El peronismo y la consagración de la nueva Argentina. Carlos Piñeiro Iñíguez
momento llevar a error de interpretación, está ordenada de manera funcional, de acuerdo con la inclusión en determinada sección o la tarea asignada a los miembros. Es interesante destacarlo y tomar algo de tiempo en analizar su orgánica, ya que muestra el carácter netamente militar de esa estructura. Si bien el “Reglamento” señala que el GOU, entendido aquí como el grupo directivo, es un “organismo colegiado” que “no tiene jefe”, la descripción de su estructura sugiere una distribución bastante más jerárquica. Un primer grupo de cinco miembros integraban el “Registro de enrolados”, que debía mantenerse actualizado para mantener las relaciones por “cadenas” de los sucesivos escalones. Los encargados de este registro son dos tenientes coroneles, dos mayores y un capitán, numerados de 1 a 5, en ese orden jerárquico, en la lista: Domingo Mercante y Severo Eizaguirre (tenientes coroneles), Raúl O. Pizales y León J. Bengoa (mayores) y Francisco Filippi (capitán). La misma estructura jerárquica se establece para un segundo grupo de cinco miembros, numerados del 6 al 10, encargados de la “Sección Directivas y Noticias”, es decir, de las comunicaciones internas: los tenientes coroneles Juan Carlos Montes y Julio A. Lagos, los mayores Mario E. Villagrán y Fernando González, y el capitán Eduardo B. Arias Duval. Un tercer grupo, el de la “Central de Informes”, estaba integrado por cinco tenientes coroneles: Agustín de la Vega, Arturo A. Saavedra, Bernardo Guillenteguy, Héctor Ladvocat y Bernardo Menéndez. De manera similar, el orden de numeración es jerárquico dentro del grupo: Agustín Héctor de la Vega es el más “antiguo”, en términos de escalafón; Bernardo Dámaso Menéndez, el más “joven”. Luego vienen, con los números 16 y 17, dos miembros indicados como “Agente de Informes”, o sea, encargado de Inteligencia, y “Agente de Unión”, que debe “ligar al GOU con el Ministerio de Guerra a los efectos de mantener la unidad de criterio”. Respectivamente, se trataba de los tenientes coroneles Urbano de la Vega y Enrique P. González. Los dos restantes miembros fundadores del GOU, números 18 y 19 en la lista, no por casualidad son los de mayor grado: los coroneles Emilio Ramírez y Juan Perón, cuya función en el organigrama es la de “Coordinadores”. De nuevo, en este grupo la numeración va del jerárquicamente más antiguo (Ramírez) al más nuevo (Perón). Asimismo, resulta llamativa la descripción funcional del cargo de coordinador: “Tiene por misión vivir las actividades de conjunto del GOU para asegurar la coordinación del organismo y la colaboración de las distintas secciones del mismo. Es también misión del coordinador proponer la creación de medidas especiales tendientes a mejorar su funcionamiento”. Todo indica que los numerales 18 y 19 del organigrama son la cúspide de la estructura, más allá del intento por mostrar horizontalidad entre todos los miembros27.
En una segunda versión conocida del “Reglamento” no se indica qué miembros integraban las secciones, ya que los espacios donde debían ir los numerales correspondientes están en blanco. Además, se ha agregado una “Sección de enlace con las fuerzas civiles”. Esta versión incluye la lista de “miembros fundadores”, a la que agrega otra de “miembros actuales”. El número 13, Guillenteguy, aparece en blanco en este segundo listado, al que se han agregado nuevos miembros, sin que esté claro en este caso si corresponde al orden de incorporación o no: coronel Eduardo Jorge Ávalos, tenientes coroneles Aristóbulo Mittelbach, Alfredo A. Baisi, Oscar A. Uriondo, Tomás A. Ducó, mayor Heraclio Ferrazzano y coronel Alfredo Argüero Fragueyro, respectivamente numerados del 20 al 2628.
