100 personas que han hecho único al Atleti. Fernando Castán
que los cincuenta personajes que tiene delante. Está situado ahí porque su capítulo va hilado con los dos anteriores que no diré de quiénes son porque así empiezas a leer ya.
Pitido inicial. Pasen y lean; con todos ustedes, el Atleti y los atléticos, que son lo mismo.
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LUIS ARAGONÉS, LA LEYENDA
«Forman ustedes un grupo, que yo se lo he dicho, si yo no estoy en la final con este equipo soy una mierda, he organizado una mierda, y ahora lo único que les pido es que jueguen, que se diviertan jugando. Un jugador que se precie, se lo dice uno que ha jugado muchos años, tiene que ir al campo y decir “voy a hacer el partido del siglo”.»
Estas frases son solo una parte de los consejos que Luis dio a los jugadores de la selección nacional a lo largo de la Eurocopa de 2008. Solo una parte, de unas imágenes que deberían ser obligatorias en colegios, universidades y empresas.
Cuando yo era niño, cuando veía su imagen en los cromos o en la tele, Luis Aragonés (Madrid, 28-7-1938) me infundía un gran respeto. Otros jugadores me provocaban otros sentimientos, pero él no. Tenía un halo diferente. Era como un maestro fuera del colegio, su presencia, aunque fuera en una foto y yo fuera un crío, imponía, y mucho.
Y uno de mis primeros recuerdos del Atleti cuando era un crío quizás sea su famoso gol en el estadio Heysel de Bruselas en la final de la Copa de Europa de 1974. No estoy seguro. Durante décadas no lo volví a ver, ni quise ni pude, y tuve una vaga idea del mismo hasta que ya en el siglo XXI reviví aquel partido en alguna tele. En cualquier caso, mis primeras imágenes son de aquella temporada y de un Aragonés ya sabio dentro y fuera del campo.
La historia moderna del Atlético de Madrid no se entiende sin Luis. La del fútbol español, tampoco.
Jugador rojiblanco desde 1964, tras pasar entre otros equipos por el Plus Ultra, conjunto vinculado al Real Madrid (sí, quién lo diría, el Madrid) y el Betis. Debutó en el viejo Metropolitano el 13 de septiembre de esa temporada pero su nombre pronto se vincularía para siempre al entonces nuevo estadio del Manzanares o Vicente Calderón, en cuyo césped lograría el primer gol de su historia en un partido contra el Valencia. Era la cuarta jornada de aquella temporada, un 2 de octubre de 1966. Y el 8 estrenaba el marcador del coliseo con un gol de cabeza; él, un especialista en marcar de falta. Paradojas de la vida y del club colchonero.
El Atleti inauguraba estadio y lo hacía como campeón de Liga, la primera de nuestro protagonista. A este título le sucederían en su palmarés las Ligas de 1969-70 y 1972-73, así como las Copas de 1964-65 y 1971-72 y el subcampeonato de la Copa de Europa de 1974, perdido en el último suspiro tras su tanto en la prórroga de falta directa. El alemán Hans-Georg Schwarzenbeck enjugó la ventaja obtenida por «el Sabio de Hortaleza» cuando los jugadores entrenados por Juan Carlos Lorenzo se preparaban para levantar el máximo título continental.
En aquellos años no había penaltis al término de la prórroga; otra fatalidad, pues alguna oportunidad habría tenido el Atleti de imponerse en la misma a pesar de que la potencia del Bayern de Múnich no invitara al optimismo. En cualquier caso, el gol alemán condujo a un partido de desempate en el que el Atleti fue vapuleado por un conjunto que sería la base de la selección alemana que ese mismo año se proclamó campeona del mundo.
Tiempo tendría Luis de resarcirse de aquella derrota, pues la temporada siguiente, la 1974-75, fue elegido entrenador por el presidente, Vicente Calderón. Otra paradoja en la historia del Atleti: su primer título internacional como técnico, la Copa Intercontinental (hoy Mundialito de Clubes y que en la década de los setenta jugaban los campeones de Europa y de la Libertadores) la ganaría sin haber sido campeón continental.
Comenzó Aragonés su carrera como entrenador, de forma igual o más brillante que la de jugador. Llevó su sabiduría, su espíritu competitivo y su ansia por la victoria a los banquillos para hacerse, tras la citada Intercontinental, con la Liga de 1976-77 y con las Copas de 1976, 1985 y 1992, además de la Supercopa de España de 1985.
