Jesús maestro interior 2. José Antonio Pagola Elorza

Jesús maestro interior 2 - José Antonio Pagola Elorza


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no perdamos la calma. Volveremos de nuevo, con paciencia, al silencio siempre que sea necesario. Para quienes lo deseen, sugiero unas breves palabras tomadas de los salmos para disponer el corazón al silencio contemplativo.

      – Tú sí que eres bueno (Salmo 51,11).

      – El Señor me rodea con su misericordia y su cariño (Salmo 102,4)

      – Mi corazón se alegra y le canta agradecido (Salmo 27,7).

      COMPROMISO

      Es el momento de pasar de mi lectura orante del Evangelio al Evangelio traducido a mi vida. Hay diversas posibilidades.

      – Concreto mi compromiso para toda la semana.

      – Tomo una decisión para un tiempo definido.

      – Concreto algún gesto para el día.

      ***

      DESPIERTA, SEÑOR, NUESTROS CORAZONES 1

      Despierta, Señor, nuestros corazones,

      que se han dormido en cosas triviales

      y ya no tienen fuerza para amar con pasión.

      Despierta, Señor, nuestra ilusión,

      que se ha apagado con pobres ilusiones

      y ya no tiene razones para esperar.

      Despierta, Señor, nuestra sed de ti,

      porque bebemos agua de sabor amargo

      que no sacia nuestros anhelos diarios.

      Despierta, Señor, nuestro silencio vacío,

      porque necesitamos palabras de vida para vivir

      y solo escuchamos reclamos de la moda y el consumo.

      (Florentino Ulibarri)

      Canto: «Busca mi rostro»

      Oigo en mi corazón: busca mi rostro.

      Búscame en la noche, busca en el silencio.

      Búscame en tu hermano, contigo estoy, contigo estoy.

      ¡Te buscaré, Señor! No me escondas tu rostro.

      Tu rostro buscaré. (2)

      Oigo en mi corazón: busca mi rostro.

      AIN KAREM, CD Busca mi rostro 8

      [email protected]

      2

      PEDID, BUSCAD, LLAMAD

      Al iniciar la sesión. Cerramos los ojos… nos relajamos… respiramos con calma… Voy a escuchar a Jesús, mi Maestro interior… El Padre me va a hablar por medio de él… «Jesús, tú lo sabes todo. Tú sabes que te quiero».

      Lucas 11,9-13

      9 Yo os digo: pedid y recibiréis; buscad y encontraréis; llamad y se os abrirá.

      10 Porque todo el que pide, recibe; el que busca, encuentra, y al que llama, se le abrirá. 11 ¿Qué padre hay entre vosotros que, cuando su hijo le pide pan, le da una piedra? ¿O si le pide un pez le va a dar una culebra? 12 ¿O si le pide un huevo le va a dar un escorpión?

      13 Pues si vosotros, aun siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan!

      En el texto anterior hemos escuchado la pregunta de Jesús: «¿Qué buscáis?». Ahora vamos a escuchar su invitación a pedir, buscar y llamar. Son tres actitudes que hemos de cuidar en nuestro recorrido. Si buscamos renovar interiormente nuestra fe, no podemos acercarnos a la lectura orante del Evangelio de cualquier manera, en actitud indiferente o distraída.

      LEEMOS

      Lucas y Mateo recogen en sus respectivos evangelios y con términos idénticos unas palabras de Jesús que, sin duda, quedaron muy grabadas en sus seguidores más cercanos. Es fácil que Jesús las pronunciara en más de una ocasión en los alrededores del lago de Galilea o, tal vez, cuando se movían por las aldeas pidiendo algo de comer, buscando acogida o llamando a la puerta de los vecinos. Jesús sabía aprovechar cualquier experiencia de la vida para despertar la confianza de sus discípulos en un Dios al que él experimenta como Padre bueno.