Se suele insistir en que esos hombres no tenían mando directo de tropa a comienzos de 1943, con la excepción del coronel Emilio Ramírez, director de la Escuela de Suboficiales, del teniente coronel Bernardo Dámaso Menéndez, jefe de la Base Aérea Palomar, y del teniente coronel Alfredo Aquiles Baisi, jefe del Arsenal Esteban de Luca. Los mismos documentos iniciales del GOU lo admiten al señalar que, entre sus “bases de acción”, se indica: “Buscamos obtener el mando efectivo en unidad de tropas para ser más efectivos en nuestros anhelos”29. En cambio, no es tan habitual recordar que nueve de ellos (Urbano de la Vega, Perón, Enrique González, Lagos, Ladvocat, Uriondo, Ducó, Bengoa y Filippi) eran oficiales de Estado Mayor, y salvo De la Vega y Ducó, fueron profesores en la Escuela Superior de Guerra o en las academias de sus respectivas armas. Otros doce cursaron estudios en la Escuela Superior de Guerra, aunque sin egresar. Baisi era ingeniero militar, había hecho el Curso Superior del Colegio Militar (su jefe de curso fue el entonces mayor Manuel Savio), del que también fue profesor, además de ser autor de numerosos trabajos técnicos sobre balística y tiro. Bernardo Menéndez, aunque egresado del Cuerpo de Ingenieros del Colegio Militar, luego se especializó como aviador militar y fue instructor; también Pizales era aviador militar, y alcanzaría el grado de brigadier de la Fuerza Aérea al retirarse en 1955; Ducó, aunque se mantuvo en la Infantería, también había hecho cursos de aviador. Otro dato de interés sobre sus carreras son sus destinos en el exterior: Lagos (Francia, 1930), Guillenteguy (Francia, 1928-1930), Ladvocat (Bélgica y Francia, 1930-1931) y Baisi (Francia, 1933) habían integrado comisiones de adquisición de armamentos. Bernardo Menéndez concurrió a la Conferencia Interamericana Técnica de Aviación (Lima, 1937). Enrique P. A. González, oficial de Caballería, en cambio, tuvo una intensa capacitación en Alemania entre febrero de 1936 y setiembre de 1938, es decir, en el momento en que la doctrina y las tácticas modernas sobre el uso de unidades motorizadas y blindadas completaban su desarrollo. En Berlín, González realizó cursos en la Universidad local y en la Academia Militar, y antes de regresar a la Argentina pudo participar en las maniobras en Pomerania de las I y II divisiones acorazadas (Panzerdivisionen), conducidas, respectivamente, por Maximilian von Weichs y Heinz Guderian, su principal impulsor. Por su parte, Urbano de la Vega, que entre diciembre de 1930 y noviembre de 1931 había desempeñado tareas de inteligencia, primero como jefe del Servicio de Censura Militar y después comisionado en la Sección Informaciones de la Secretaria de la Presidencia de la Nación, estuvo destinado, entre enero y agosto de 1932, en Asunción del Paraguay, formalmente como profesor de Geografía Militar y de Transportes y Comunicaciones. Los destinos de Perón también aparecen vinculados a tareas de informaciones que, como se mencionó, ya había desempeñado en Formosa, en el contexto de la Guerra del Chaco. Como agregado militar en Chile, entre 1936 y 1937, es muy conocido el affaire de espionaje, que dejaría mal parado a su sucesor en el cargo, Eduardo Lonardi. También, según afirmaría Perón, tuvo finalidades de información su envío a Italia, para capacitarse en Infantería de Montaña, una especialidad de la que Farrell fue el gran innovador en la Argentina. Farrell realizó esa especialización ya incorporado al 7.o Regimiento de Alpinos, entre 1924 y 1926, un período en el que, conviene recordar, ya estaba el Duce Mussolini rigiendo los destinos de la Península y la Argentina era presidida por Marcelo T. de Alvear, cuyo ministro de Guerra era el general Justo. Perón fue destinado a Italia en 1939, realizando su capacitación en la 2.ª División Alpina Tridentina y la Escuela de Alpinismo de Aosta. Pero luego de que Italia declarara la guerra a Francia e Inglaterra, en julio de 1940, se instaló en Roma, como ayudante del agregado militar en la Embajada argentina, el coronel Virginio Zucal. Si bien Perón afirmaría que en esa estadía en Europa se encontró con “Gonzalito” (Enrique P. A. González), “que estaba destacado en Alemania”, de los legajos surge que no coincidieron en el tiempo. Perón llegó a Europa en abril de 1939, y González ya estaba de regreso en Buenos Aires en octubre de 1938. Sigue igual en pie, aunque es imposible de verificar, la afirmación de Perón de haber visitado Alemania e incluso haber estado en territorio controlado por los rusos. En cambio, hay dos piezas numismáticas que sugieren su presencia en Francia, en fechas que, según el vívido relato del embajador en Francia, Miguel Ángel Cárcano, el general Pistarini, presidente de la Comisión de Armamentos, tomaba las medidas necesarias para abandonar París, junto con el centenar de militares argentinos que se encontraban entonces allí, ante el avance arrollador de los alemanes. Una plaqueta con el texto “Nostra Signora - Lourdes”, con la imagen de la Virgen en la gruta y una representación del santuario, está acompañada de otra menor que reza “Juan Perón - 1940”. El embajador Cárcano, que por entonces manifestaba una gran simpatía por el mariscal Pétain, al frente del Estado francés luego del armisticio con Alemania, por esos días de junio de 1940 también visitó el santuario de Lourdes, en su viaje rumbo a Vichy, y no registra haber encontrado a argentino alguno allí. En todo caso, más llamativa que la plaqueta mencionada es una medalla de bronce de la Fédération Parisienne d’Escrimeurs (Federación Parisina