El niño problema. Guillermo Javier Nogueira
un tratamiento ético y realista en el que aquellos comprometidos con esta problemática realicen un debate serio con la mirada puesta en dirección a la detección de sus causas, evaluación ajustada de su magnitud y pronóstico, junto con su prevención y posibles soluciones. Es lamentablemente frecuente acotar la observación y el tratamiento a los efectos y no a sus causas por ser estos más visibles y concretos y por ende más fáciles de tratar. Un buen ejemplo es tomar la alimentación y el hambre como prioridades absolutas y no mirar a su causa principal como es la pobreza que es multideterminada y más compleja. Este debate, así como las propuestas que vayan surgiendo, traerá a un primer plano la necesidad de ayuda a los progenitores dado que un embarazo de riesgo, cualesquieran sean sus causas, ya los ubica frente a un proceso en curso para el que nuestras soluciones suelen ser tardías, parciales, precarias o inexistentes.
La niñez
Es aleccionador y aún sorprendente mirar la niñez desde una perspectiva histórica. En Egipto y la Mesopotamia los ritos religiosos, entre ellos la circuncisión por ejemplo, tenían fundamental importancia. Los niños eran tenidos en cuenta para las leyes sucesorias, trabajaban y podían ser encarcelados. También se los abandonaba para provocar su muerte dejándolos expuestos, de allí la palabra expósitos. Incluso se hacían sacrificios humanos que incluían niños.
En Grecia eran considerados hijos del estado y por lo tanto al momento de nacer una comisión de expertos determinaba su valor. Si eran fuertes y sanos serían soldados (Esparta), si tenían defectos congénitos o eran débiles los arrojaban desde el monte Taigeto o los abandonaban en los “expositorios”. Lo individual era sacrificado en pos de lo social. No obstante, no en todos lados era así; en Atenas, Platón aconsejaba mecerlos y dejarlos jugar libremente hasta los 6 años. A partir de allí aparece el pedagogo y la escuela. Un ciudadano de la polis debía crecer libre y estimulado inicialmente para luego ser formalmente educado y así poder hacerse cargo de las tareas de la ciudad como institución. Aristóteles sostenía algo parecido pero claramente preconizaba eliminar a los defectuosos. La educación era solo para los varones y dependía de cada familia. El cuerpo era idealizado y la educación tendía a lograr su perfección en el gimnasio o la palestra. Los niños tenían sus dioses protectores y la filosofía era considerada como el logro del espíritu y del cuerpo. Los esclavos no eran considerados en otros aspectos más que como posesiones y mano de obra y sus hijos tenidos como inversiones a futuro.
En Roma aparece la figura del padre con poder absoluto, el pater familiae. El niño es tomado como un proyecto para ocupar un lugar en la sociedad con un rol determinado y variable: guerrero, ciudadano, trabajador o madre. Para estas sociedades el rol de la mujer era secundario y en el mejor de los casos tomada desde su posición reproductora y criadora. Las tareas pertinentes de la crianza y el hogar le estaban destinadas.
Hipócrates, gestor de la mirada médica, consideraba a la infancia según períodos: de 0-7 años los consideraba bebés, de 7 a 14 niños y de 14 a 21, adolescentes. Esa división y la concepción subyacente predominaron hasta el Renacimiento.
El cristianismo propone una visión religiosa y valora al hijo en relación con la figura del padre, Jesús hijo de Dios, generando una metáfora interesante en tanto que lo visible del padre es el hijo, lo visible del hijo es el padre y ambos se honran recíprocamente. El niño es más valorado e inclusive la función materna es también revalorizada. Surge el lema que promulga a las mujeres reinas del hogar y a los niños reyes de la casa.
