Sentir, entender, amar, creer. Rafael Gómez Pérez
agua un rostro se refleja en otro rostro, así el corazón del hombre refleja el de otro hombre» (Proverbios 27, 19);
el placer: «de cuanto me pedías mis ojos, nada les negué ni rehusé a mi corazón ninguna alegría» (Eclesiastés 2, 109);
la conmoción: «me hace rugir la conmoción de mi corazón» (Salmo 38, 9);
el mundo: «también ha puesto el mundo en sus corazones, sin que el hombre llegue a descubrir la obra que Dios ha hecho de principio a fin» (Eclesiastés 3, 11).
Las mejores cualidades del corazón
puro (Salmo 24, 4);
limpio, «Dios es bueno para el hombre recto, para los limpios de corazón» (Salmo 73, 1);
integridad: «Ya sé también que con corazón íntegro has procedido» (Abraham), (Génesis 20, 6);
rectitud (Salmo 119, 7): «con rectitud de corazón te daré gracias»;
sinceridad, que es «derramar ante Él vuestros corazones» (Salmo 62, 9);
sabiduría (1 Reyes 3, 12): «Dios da a Salomón un corazón sabio e inteligente»; (Salmo 90, 12): «para que lleguemos a tener un corazón sabio»;
prontitud: «Pronto está mi corazón, oh Dios, está mi corazón dispuesto» (Salmo 57, 8);
apacibilidad, mansedumbre: «el corazón manso es vida del cuerpo» (Proverbios 14, 30);
temor de Dios, es decir, temor a no amarle como se debería amar: «mi corazón únicamente tema tu nombre» (Salmo 86, 11);
meditación, oración: «el susurro de mi corazón» (Salmo 19, 15); «medito por la noche en mi corazón» (Salmo 77, 7);
valentía: «aunque acampe contra mí un ejército, no temerá mi corazón» (Salmo 27, 3);
fortaleza: «Valor, que vuestro corazón se afirme, vosotros todos que esperáis en Yahvé» (Salmo 31, 25);
contrito: «Yahvé está próximo a los contritos de corazón» (Salmo 34, 19); «Un corazón contrito y humillado no lo desprecias» (Salmo 51, 19).
La contrición del corazón supone que el corazón se equivoca, yerra, ofende.
Pero frente a esa realidad, confirmada continuamente en la historia y en la vida de millones de personas, en cualquier tiempo, está la realidad definitiva y abundante del perdón de Dios.
Interioridad y dinamismo
Además de lo que se ve u oye, las obras y las palabras del corazón, el corazón es una interioridad donde hay cosas ocultas (1 Samuel 9, 19): «te descubriré todo lo que hay en tu corazón». Al oír que Sara, la estéril iba a concebir, Abraham se ríe y dice en su corazón: «Sara, a sus noventa años, ¿va a dar a luz?» (Génesis 17, 17). A veces ese en su corazón se traduce por en su interior, perdiéndose la eficacia de la palabra y sus connotaciones.
En ese interior puede haber cosas buenas o malas: «Oráculo de malicia tiene el impío en lo íntimo de su corazón» (Salmo 36, 2). «Mi corazón está herido en mi interior» (Salmo 109, 22).
Como el corazón es vida, no es estático, sino que experimenta cambios interiores (1 Samuel 10, 9): «le cambió Dios el corazón», porque está en camino. En Proverbios 11, 20 se contrapone los «perversos de corazón» a los «íntegros de camino». Está siempre en movimiento, es fuego: «había en mi corazón algo así como fuego ardiente» (Jeremías 20, 9); ardor: «dentro de mí mi corazón se acaloraba» (Salmo 39, 4). Hermosamente se dice: bulle o fluye de mi corazón un hermoso canto (Salmo 45, 2).
