que sigue unas formas culturales muy precisas.

      Ahí radica el interés sociológico de este ejemplo que va más allá de lo anecdótico. Este suceso se sitúa entre dos períodos: el final de un Japón feudal y el inicio de la era Meiji, que oficialmente empieza en el año 1868.

      La vida de Yamaoka Tesshu se consagró a la vía del sable enriquecida por la práctica del zen. Nació en 1836 en el seno de la familia Ono, una familia rica de guerreros (bushi o samurai). Su primer nombre fue Ono Tetsutaro, pero se le conoció más por su nombre adoptado, Yamaoka Tesshu. Su padre, gracias a su riqueza, le dio la educación más completa para un hijo de guerrero, y él la aceptó con una voluntad excepcional.

      Mientras realizaba los estudios de las literaturas morales budista, confucianista y shintoísta, las cuales eran el fundamento de la educación de la época, empezó, a los 9 años, la práctica constante del sable, del zen y de la caligrafía. Aunque vivía fuera de la capital, gozó de las enseñanzas de los mejores maestros de cada disciplina.

      Desde Edo5, vino a enseñarle Inoue Hachiro, un maestro de sable muy célebre. A la edad de 12 años, Tetsutaro realizaba cada día, armado con un sable de madera, un ejercicio de 10.000 sukis6. A continuación, empezó el entrenamiento cara a cara. Inoue golpeaba y picaba sin piedad el cuerpo de su estudiante. Incluso, aunque Tetsutaro iba protegido con una armadura especial, se desmayaba frecuentemente cuando su maestro le lanzaba contra el muro de madera.

      Gracias a este rudo entrenamiento y a su voluntad inquebrantable, Tetsutaro hizo progresos remarcables. A los 14 años obtuvo el título de maestro en caligrafía y, todavía hoy en día, siguen existiendo muchas de sus obras literarias.

      A los 17 años, se fue a Edo e ingresó en la escuela de sable del maestro Chiba, uno de los tres maestros más importantes de Edo y con quien su primer maestro Inoue había estudiado. El maestro Chiba Shusaku, ya con 60 años, era el fundador de la escuela. Su hijo, Eijiro, dirigía los cursos principales. La escuela tenía 2.000 estudiantes y tenía dos plantas. En la primera planta había una gran sala de entrenamiento (dojo), encima de la cual había habitaciones para cincuenta alumnos.

      Muchos adeptos del sable que aprendieron en aquella época en aquellas grandes escuelas se integraron luego en los movimientos políticos y participaron en las guerras de restauración (Meiji Ishin). Este fue el último período de Japón en el cual el sable tenía una verdadera función social y, por lo tanto, el entrenamiento era extremadamente duro. Entre los muchos adeptos del sable de aquel tiempo, algunos alcanzaron el nivel supremo de este arte.

      Tetsutaro, ya entrenado por el maestro Inoue desde hacía años, progresó todavía más entrenándose con más constancia que nunca. Obtuvo el diploma de fin de estudios de sable a la edad de diecinueve años, y se ganó la reputación de “poderoso”, algo que atestigua su sobrenombre “Oni Tetsu” (Tetsutaro “la fuerza del demonio”). La eficacia y la fuerza de sus sukis fueron constatadas por todos los miembros de su escuela.

      En 1854, a la edad de 18 años, Tetsutaro ingresó en el Instituto Marcial del Gobierno (Kobusho). Aquel año, una flota militar de Estados Unidos se presentó por segunda vez exigiendo la apertura comercial de Japón, cerrado en sí mismo desde hacía dos siglos y medio. En aquel mismo momento, la sociedad japonesa atravesaba una mutación compleja en el interior del país. En el Instituto se enseñaban todas las artes marciales tradicionales y, debido a la amenaza exterior que representaba la llegada de la flota americana, los estudios militares navales.

      Siguiendo la vía marcial, Tetsutaro buscaba lo que podría llamarse “el estado inmutable de su existencia”. En la cultura japonesa, esta expresión designa un estado en el cual las palabras son inútiles; la existencia es la expresión de una fusión completa con el arte, y las palabras, aquí, son superficiales.

