Mejores decisiones, menos lamentos. Andy Stanley
Recuerda tu última mala decisión de relación. Parecía correcto en ese momento. Estabas enamorado; o era lujuria; u otra cosa. Lo que sea que haya sido, estuviste metido en ello; y aunque puede no haber sido algo racional, definitivamente era algo emocional. Claro que sí. Las relaciones son emocionales. Tu mamá trató de advertirte. Tu mejor amigo o amiga trató de advertirte. Pero les aseguraste que sabías lo que estabas haciendo, y en ese entonces estabas seguro que sabías lo que estabas haciendo. Sin embargo, al mirar el pasado, te preguntas: ¿Qué estaba haciendo? Debí haberme informado mejor. Debí haber escuchado. Debí haber visto que venía ese tren de carga.
¿Qué tal esto…?
Tu más reciente y mala decisión de compra.
Tal vez este libro. Espero que no.
Todos hemos tomado malas decisiones de compras. Es que, una vez que tu corazón se vio apoderado por eso, lo que haya sido, se acabó. Era como que algo se adueñó, y lo siguiente que supiste era que estabas pasándole tu tarjeta de crédito a alguien que no conocías para comprar algo que no necesitabas y tal vez no podrías o no deberías permitírtelo.
Demasiado para el intelecto y la experiencia. Algo más se apoderó de ti.
Ese algo más eras tú. Tú te apoderaste. Tú empezaste a autovenderte. ¡Resulta que tú eres un fanático de ti! Exploraremos esta rara dinámica con mayor profundidad más adelante, pero en caso de que más adelante nunca llegue, me adelantaré y te atraeré con un consejo: en cuanto tú empieces a autovenderte algo, deberías hacer una pausa. Esta es la razón. Rara vez tenemos que autovendernos algo bueno.
Otra vez.
Rara vez tenemos que autovendernos algo bueno.
Simplemente lo sabemos, ¿no es así? Más adelante te diré cómo dejar de vender y empezar a escuchar.
¡SORPRESA!
Los entornos más difíciles para la toma de decisiones son los que no esperábamos, los que nos toman por sorpresa. Decisiones de compras, escoger una escuela, seleccionar un destino de vacaciones o navegar por un menú en un restaurante nuevo, vemos que esas decisiones aparecen, pero en el camino, todos estamos obligados a tomar decisiones que nunca imaginamos que tendríamos que tomar. Decisiones inesperadas.
Se presenta un nuevo trabajo y tienes una semana para decidir.
Sorpresa.
Ya tienes una relación y luego alguien que nunca esperabas que mostraría interés en ti empieza a mostrar interés.
Sorpresa.
O tal vez tienes una relación… y pensaste que las cosas iban bien, y luego descubres información preocupante del señor o la señora Correcta. Ahora tienes que decidir si quieres causar problemas o hacer la vista gorda.
Sorpresa.
Decisiones sorpresivas. ¿No las aborreces? Si eres padre o madre de familia, las decisiones sorpresivas son una forma de vida. En algún punto del camino, tal vez incluso hayas dicho: «Desearía no tener que decidir» o «desearía que otras personas decidieran por mí».
Lo desafiante de las decisiones sorpresivas es el plazo. Suele ser poco tiempo. Dado que el plazo es ajustado, raramente tenemos tiempo para conseguir la información que necesitamos para tomar una buena decisión. Sin embargo, ¡debe tomarse la decisión!
Si te has encontrado alguna vez en una relación tóxica, sabes de lo que estoy hablando. Con tóxico me refiero a que la relación no fue buena para ti. La otra persona no necesariamente era mala, pero era mala para ti. Ustedes estaban mal juntos. Las cosas empezaron bien, pero con el tiempo, pues, se volvieron poco saludables: tóxicas. Como la mayoría de las personas en relaciones tóxicas, minimizaste lo malo y te enfocaste en lo bueno. Después de todo, te gustaba; pero te estabas pareciendo más a él (o ella), y no necesariamente te gustaba eso en lo que te estabas convirtiendo.