Bueno y malo
El corazón es sede de las emociones y de las pasiones, es vivir con ellas, sabiendo que pueden encaminarse al bien o al mal. Señalo primero las que son buenas en sí, dependiendo de su uso y las que no dependen de la propia voluntad. Después las que son desviaciones o perversiones del corazón.
antes que nada es la misma vida: «guarda tu corazón con toda diligencia porque de él mana la vida» (Proverbios 4, 23). «¡Viva vuestro corazón para siempre!» (Salmo 22, 27). También en la dimensión más corporal, como en Génesis 18, 5: «y traeré un bocado de pan y sustentad vuestro corazón»;
el amor, como pasión. La hipócrita queja de Dalila para engañar a Sansón: «¿Cómo puedes decir te amo si tu corazón no está conmigo?» (Jueces 16, 15). Por amor el corazón puede ser robado, como robaba la belleza de Absalón, hijo de David, los corazones a todos los que lo veían (2 Samuel 15, 6); cautivado: «me robaste el corazón» (Cantar 4, 9); está en vela: «yo dormía pero mi corazón velaba» (Cantar 5, 2); «pone cual sello sobre tu corazón» (Cantar 8, 6);
la memoria, por eso se guardan cosas en él; atar lo bueno (Proverbios 6, 21). La raíz del recordar es el cor.
la alegría, continuamente presente; Éxodo 4, 14: «al verte se alegrará el corazón»; Jueces 16, 25: «como su corazón estaba alegre»; Salmo 105, 3: «alégrese el corazón de los que buscan a Dios». Con frecuencia la procura el vino y en el Antiguo Testamento se reconoce la relación entre ellos, para bien o para mal. «Cuando el corazón de Amnón esté alegre por el vino…», (2 Samuel 13, 28). Es un tema recurrente: Ester 1, 10: «alegre por el vino el corazón del rey»; Proverbios 15, 13: «corazón alegre hace buena cara»; Zacarías 10, 8: «estará alegre su corazón como de vino». Lo del Salmo 104, 15 se ha hecho proverbio: «el vino que alegra el corazón del hombre»;
el desfallecimiento y el desmayo: «al oírlo ha desfallecido nuestro corazón» (Josué 2, 11); «desfallece mi carne y mi corazón» (Salmo 73, 26);
la tristeza, el quebranto del corazón, con esa sutilieza en Eclesiastés 7, 3. «Tras una cara triste hay un corazón feliz»; la angustia, Salmo 13, 3; 61, 1;
la fatiga: «él sometió su corazón a la fatiga» (Salmo 107, 12);
el menosprecio, como cuando Mical, la primera mujer de David, lo ve saltando y danzando delante del Arca y siente eso (2 Samuel 6, 16);
el valor, «corazón de león» (2 Samuel 17, 10);
la turbación (1 Samuel 25, 31);
la angustia: Salmo 61, 3; Salmo 94, 19: «y en las muchas angustias de mi corazón»;
el oprobio: «el oprobio me ha roto el corazón» (Salmo 69, 21);
la ansiedad: Proverbios 12, 25: «ansiedad en el corazón deprime al hombre»;
la esperanza que se prolonga, que se convierte en tormento (Proverbios 13, 12), que acaba en desaliento (Eclesiastés 2, 20);
la confianza: «confía en Yahvé de todo corazón» (Proverbios 3, 5);
la amargura: «el corazón conoce la propia amargura» (Proverbios 14, 10);
el estremecimiento y el espanto: Salmo 55, 5; Isaías 7, 2; 33, 18;
la conversión. Si ha habido alejamiento de Dios, la conversión es tarea del corazón (2 Reyes 23, 25), y es precedida por un pesar o arrepentimiento o remordimiento (1 Reyes 8, 38). Eso ha quedado en los tres golpes de pecho (en el corazón) del yo pecador. Hay que alzar los corazones (sursum corda) a Dios (Lamentaciones 3, 41).
Y en estas otras pasiones estaría el corazón mal situado:
la soberbia, el orgullo, la altivez: Proverbios, 16, 5: «Yahvé abomina el corazón altivo»; 21, 4: «corazón arrogante»; Ezequiel 28, 2: al príncipe de Tiro: «Tu corazón se ha engreído y has dicho: soy un Dios»; Abdías, 3: «la soberbia de tu corazón te ha engañado»; un juicio sobre Alejandro Magno: «tu corazón ensorberbecido, se llenó de orgullo»: 1 Macabeos 1, 5; «Yo y nadie más»: Sofonías 2, 15;
la maquinación del mal (Proverbios 12, 20);
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