El metal. José Antonio Ares

El metal - José Antonio Ares


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presente obra enseña técnicas básicas para trabajar directamente los metales con formas comerciales. El hierro, el cobre, el latón o el acero inoxidable son metales comunes, asequibles y fáciles de encontrar en el mercado. Son productos tratados en la industria y que llegan al mercado en múltiples formas comerciales.

      También encontrará el lector temas referidos a la metalurgia de los metales y las aleaciones, es decir, características físicas y mecánicas, transformación en formas comerciales, etcétera. Y hallará referencias históricas de la relación que las distintas civilizaciones tuvieron con los metales y de como éstos han influido en el progreso de la humanidad. Pero no se encuentra entre las páginas de este libro ninguna técnica relacionada con la fundición, ya que estos interesantes procesos no tienen un trabajo tan físico y directo sobre el metal sino sobre los moldes y el complejo comportamiento del metal en ellos.

      Descubrirá, en cambio, temas sobre su transformación mecánica, es decir, técnicas básicas de conformación, mecanización y técnicas de soldadura para la unión permanente de los metales y también un apartado dedicado a la forja, técnica esencial que puede merecer un libro aparte por su universo de posibilidades creativas.

      Igualmente, se ofrece un capítulo relacionado con las herramientas y las máquinas necesarias para aplicar las técnicas, y otro dedicado a describir diferentes formas de acabados superficiales de los metales.

      Para terminar, se proponen unos ejercicios prácticos, explicados paso a paso, cuya finalidad es mostrar el empleo en la práctica de las distintas técnicas básicas descritas al realizar un objeto.

      En definitiva, este libro expone de manera clara, amena y rigurosa los procesos básicos referentes al trabajo con los metales más comunes.

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      José Antonio Ares i Río (Villar de Golfer, 1968) es licenciado en Bellas Artes por la Universitat de Barcelona en la especialidad de escultura. Ha cursado estudios de grabado en la Escola d’ Arts i Oficis de la Diputació Provincial de Barcelona y de cincelado en la Escola Massana, también de Barcelona. Actualmente y desde 1997 compagina la escultura con la docencia de técnicas escultóricas como maestro de taller en la Facultad de Bellas Artes de la Universitat de Barcelona. En el 2003, compartió el trabajo de preparación de este primer libro con la enorme felicidad del nacimiento de su hija Ia.

      El conocimiento de las técnicas para modificar los minerales y convertirlos en metales es relativamente nuevo, visto desde la perspectiva de la existencia de la humanidad. Desde la utilización de elementos sencillos como piedras, palos o huesos a modo de útiles de uso cotidiano hasta la aparición de los primeros enseres metálicos que requerían para su transformación conocimientos tecnológicos, transcurren miles de años.

      En la primera mitad del siglo XIX el arqueólogo danés C. J. Thomsen elaboró una periodización dividiendo en tres etapas la clasificación del material arqueológico encontrado en los yacimientos. Este material se ordenaba según proviniera de la Edad de Piedra, al final de la cual aparece el uso del oro y el cobre, de la Edad del Bronce o de la Edad del Hierro.

      Estas divisiones no son cronológicamente exactas. Por ejemplo, se sabe que China pasó prácticamente de la Edad de Piedra a la del Bronce al tiempo que Gran Bretaña. O que en Japón el bronce y el hierro aparecieron a la vez. En cambio, en el Nuevo Mundo no se trabajó la metalurgia para fabricar útiles hasta la llegada de los españoles, con excepción del oro, en cuyo trabajo algunas civilizaciones demostraron una gran maestría.

      Premetalurgia

      Desde las primeras civilizaciones ha tenido especial importancia la ornamentación como símbolo de estatus dentro de un grupo social. Los ornamentos estaban construidos con piedras y minerales que destacaban del resto por sus colores llamativos. Así, el azabache, la pirita, el jaspe, la obsidiana o el ámbar se usaban para confeccionar armas o adornos que denotaban una posición dentro del grupo y daban prestigio a sus dueños.

      A partir del uso de estas piedras llamativas, las civilizaciones antiguas conocen otros minerales, algunos de los cuales constituyen la materia prima para obtener los metales.

      Aprenden a conocerlos, a encontrarlos, a extraerlos y a manipularlos para conseguir, por ejemplo, pigmentos de diversos colores. Asimismo, aprenden que el fuego cambia el color de algunas rocas, y que si el calor es intenso incluso se puede modificar su forma externa.

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      En la naturaleza, además de pepitas de oro, es posible encontrar diversos metales nativos, es decir sin combinar, generalmente nobles o seminobles, como plata, platino y también cobre. De este último metal es esta muestra procedente de la mina Calcedonia (condado de Ontoganon, EE. UU.).

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      También el hierro, como el aquí expuesto, y algún otro metal es posible hallarlo en lo que se denomina estado nativo. En este caso procede de un meteorito hallado en Australia.

      Metales nativos

      Los primeros metales que se usaron para confeccionar objetos en las sociedades primitivas son los llamados nativos. Se hallan en la naturaleza en estado puro, sin combinar formando minerales. El oro, el cobre y la plata son los más comunes y los más buscados, más adelante se incluiría el hierro meteorítico.

      La atracción de las sociedades primitivas por estos metales es evidente. Sus colores brillantes despiertan curiosidad. Además, podían ser modificados formalmente por medio del martilleo en frío con piedras sobre yunques de piedra para fabricar pequeños objetos de ornamentación.

      El cobre nativo es el primer metal que se trabajó como indican los objetos hallados en Tell de Sialk (Irán) y en Coyönü Tapesi (Turquía) entre el VIII y VII milenio a.C. Este metal se utilizó indistintamente para fines prácticos y ornamentales.

      El oro, en cambio, se empleó con fines decorativos y ornamentales. Su maleabilidad permite crear láminas finas por martilleo a partir de las pepitas encontradas en la arena de los lechos de los ríos auríferos.

      Calcolítico

      El período calcolítico, también llamado Edad del Cobre, comprende el IV y el III milenio a.C. y se sitúa al final de la Edad de Piedra. La palabra calco viene del griego y significa “cobre” y lítico, también del griego, significa “piedra”.

      Este período se considera el inicio de la metalurgia. Paralelamente al recogido y trabajo de los metales en estado nativo, algunas sociedades de este período extraen el mineral de cobre en las minas, como la de Timna, cerca del mar Muerto, para realizar su transformación mediante fundición y conseguir el metal, lo que constituye un proceso propiamente metalúrgico.

      Esto permitía verter el cobre licuado en moldes de diversas formas para obtener utensilios de uso cotidiano como hojas de hachas, puntas de flechas o azadones. Estos útiles fueron muy importantes para el progreso de las civilizaciones en un momento en que la sociedad comienza a domesticar animales y a reemplazar la caza por la agricultura.

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      Situación de los primeros centros de producción de la metalurgia, en concreto del cobre, del bronce y del hierro, en el Próximo Oriente y Europa.

      Edad del Bronce

      Tras el período calcolítico se desarrolla la Edad del Bronce. Esta etapa se nombra así por el empleo de la aleación de cobre y estaño para fabricar útiles. Las primeras aleaciones de bronce no son mezclas realizadas por personas sino combinaciones de origen natural, como el cobre con arsénico, muy abundante en el Próximo Oriente.

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      Escena de una tumba de Sakkara, del Imperio Antiguo de


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