Luego, alguien lo remarcó.
Tenías una decisión que tomar.
Una decisión que nunca pensaste que tendrías que tomar. Una decisión que no querías tomar. Una decisión que estabas tratando de evitar. De cualquier manera que decidieras, perderías algo. Perderías un amigo o seguirías perdiéndote a ti mismo. Tenías que optar por lo uno o por lo otro. Podrías estar en una situación similar ahora mismo. Podría ser la razón por la que alguien te dio este libro. Es un lugar terrible.
Buena suerte.
En realidad, sigue leyendo.
Y luego aparece esto: la perspectiva que la mayoría de las personas considera al último cuando, en realidad, deberían considerarlo primero.
TUS HUELLAS DIGITALES EN EL FUTURO
El término legado es uno que no se considera mucho en nuestra cultura. Eso es lamentable.
Las decisiones que tomas determinan tu legado, tu marca, tus huellas digitales en el futuro. Así como lo descubriremos con la pregunta número dos, pensar desde el punto de vista del legado nos brinda una claridad extraordinaria y un contexto en el proceso de toma de decisiones.
La verdad es que no sabemos lo que pende del hilo de nuestras decisiones. No podemos predecir los resultados con precisión. Pero… y este es un gran pero… sabemos con seguridad que hay resultados asociados con cada una de nuestras decisiones; incluso con las pequeñas decisiones. Una pausa de cinco minutos para considerar los resultados generacionales podría marcar una gran diferencia.
Dado que no sabemos lo que pende del hilo de las decisiones que tomamos, nos lo debemos a nosotros mismos… y a otros… especialmente a otros… para considerar los resultados, los de largo plazo. Se necesita toda una vida para que los resultados de algunas decisiones se desarrollen; en algunos casos, generaciones. Por ejemplo (de acuerdo, es un poco exagerado), ¿qué tal si George Washington hubiera decidido dejar que el congreso lo proclame rey? Piensa en las implicaciones de esa sola decisión. Los beneficios nacionales de su decisión de rechazar la corona han llevado a que avancen generaciones.
¿Qué tal si el doctor Martin Luther King Jr. hubiera decidido quedarse en el norte y permanecer callado sobre lo que sabía que estaba pasando en el sur? Los resultados de sus decisiones de salir de su zona de confort siguen avanzando hasta el día de hoy.
Lo sé. No eres George Washington ni el doctor King, pero generaciones de personas probablemente se vean afectadas por tus decisiones. De hecho, si planificas traer hijos al mundo o si ya los trajiste, conoces con seguridad que tus decisiones personales tienen implicaciones generacionales.
¿No estás convencido?
Vamos a darle la vuelta.
Piensa en cuán diferente sería tu vida si tus padres o tus abuelos hubieran tomado una decisión diferente sobre algunas cosas importantes. Tus padres o tus abuelos tomaron lo que les parecía ser unas decisiones pequeñas e insignificantes, pero esas decisiones determinaron la trayectoria de tu vida, ¿no es así? En algunos casos, determinaron si incluso tendrías una vida o no. No estaban pensando en ti en ese momento. No existías para que pensaran en ti.
Sin embargo, sus decisiones te afectaron, para bien o para mal. Tal vez tu vida sería muy diferente si tu papá no hubiera decidido seguir tomando esa botella, o quizás conoces a alguien cuya vida sería diferente si su mamá no hubiera huido y abandonado a su familia.
Lo contrario también pasa.
Tal vez tu padre es el que superó ese hábito y mantuvo unida a la familia. Tal vez tu madre decidió quedarse cuando otra mujer se hubiera ido. El punto es este: no sabemos quién o qué pende del hilo de las decisiones que tomamos, pero lo que sí sabemos es que las decisiones privadas tienen resultados públicos. Tus decisiones privadas probablemente dejarán de ser privadas. Tus decisiones personales afectarán a otras personas.
Sé que quieres decirlo bien. Quieres escribir una historia digna de contar. Estoy convencido de que puedes.
Estas