¿Quién escupió el asado?. Diego Pérez
academia formaba hipótesis sobre el fenómeno subcultural, desde la vereda de la contracultura sesentista y los órganos de propaganda de la izquierda comenzaban a tramarse particulares calificaciones respecto al rock y todo aquello que resultase diferente y, por tanto, nocivo. El miedo generó la reacción que configuró una serie de prejuicios según los cuales lo desconocido era referenciado como peligroso.
La izquierda se manifestó conservadora frente a lo que consideraba como «influencias foráneas» y capitalistas. Para fines de 1985, el debate ya estaba instalado y Raúl Forlán Lamarque apuntaba que «el canto popular tuvo un grave olvido: los jóvenes […] Los Estómagos, entonces, manejan adecuadamente un lenguaje que, en su intención poética, registran las urgencias y necesidades de los más jóvenes» (Forlán Lamarque: 1985).
Guiados por los antiguos militantes que salían del encierro, las imposiciones políticas de reposición (Cabrera: 1988) exigían retornar a un pasado donde trinomios como joven-estudiante-luchador perduraban, inhabilitando el cuestionamiento a las lógicas sexistas y patriarcales, obstaculizando y banalizando aquellos intentos que proponían debates en torno a la lucha feminista y de transgénero, la crítica a la sociedad heteronormativa y al sexismo, las interpretaciones sobre drogas y las nuevas enfermedades como el sida, las formas educativas y el poder, el antipatriarcado, el matrimonio y formas alternativas de organización y participación política.
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