Después de entrenar en diversas etapas al Atleti, Aragonés se sentó, entre otros, en los banquillos de Valencia, Barcelona, con el que se hizo con la Copa de 1988, Sevilla, Betis o Mallorca. Regresó en 2001 al Calderón para lograr el ascenso tras dos temporadas en Segunda.
La cima de su carrera como técnico llegó el 29 de junio de 2008 en el estadio Ernst Happel, de Viena, cuando España se proclamó por segunda vez en su historia campeona de Europa con un gol de Fernando Torres, uno de los jugadores que en el club había contribuido a moldear de forma decisiva. Luis, a pesar de la Eurocopa, no continuó en la federación. Un hecho inexplicable e inexplicado.
El 1 de febrero de 2014, Luis se llevó su sabiduría al «tercer anfiteatro».
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MANUEL OPPENHEIMER, UN EJEMPLO DE LUCHA
Si Luis Aragonés es una leyenda y simboliza una parte de la historia rojiblanca, un niño argentino, Manuel Oppenheimer, representa el futuro. He querido que en este libro a un mito del club le suceda en el segundo capítulo un chaval nacido en la otra orilla del Atlántico en el año 2009, por lo que en 2018 tenía 9 años. El futuro y la gran proyección internacional que ha tenido la entidad en los últimos años han hecho que este chaval sea un fanático del Atleti.
Manuel Oppenheimer es un niño argentino al que una extraña enfermedad le dejó sin piernas y sin una mano al poco tiempo de nacer. En la otra, tiene dos dedos. «Oppe» —como figura en una de sus camisetas del Atleti, de las muchas que debe de tener— entró en contacto con Antoine Griezmann a través de un vídeo que le envió y al que el francés respondió mostrándole su admiración, ya que «solo» juega al fútbol, nada y practica el atletismo.
En noviembre de 2018, el chico viajó a Madrid para cumplir uno de los sueños de su vida: ver un partido del Atlético de Madrid y saludar a su ídolo, quien ya la noche anterior al partido disputado contra el Athletic de Bilbao se había desplazado al hotel de la «delegación» argentina para abrazar a Manu.
Si hay una historia que me ha emocionado en las últimas temporadas, esa es la que refleja el vídeo El sueño de Manu, cuando Oppenheimer presenció el 10 de noviembre el choque con el club vasco, un partido en el que se impusieron los locales por 3-2 con un increíble tanto de un Diego Godín cojo, bajo la lluvia y al final del encuentro.
Me gusta cómo habla y su acento: «es muy, pero que muy lindo», dice al acercarse en coche al estadio y verlo al fondo con la gran bandera, y añade: «encima con esa banderita del Atlético de Madrid», y la cara de asombro del chaval. Y me hace gracia la pasión que muestra al celebrar los tantos locales y, sobre todo, su naturalidad a la hora de mirar a la cámara y a la hora de ser saludado uno a uno por los jugadores y el cuerpo técnico del Atleti. ¡Qué desparpajo! No me imagino a mí mismo con esa tranquilidad en la puerta del vestuario rojiblanco cuando tenía la edad de «Oppe».
No creo que haya un buen atlético que no haya visto el documental. Pero por si acaso aquí dejo las palabras de despedida del niño argentino: «Les recomiendo mucho venir a este estadio y ser de este equipo, porque es muy lindo y te apasiona este equipo porque vos sentís los partidos en un estadio tan lindo como este y encima con tanto respeto por los jugadores [supongo que por los locales]. Es muy lindo ser de este equipo. ¡Aúpa Atleti!»
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MICHAEL MCCLEARY, EL MÁS ATLÉTICO DEL MUNDO ES AMERICANO
El atlético más atlético del mundo no vive en Pirámides, ni en Carabanchel, ni en la avenida de Luis Aragonés, ni siquiera reside en España, aunque sí nació en ella.
Michael McCleary, mi amigo Miguel, es una de las personas más auténticas que conozco y entre otros motivos es tan auténtico porque es el atlético más atlético del mundo. De broma solemos poner en duda su condición de líder en una imaginaria clasificación de aficionados rojiblancos y más en los últimos años durante los cuales en nuestras vidas han aparecido nuevas personas capaces de competir con él. Pero este «americano