Impactos de la COVID-19 en el sistema internacional y en la integración regional. Alberto José Hurtado Briceño

Impactos de la COVID-19 en el sistema internacional y en la integración regional - Alberto José Hurtado Briceño


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Norte han tenido una importante participación del Estado en ámbitos económicos y sociales, después de la Segunda Guerra Mundial, Canadá construyó un sistema de seguridad social que, en la actualidad, es uno de los con más alto índice de desarrollo humano en el mundo. En contraste, México, en el marco de esfuerzos para impulsar la agricultura y la industria a través de la sustitución de importaciones, creó instituciones para la salud como las mencionadas, Seguro Social y el Instituto para la Seguridad de los Trabajadores del Estado (issste), sistemas de atención a trabajadores y empleados, los cuales, en la medida en que aumentó la población y con ello la demanda de servicios para la salud, se fueron desgastando. En esta situación de instituciones desgastadas en infraestructura, número de médicos y enfermeras, como también presupuesto para medicamentos, los sorprendió la covid-19.

      Es en Estados Unidos donde la inflexión histórica del Estado dejó una huella indeleble para los anales del Estado moderno. La referencia en el Continente Americano es la crisis de 1929-1932, cuando el gobierno de Franklin D. Roosevelt remodeló su estructura para tener el poder que le permitieran salir de aquella crisis, hoy referente obligatorio. Con Roosevelt:

      Se comienzan a definir las bases del gran proyecto nacional que hará de los Estados Unidos la primera potencia del mundo en la segunda posguerra y le asegurará durante varias décadas a su pueblo niveles de prosperidad y expansión que ningún otro país había conocido antes. Si el presidente Roosevelt es una de las figuras principales de la historia norteamericana […] lo es ante todo por su capacidad para remodelar el gobierno y la economía de los Estados Unidos en función de objetivos políticos exactos y de opciones filosóficas claramente de definidas. (Maira, 1981, p. 124)

      El mismo autor apuntala sobre la “restauración del papel del Estado”:

      Este proyecto nacional, cuyo contenido fuera complementado durante la administración Truman en los años finales de la década de los cuarenta, incluyó una reestructuración de la organización pública, la reestructuración económica y la restauración del papel del Estado en su funcionamiento, así como del papel de los Estados Unidos en la política mundial. (Maira, 1981, p. 124)

      De la nueva visión nació el informe Brownlo que dio lugar a la Oficina Ejecutiva del Presidente, cuya fortaleza la ungió la creación del Consejo de Seguridad Nacional, el Consejo de Asesores Económicos y la Oficina de Administración y Presupuesto. Así se construyó la cimentación de lo que habría de ser conocido como el New Deal (Maira, 1981, pp. 125-126). Devino, entonces, el tiempo de ilusiones del capitalismo, cuya etapa marcó el “sueño americano” hasta finales de la década de los setenta y principios de los años ochenta del siglo xx.

      El ciclo largo de la participación del Estado en la economía, auspiciado por las ideas keynesianas de impulsar la demanda agregada a través del pleno empleo, con políticas fiscales y presupuestales ad hoc, comenzó su cuestionamiento cuando las economías comenzaron a mostrar déficit en las finanzas, brotes inflacionarios, inestabilidad de los tipos de cambio, del dólar en especial, desempleo y caídas en la productividad. Los ochenta marcaron entonces una nueva época en términos de política económica, conocidos por la “crisis fiscal del Estado”. El nuevo ciclo lo concibió Ronald Reagan, Margaret Thatcher y el Consenso de Washington.

      Para Reagan, Thatcher y el Consenso de Washington, la solución a la nueva crisis histórica del capitalismo era volver a reposicionar el mercado, mientras el Estado hacia mínimas funciones. Reagan, apoyado en las ideas de Arthur Laffer y su curva que relaciona política impositiva con recaudación, sostenía que esta habitaba una zona prohibida, por lo que el exceso de impuestos había llevado a la caída de la inversión, la producción y el empleo, por lo tanto, se suscitó un problema de oferta para las empresas. La ley de Say y su axioma de que toda oferta crea su propia demanda remitían a los planteamientos de la economía clásica y sus postulados de la competencia perfecta. El Estado, según Reagan, lo que había hecho era estimular con su política social el ocio de la gente, a quien hay que enseñarle a pescar no solo a recibir prebendas.