Poco a poco se va instalando la familia moderna a partir del siglo XVII. Posteriormente aparece la medicina científico-positivista y su foco en los niños da lugar a la pediatría. Un rasgo a destacar, por razones que se verán más adelante, es preconizar la lactancia materna, inicialmente como una conveniencia nutricional. Mucho después se reconoce el aspecto relacional constituyente del aparato psíquico, los primeros aprendizajes, la subjetivación, la mirada compartida y el lenguaje. Es interesante ver cómo cuando se dan nuevos criterios estéticos y de realización femenina, comienza la sustitución de la lactancia materna por el biberón, las leches artificiales, el “babyfood” envasado e inclusive la alimentación por una tercera persona. Algunas sociedades avanzadas buscan paliativos con las licencias por maternidad e inclusive con el desplazamiento del rol paterno como trabajador proveedor de bienes al de colaborador estrecho en la crianza. En nuestro medio la crianza está sujeta a avatares variables según la clase social, el nivel educacional, la época y el lugar, no muy distinto de lo que sucede en otras comunidades. En uno de esos típicos movimientos de flujo y reflujo sociocultural ahora se revaloriza la lactancia materna en sus dos aspectos, pero nuevamente con más aceptación y posibilidades en las clases media y alta. En las clases bajas suele quedar como único recurso alimenticio y dado el precario nivel nutricional de las madres, es un recurso limitado y de nivel nutritivo insuficiente sumado a las dificultades de permanencia del niño junto a la madre trabajadora.
En las sociedades modernas la niñez es enfocada y atendida por tres actores principales; los padres en primer lugar, seguidos por el Estado y por la medicina en último término, que actúa como asesora y ejecutora de los programas de promoción, atención, prevención, docencia e investigación en las áreas de la salud infantil a través de la pediatría. La pedagogía, las ciencias de la educación y los docentes promueven la escolarización/educación, la planifican, guían y ejecutan vinculándose con el estado y los padres.
La pediatría a su vez se ocupa no solo de las enfermedades sino también de los aspectos normales y preventivos que se pueden englobar como la crianza y los cuidados particulares que un niño requiere y que suele denominarse puericultura. Por otro lado reproduce el modelo médico general con los pediatras generalistas y todas las especialidades reconocidas. Entre ellas para la problemática de nuestro interés, la neuropediatría y la psiquiatría infantojuvenil son las de mayor relevancia y las más recientes.
Etapas
En nuestros días solemos hablar de neonatos, lactantes, primera infancia, segunda infancia y adolescencia. Estos límites cronológicos han sido fijados en base a criterios médicos surgidos de la pediatría y también de la pedagogía. Esta etapa, de desarrollo relativamente reciente (siglo XIX en adelante), se va consolidando desde mediados del siglo XX con variaciones socioculturales muy significativas.
El que escribe estas líneas disfrutó de las ventajas del novedoso servicio de pediatría en un hospital público y luego de su pediatra a quien era llevado para los controles periódicos. Situación excepcional en esa época (década de 1940) por vivir en la Capital Federal y en una zona cercana al centro, además de otros determinantes culturales y económicos.
La subjetividad
Es fundamental e interesante reflexionar que tanto la historia hasta aquí resumida como la evaluación de sus orígenes, observaciones, datos y consecuencias que dieron forma a lo que ha dado en llamarse el “estatuto de la infancia”, parten siempre de la mirada de los adultos y ocasionalmente si es que alguna vez, desde los niños, la que de todos modos es pasada, traducida, a través de la subjetividad de un adulto.
Este es un problema muy importante y a veces con graves consecuencias ya que se tiende a desubjetivizar a los niños por distintas razones y de diversas maneras. Como a veces no hablan o lo hacen mal, suponemos que no piensan, no escuchan o no sienten. Es posible entonces no hablarles, no escucharlos o ignorar sus conductas comunicativas de otro tipo y suponer que sienten lo mismo que nosotros, sin reconocer distancias y diferencias. Los tratamos como objetos y luego decidimos por ellos, ignorando, desconociendo o no respetando su demanda. Se entraría así en una circularidad señalada por algunos autores, en la que por la aparente falta de comunicación y comprensión se genera una falta de respuestas por parte del adulto a cargo, sean estos los padres o los docentes y así ambos términos se degradan en su funcionamiento, se aíslan y ocluyen posibilidades de comunicación y aprendizaje.
La gravedad es mayor cuando un niño tiene dificultades genuinas o cuando esas dificultades son agravadas y/o producidas por aquellos responsables de su crianza, enseñanza o del diagnóstico y tratamiento de sus problemas.
Por genuinas