      1. Tres invitaciones de Jesús (v. 9)

      Jesús quiere despertar tres actitudes en sus discípulos. Las tres apuntan a la misma actitud de fondo, pero los términos parecen sugerir matices diferentes: «Yo os digo: pedid y recibiréis; buscad y encontraréis; llamad y se os abrirá».

      Pedir es suplicar algo que hemos de recibir de otro, pues no podemos dárnoslo a nosotros mismos. Para Jesús, esta es la actitud que hemos de tener ante Dios: «Todo lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo concederá». Con frecuencia necesitaremos pedir a Dios en nombre de Jesús luz y fuerza para reavivar nuestra vida interior.

      Buscar es indagar, rastrear, movernos para descubrir algo que se nos oculta o no está todavía a nuestro alcance. Esta es la actitud que Jesús pide a sus discípulos ante el proyecto humanizador del Padre: «Buscad el reino de Dios y su justicia». En nuestro recorrido tendremos que esforzarnos para buscar el camino mejor o la decisión más acertada para comprometernos en el servicio al reino de Dios.

      Llamar es gritar, atraer la atención de alguien al que sentimos lejano, pero que necesitamos que nos atienda. Es la actitud de los salmistas cuando sienten a Dios lejos: «A ti grito, Señor», «Inclina tu oído hacia mí», «No te quedes lejos», «Ven en mi ayuda». También nosotros llamaremos a Jesús y a Dios cuando necesitemos sentirlos más cerca.

      2. La confianza total de Jesús en el Padre (vv. 10-12)

      Jesús no solo desea despertar en sus discípulos estas actitudes. Desea además contagiarles su confianza total en Dios. No sabemos exactamente cómo se expresó, pero los evangelistas han recogido sus palabras de forma lapidaria: «El que pide, recibe; el que busca, encuentra, y al que llama, le abrirán». Esta es la experiencia que vamos a vivir junto a Jesús en nuestro recorrido. El giro que se emplea sugiere que Jesús está hablando de Dios, pues evita pronunciar su nombre, como hacían con frecuencia los judíos. Por eso se podría traducir así: «Pedid, y Dios se os dará. Buscad, y Dios se dejará encontrar. Llamad, y Dios se os abrirá».

      Curiosamente, en ningún momento se dice qué es lo que hemos de pedir, qué es lo que hemos de buscar ni a qué puerta hemos de llamar. Se diría que lo importante es la actitud con que vivimos ante Dios: vivir pidiendo, buscando y llamando. Así haremos nuestro recorrido: como pobres que necesitan pedir lo que no tienen; como perdidos que necesitan buscar el camino que todavía no conocen; como hijos que necesitan llamar a la puerta de su padre.

      Para despertar su confianza en Dios, Jesús no les da explicaciones complicadas. Él es «sencillo y de corazón humilde». Les pone tres imágenes que pueden entender muy bien los padres y las madres que le escuchan. Las podemos parafrasear así: «¿Qué padre o qué madre, cuando un hijo le pide una hogaza de pan, le da una piedra redondeada, como las que a veces ven por aquellos caminos? ¿O si le pide un pez le dará una de esas culebras de agua que, en alguna ocasión, aparecen en las redes de pesca? ¿O si le pide un huevo le dará un escorpión apelotonado de los que se ven por la orilla del lago?».

      Un padre o una madre no se burla así de su hijo, no le engaña. Es inconcebible que, cuando su hijo le pide algo bueno para alimentarse, le dé otra cosa parecida que puede hacerle daño. Al contrario, le dará siempre lo mejor que tenga. Jesús saca rápidamente su conclusión: «Si vosotros, aun siendo malos, sabéis dar cosas buenas, ¡cuánto más el Padre del cielo dará cosas buenas a los que se las pidan!» (Mateo 7,11). ¿Cómo no va a ser Dios mejor que nosotros?

      3. Pedir el Espíritu Santo (v. 13)

      Mateo recoge el pensamiento de Jesús,


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