El verano que inventamos la nieve. Ana Draghía
mirada que me dedica Vittoria, me percato de que ella tampoco. Nos sonreímos mutuamente. Ella me coge de la mano y agradezco este contacto con alguien a quien parezco caerle bien tal y como soy. Pese a que aún no me conoce.
—Mi padre nos espera para cenar —me dice Timothée media hora después.
No he cenado con ellos aún, y sé que no puedo posponerlo para siempre.
Me levanto, me visto y hago ademán de preguntarle si nos vamos, pero, antes de que me dé la oportunidad, veo que besa con ímpetu a Martina, se sube en su bici y se marcha.
—¿Qué le pasa?
Vittoria espera que le resuelva la duda. No sé cómo hacerlo, por lo que acabo haciendo una mueca con la boca que no significa nada.
—¿Tú te vas?
—Yo me quedo un poco más.
Frunzo el ceño. Todos nos marchamos menos ella, ¿por qué querría quedarse aquí sola?
Cojo la bicicleta y me despido de todos con la mano.
Cuando al fin nadie me mira, cuando estoy sola de nuevo, reparo en que estoy preocupada por algo y no sé qué es, pero logra empañarme los ojos y hacerme llorar mientras atardece.
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