      Tenía apenas veinte años cuando el maestro Chiba Shusaku le dijo:

      –Tetsutaro, te entrenaré si lo deseas.

      El entrenamiento consistía en un ejercicio de combate con un sable de bambú y una armadura de protección. Tetsutaro pensó lo mismo que los demás alumnos:“Aunque sea el gran maestro, ya tiene más de sesenta años y su fuerza ha debido disminuir. Su hijo Eijiro, el maestro joven, es sin ninguna duda más fuerte que él. Quizá tenga posibilidades de vencerle.”Y así le respondió:

      –Sí, venerable… maestro.

      Empuñaron los sables. Cuando el rostro del maestro apareció desde el interior del casco de protección, a Tetsutaro se le crisparon los nervios.

      –Ven cuando quieras –dijo el maestro.

      Pero era incapaz. Sentía que alrededor del maestro irradiaba una energía resplandeciente (ki o kiai) que le inmovilizaba. Tetsutaro, “la fuerza del demonio”, se sentía bloqueado y sudaba horriblemente. Treinta años más tarde les confesó a sus discípulos:

      –Me sentía como la rana cautivada por la serpiente. El verdadero adepto (Meijin) está dotado de un nivel extraordinario.

      Poco después, a la edad de 62 años, Chiba Shusaku falleció. No obstante, desde aquel día, el entrenamiento de Tetsutaro fue todavía más intenso.

      En aquel período, Yamaoka Seizan, su maestro de lanza y su mejor amigo, murió ahogado y los Yamaoka tenían dificultades para encontrar un sucesor. En el sistema patriarcal de las familias guerreras, la elección del sucesor era primordial para la continuación de la familia. Seizan no había dejado descendencia y sólo tenía una hermana, Fusako, que tenía 15 años.

      Considerando el vínculo estrecho que tenían Tetsutaro y los Yamaoka, el hermano menor de Seizan, Takahashi Kenzaburo (adoptado por la familia Takahashi y convertido en su heredero), propuso el matrimonio entre Fusako y Tetsutaro. A pesar de la pobreza de aquella familia y la riqueza de los Ono, y a pesar de su posición jerárquica respectiva, se casaron y Tetsutaro se convirtió, a los 20 años, en el heredero de la familia Yamaoka, la de su amigo más íntimo y, de alguna manera, su predecesor en el camino.

      Empezó a trabajar oficialmente en el Instituto Marcial como instructor auxiliar en compañía de muchos adeptos del sable que procedían de las escuelas más ilustres. No obstante, seguía yendo a la escuela del maestro Chiba. Fue entonces cuando conoció a muchas personalidades de horizontes políticos distintos.

      En aquel tiempo, llamado más tarde Baku-matsu (“final del mandato del Sogún”), aparecieron dos grandes corrientes políticas en la clase guerrera: una (Dabaku) tendía a reforzar el sistema del Sogún, y la otra (Kinno), quería establecer un nuevo sistema de gobierno en el cual el Emperador sostuviera, como en la antigüedad, el poder.

      Los gobiernos formados por la clase guerrera siempre habían respetado, formalmente, la supremacía del Emperador, pero éste, completamente fuera de la vida política, sólo mantenía un lugar simbólico en la cúspide del Estado.

      En efecto, cuando Tokugawa Ieyasu fundó, en el año 1603, el sistema mandatario del Sogún, en Edo, respetó el protocolo e hizo que el Emperador le llamara Sei-i-Tai-Sogún (“Gran General que vence a los enemigos bárbaros”). Desde entonces, el Emperador quedo recluido en su palacio, viviendo respetado pero sin poder.

      El título de Gran Sogún había sido creado a finales del siglo VIII para designar la función transitoria de un guerrero, Sakanoue-To-Tamuramaro, que el Emperador Kammu envió al norte del país para eliminar la revuelta de los bárbaros (Ezo).

      En aquella época, el poder imperial estaba en plena ascensión y el papel de los guerreros se esbozaba. Sin embargo, cuando Minamoto Yoritomo adquirió el título de Gran Sogún al fundar el primer gobierno de la orden de los guerreros (1192), el sentido original del título desapareció. El Gran Sogún


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