Hablando claro. Antoni Beltrán
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Filosofía esencial aplicada para
médicos, enfermos y entorno
Información que no se imparte en las aulas de Medicina
ANTONI BELTRÁN
Intentional management system
blando claro. Filosofía esencial aplicada para médicos, enfermos y entorno
© Antoni Beltran
ISBN ebook: 978-84-18411-51-9
Editado por Tregolam (España)
© Tregolam (www.tregolam.com). Madrid
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Diseño de portada: © Tregolam
1ª edición: 2021
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Quiero hacer público mi inmenso agradecimiento a mi hijo Antonio, pues sin su inestimable ayuda durante mi enfermedad, hoy no estaría escribiendo esto. Con ello, no deseo olvidarme de la compañía que me brindaron también mis otros hijos: Laura, Eva y León, cada uno, dentro de sus posibilidades, me la hicieron más llevadera.
Y también y en otro orden de cosas, al Dr. Miquel Bruguera i Cortada, presidente emérito del Collegí Oficial de Metges de Barcelona, por su pronta disposición a evacuar cualquier consulta que me ha surgido durante la confección de este ensayo.
Doctorum memoriam
«Para todos los clínicos que día a día entregan su vida en la ayuda a los demás». No cabe ninguna duda de que la «medicina» es la profesión más sublime que hay, ha sido y será. Teniendo en cuenta que el conocimiento es poder, esta máxima es una sapiencia que puede llegar a salvar vidas o, en su caso, aminorar el sufrimiento. No obstante, precisamente y por ese motivo, provoca que algunos médicos se crean dioses todopoderosos y eso se trasluce en su arrogancia hacia las personas con que se relacionan, particularmente con los enfermos y sus familiares. Del mismo modo que el enfermo, al consultar en internet su dolencia, tampoco, de ninguna manera, se puede considerar un médico.
Si reformulamos este pensamiento, aquellos que se dedican a la medicina deberían ser considerados como los elegidos de la sociedad. Si bien, al mencionar esto, me ha acudido a la memoria la frase de Marco Aurelio: «Respice post te! Hominem te esse memento!», que traducida significa; «Mira tras de ti, recuerda que eres un hombre, no un dios». Esta era la oración que a la llegada a Roma repetía un esclavo mientras acompañaba en su carro de guerra a los generales triunfadores.
Introducción
El ensayo que tienes en tus manos, junto con los dos anteriores: Interpretación del éxito y Del hechicero a la medicina actual, forma parte de la trilogía en la que expreso mis conocimientos y saberes experimentados desde mi doble vertiente de enfermo, que fui atendido por los clínicos con un evidente éxito, y la de consultor en management, donde desarrollé la actividad con unos conocimientos contrastados de más de treinta años.
El estudio y consecuente análisis se desarrolla dentro de una de las vertientes de mi especialidad, el intentional management system, como son: «La actitud y la comunicación, en este caso de los sanitarios y, más particularmente de los médicos, cuando se relacionan con los enfermos y sus familiares». También incluyo; «qué es y cómo se desarrolla la empatía, especial capacidad para ponerse en el lugar de los demás». Quiero insistir en estos dos conceptos, por considerarlos capitales en la exposición del trabajo que ofrezco; más adelante los desarrollaré junto con el resto que componen el ensayo.
Primordialmente, la finalidad que busca este compendio de información, que se plantea dentro del estudio, es evidenciar los posibles errores que se cometen de forma continuada dentro de la labor sanitaria, especulando fórmulas para ofrecer las consecuentes soluciones. Ayuda que va particularmente dirigida a cualquier profesional de la medicina, dado que, como es sabido, en los centros de enseñanza específicos —universidades— continúan ignorando las consecuencias que tienen en los enfermos,1 ciertas actitudes invariables, así como determinadas palabras.
Desconozco los motivos que puede argüir la medicina de esta parálisis, por expresarlo de alguna manera. Pues estoy en la seguridad que cualquier profesor en activo no puede alegar desconocimiento de lo que está sucediendo en la actualidad, en el momento que el médico inicia una interrelación en el desarrollo de su labor con el enfermo.
No obstante, por si pudiera haber un malentendido a lo que me refiero, seré más concreto, lo que describo: «Es la escasa capacidad de comunicación generalizada, donde ineludiblemente he de destacar las palabras, los tonos de voz, los silencios y, en conjunto, las actitudes en su relación cotidiana con el enfermo y los familiares. Como es no solo la información de una noticia que puede afectar de una forma importante a su seguridad física o, en el peor de los casos, al presagio de una muerte próxima, sino también a toda una serie de comportamientos».
No es que dentro de esta generalización que denuncio se hallen todos los clínicos sin excepción, pues los hay que sí que poseen una gran «capacidad de empatía» con los enfermos, familiares y los propios compañeros. Aun con todo, estas apreciables aptitudes de ninguna manera fueron planteadas en el ámbito universitario, pudieron ser adquiridas en la infancia inspiradas por sus mayores o en otros casos, los menos, por algún maestro que conoció el residente en sus años de MIR.
Ahora, con el fin de expresarme con más propiedad, voy a descubrir uno de los secretos de mi persona. Sí, soy consciente que con esto dejo que me puedas enjuiciar, lector. Ahora bien, lo que me empuja a hacerlo no es ninguna pretensión exhibicionista, ni tampoco un modo de llamar la atención. La realidad es que durante muchos años «Yo no fui quien quería ser, sino que era de la manera que me habían hecho».2
Cuando tuve más de lo que podía o sabía gastar, me sentí dentro de un gran vacío interior. Por explicarlo de una forma simple, puesto que sabido es que siempre hay un conjunto de motivos difíciles de concretar, al menos para el que los sufre directamente. Esta falla existencial me comportó una insatisfacción absoluta. Tenía éxito, sí, y, sin embargo, interiormente me encontraba en el más grande de los fracasos. Situación que conllevó precisamente una de las adicciones propias de esta época: «el alcoholismo».
Quizás ahora, lector, puedas pensar que esto no es una buena referencia para ponerse a leer este libro. Pero a quien pueda estar en esta creencia, le puedo asegurar que se equivoca. Como ejemplo, aunque soy agnóstico, permíteme que elija una historia de la Biblia, el que considero un buen libro de referencia y eso me faculta a seleccionar lo que se cuenta del apóstol Pablo, el cual, además de ser ciudadano romano, era un importante comerciante miembro de la comunidad política y religiosa de los fariseos.
Pues bien, al tener conocimiento de la existencia de una secta de seguidores de alguien que se permitía poner en duda las creencias de su religión, se volvió el más enconado enemigo de los cristianos, persiguiéndolos con la espada allí donde los encontraba.
Hasta que sucedió. Cuenta la historia que mientras montaba su corcel, un rayo de luz le cegó los ojos, era «El Señor de los cielos», quien le dijo que se arrepintiera y con eso se volvió un converso, pasando de perseguidor a perseguido por aquellos de su anterior religión.
Si te estás preguntando, lector: por qué te explico esta