      Estos postulados, teóricamente sustentados en los premios Nobel de Economía, Milton Friedman y Robert Lucas, como se sabe, dominaron gran parte de la economía mundial por tres décadas, hasta que estalló la crisis del sistema financiero por la quiebra de Lehman Brothers y sus secuelas posteriores en el 2008. La conocida crisis de las hipotecas subprime envolvió al sistema financiero internacional y a las grandes empresas. George Bush Jr. y el secretario del Tesoro, Henry Paulson, salieron al rescate con 750 mil millones de dólares de las arcas públicas para regular la crisis y, con ello, el mito de que la intervención del Estado es negativa se derrumbó (Álvarez, 2018, pp. 151-155). Una vez más, el Estado, a través de la política fiscal y monetaria y de generar confianza, se puso al servicio del rescate de los mercados.

      El proceso de recuperación se prolongó por una década y con ello el crecimiento, el empleo y los ingresos, con ritmos distintos en los tres países de Norteamérica, apuntalados por el cordón umbilical que los unió por más de un cuarto de siglo, el tlcan. Empero, justo cuando se hacían los reacomodos para formalizar la integración económica a través del sustituto de este (el t-mec), aparece un fenómeno invisible que, de nuevo, conduce a una recesión económica concebida como histórica en parangón con la de 1929-1932. La covid-19 se difunde por los tejidos del mundo, en un tiempo inusitadamente rápido de China a Italia, de Europa a Estados Unidos y al resto del continente americano. El rápido contagio pone en el frente de batalla a los distintos sistemas de salud y, por ende, los distintos Estados nacionales.

      En consecuencia, es el Estado y no las empresas de salud privada quien encabeza las estrategias para enfrentar los avances de la covid-19 en los diversos segmentos de la sociedad y, con ello, comienza una nueva etapa en la coordinación de los intereses nacionales. El Estado encabeza un nuevo reto en diversas tareas de gobernanza. Pero su poder es insuficiente.

      Estado, mercado y sociedad

      Visto que el mercado desarrolla su propia lógica, direccionado por las fuerzas más poderosas, reivindicándose así la lógica darwinista que desfavorece a los más débiles, le corresponde al Estado, en alianza con la sociedad, establecer nuevas coordenadas para el desarrollo. Concierne a esta hacer sentir su presencia para que, como fuerza de presión, demande frutos de honestidad, empleo, ingreso, sistemas educativos y de salud, en pocas palabras, calidad de vida. Para que el arrastre sea recíproco, la sociedad debe de aportar su parte: no ser participe de corrupción, sino asumir tareas colectivas y de solidaridad, ahí donde sea necesario. Situarse en el escenario actual, donde los grandes problemas de desigualdad, contaminación y abatimiento del medio ambiente solo serán superados con un esfuerzo colectivo. Esto implica que la sociedad deje de ser un ente pasivo, que busca que todo se lo resuelvan desde afuera.

      Joseph E. Stiglitz, en su libro El precio de la desigualdad, ha dedicado una buena parte a reflexionar el tema. Dice el premio Nobel en un apartado del capítulo 10 sobre el pacto social:

      Mantener un tipo de sociedad y un tipo de gobierno que esté al servicio de todo el pueblo —que sea coherente con los principios de justicia, de juego limpio y de igualdad de oportunidades— no ocurre así como así. Alguien tiene que velar por ello, de lo contrario nuestro gobierno y nuestras instituciones acaban siendo captadas por intereses especiales. Como mínimo necesitamos unos poderes que hagan de contrapeso. Pero, nuestra sociedad y nuestro sistema de gobierno han acabado estropeándose. (Stiglitz, 2016, p. 347)

      En este sentido, Ramonet (2020) es muy claro:

      La gente busca también refugio y protección en el Estado que tras la pandemia podría regresar con fuerza en detrimento del mercado. En general el miedo colectivo cuanto más traumático, más aviva el deseo de Estado, de Autoridad de Orientación.

      Como se sabe, el llamado “sueño americano” ha trastocado su esencia a partir de la emergencia de varios cambios internos en su estructura social y de gobierno, entre los cuales destacan que, en la competencia electoral, más allá de la tradicional contienda entre el partido Demócrata y el Republicano, la opción socialista de Bernie Sanders ya tiene un número importante de seguidores, lo cual es indicador de pluralidad ideológica de la sociedad estadounidense. Asimismo, amplios


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