Diccionario llanero. Hugo Mantillas Trejos

Diccionario llanero - Hugo Mantillas Trejos


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a una muchacha criolla de condición social inferior;

      Pellón, al cojincillo que se coloca sobre la silla del jinete;

      Paleta, a los cuartos delanteros del caballo;

      Entripado, a la inquina sorda que se tiene contra alguien;

      Pucho, a la colilla de un cigarro o cigarrillo;

      Aguaitar, a acechar, vigilar;

      Zafarrancho, a un problema o refriega;

      Mamona, a una ternera;

      Angurria, al hambre desmedida.

      Pero no ocurre lo mismo en casos como los que siguen. Un extranjero de habla diferente es un musiú (deformación de monsieur) para el llanero y un gringo para el gaucho; el muchacho que hace los oficios domésticos en una hacienda, es mensual para el primero y camilucho, para el segundo; cimarrón le dice el gaucho al mate sin azúcar, mientras que el llanero con tal voz identifica a un caballo o res montaraces; pingo es un calificativo despectivo en el llano y un caballo corredor en la pampa; a quien improvisa y canta versos, en el llano colombiano se le dice coplero pero a quien lo hace en la pampa argentina se le llama payador.

      Con los mexicanos, autóctonos de Jalisco, los charros, ocurre otro tanto. Para llaneros y charros:

      Carrizo es una caña hueca que sirve para hacer silbatos;

      Comedera es el acto de estarse alimentando continuamente;

      Zangolotear es mover algo con brusquedad;

      Ruñir es roer un hueso a conciencia;

      Entelerido denota mohínez, decaimiento;

      Entreverado quiere decir revuelto, confundido;

      Apachurrar es abrazar con mucha fuerza, destripar;

      Trácala equivale a engaño, fraude.

      Muy distinta es la semántica de términos como chaparro que en el llano corresponde a una encina muy resistente, y en México a un individuo bajo y rechoncho; la tea que se hace con sebo y trapo, acá se llama mecho y allá se le dice ocote; charapo es para nosotros un machete, para los charros esa herramienta es un guango.

      La explicación racional de estas coincidencias y diferencias está en que, para el primer caso, el agente transmisor del vocablo (el español) fue el mismo para las tres regiones y dicha palabra pasó a convertirse en americanismo. La homonimia, o sea una palabra con igual grafía y distinto significado, se explica por la contribución del indígena o del raizal al habla, según usos y costumbres peculiares. Un ejemplo: al roedor más grande del mundo se le llama chigüire en Colombia (voz guajiba); capibara, en Uruguay y Brasil (voz guaraní) y carpincho en Argentina (voz quechua).

      Diccionario llanero

      Recoger, pues, ese material lingüístico diseminado por los Llanos Orientales de Colombia y Occidentales de Venezuela fue la ímproba tarea que se impuso Hugo Mantilla Trejos. Autor en parte y editor de la antología de poesía del llano titulada 26 Cantores llaneros, Mantilla Trejos recolectó, definió y ordenó un glosario de 4.502 vocablos y 457 refranes y dichos de la región, para ensamblar el presente Diccionario llanero, libro que está llamado a ser una útil herramienta de trabajo para científicos del idioma y un magnífico catalizador de las vocaciones literarias que empiezan a perfilarse en la llanura oriental.

      Con paciencia benedictina el autor de este trabajo, durante 20 años, recorrió Arauca, Casanare, Meta, Vichada y Apure, en Venezuela, y dialogó allí con patriarcas huraños dueños de hato, peones a destajo, indios andariegos, copleros relancinos, viejas lenguaraces; acopió montones de información y arrumes de opiniones hasta lograr esta obra que tiene importantísima misión cultural: revelar cómo se entienden los llaneros.

      El lector avisado tiene en sus manos un libro de consulta que lo pondrá en contacto con arcaísmos españoles y americanismos desconocidos casi por completo en el interior del país. Voces como clorótico, almud, culillo, farruquero, asadura, chontal, ganchoso, barajuste, patacón aparecen en diccionarios generales, y son de uso frecuente en la llanura; otros como güirirí, ñénguere, checheque, chimbo, chúbano, puede que no estén registrados pero constituyen, igualmente, parte del caudal idiomático del territorio orinoquense.

      En resumen: con esta obra de valor imponderable se pone de presente que los hijos del llano están tomando muy en serio la tarea de preservar los valores de su tierra y que con voluntad, decisión y entendimiento es posible realizar lo que no realizan los altos sanedrines.

       Eduardo Mantilla Trejos

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