Crónica de una pandemia. Sarui Jaled
de crisis, sacar fuerzas de donde no se tienen, no sabemos de lo que somos capaces de hacer hasta que no nos enfrentamos al límite.
Todas las noches, Kamila me hace la misma pregunta. ¿Qué podemos hacer, abu? ¿Qué puedo hacer mañana? Le respondo tratando de calmarla, diciéndole que pronto terminará el encierro y todo volverá a la normalidad. Le sugiero que mientras llegue ese momento, podemos hacer algunas tareas, cocinar, bailar, hacer yoga, leer. No quedaba muy convencida con mis sugerencias, pensaba que se aburría porque le sobraba el tiempo sin entender bien lo que estaba pasando. Había perdido su rutina.
Esa noche hablamos. Le dije que pensara en algo creativo. Algo que nos ocupara mucho tiempo así trabajamos durante varios días sin pensar en la situación en que estábamos. Ella me recordó que todas las noches le contaba una historia de cuando yo era chica. Le dije que ya no tenía mucho más para contarle pero que, en cambio, podría empezar ella a contarme algo que todavía no me hubiera contado, que yo no supiera.
Es necesario establecer nuevas rutinas, inventar nuevas tareas. Armar horarios para cada una de las actividades para saber que estamos haciendo cosas útiles, que estamos aprovechando el tiempo. Las tareas de la casa hay que hacerlas, todo lo que hacía Hilda, tenemos que distribuirlas entre las tres. Kamila tiene que estudiar para sus clases virtuales. Yo organizaré una para enseñar Lengua a ella y a una de sus amigas dos veces por semana. Sobretodo tener pensamientos positivos, pensar que lo que hacemos, de quedarnos en casa, ayuda a terminar con la pandemia y a la vez ayudamos a los demás a no contagiarse. Ser conscientes de que hay personas que están al frente combatiendo la enfermedad como son los médicos, enfermeros y personal sanitario a quienes debemos agradecer.
Sábado 4 de abril.
Amanecimos las tres más angustiadas que de costumbre. Ya sentíamos los días de encierro y estábamos nerviosas, irritables. Kamila me dijo que ella estaba muy ilusionada con empezar sexto grado, sobretodo porque sería escolta de la bandera y se había imaginado cada uno de los actos de la escuela en los que ella podría participar. También me dijo que extrañaba jugar con sus amigas en los recreos y en su casa cuando las invitaba a venir a tomar la leche y a jugar.
El virus se desplaza hacia los EE.UU
Hoy es jueves 9 de abril.
Hay muchos motivos para estar intranquilos. Han cerrado las fronteras del país, los aeropuertos, no salen aviones, los límites de cada una de las provincias son infranqueables, los puertos cerrados. Para salir de nuestras casas tenemos que pedir permisos de circulación, la policía está en las calles controlando. Las noticias informan que los contagios se desplazan hacia los Estados Unidos, convirtiendo a Nueva York en el foco de la pandemia. El resto de nuestra familia está allá. Estoy preocupada. Tengo sobresaltos cuando duermo. En Houston quedó Kari, el papá de Kamila. También está mi hijo Rodrigo, su esposa Flavia y la familia. Pienso en Santiago y Sebastián, mis nietos. No van a la escuela, tienen que quedarse en casa y sus padres también. Ellos no tienen una cuarentena estricta como la nuestra. Es sugerida, el que quiere la hace. Se quedan en casa y solo caminan por su barrio. Todos los días sigo con atención las noticias.
Por suerte, y gracias a la tecnología, puedo verlos jugando, andando en bicicleta, saltando en la cama elástica que tienen en el jardín. Santiago toca el piano y, ahora con más tiempo en casa, está aprendiendo nuevas partituras. No solo toca “Para Elisa”, saca temas de películas y canciones que están de moda. Filma y nos las hace escuchar y en el video aparece sentado frente a su piano Steinway de media cola. Me muero de gusto. Lo hace muy bien. Tiene un gran sentido musical. La semana pasada su mamá Flavia, que es médica, puso la radio para que oyéramos el Himno Nacional de los EE.UU. interpretado por la banda de la escuela de Santiago. Él participa tocando la batería. Se transmitía por una radio de Houston. Era una interpretación de los jóvenes para rendir homenaje a los médicos, enfermeros y sanitaristas que combaten el coronavirus. ¡Cuánta emoción! estuve a punto del llanto con el corazón que se me salía del pecho al ver lo que hace Santiago a sus catorce años.
Veo tan grande a Santiago, como crece, ya está en secundaria. Cuando era chiquito adoraba los perros. Una vez, cuando los visitaba en Houston, él tenía tres años, y yo lo cuidaba haciéndolo jugar, contándole cuentos y viendo las películas que a él le gustaban. Había una que le encantaba, no se cansaba de verla y nos emocionábamos los dos. Después de comer tenía que hacer una siesta. Yo ponía “Bolt” la película esperando que se durmiera, pero no se dormía nunca. Terminaba y quería volver a verla, podíamos pasarnos la tarde entera. En realidad, era una historia muy bonita de un perrito que tenía super poderes y que viajaba a través de todo el país para ir a rescatar a su dueña. Le encantaba tanto este animalito que un día le dije que cuando viniera en sus próximas vacaciones a San Juan íbamos a comprar uno y le pondríamos de nombre Bolt. Y así lo hicimos cuando en junio de 2010, vino de vacaciones yo ya había pedido un cachorrito de ovejero alemán en un criadero. Fuimos a buscarlo en mi auto, los tres, Santiago que tenía 3 años y medio, Kamila que tenía 1 año y medio y yo. ¡Qué emoción cuando llegamos a la casa de la señora que los vendía! Estaba solo, porque había tenido seis hermanitos. Los habían vendido a todos y nadie lo había elegido a él por eso estaba solo. Santiago lo vió y se enamoró en el acto, lo pusieron en una cajita y lo trajimos a casa. Esa noche lloró sin cesar porque extrañaba a su mamá. No nos dejó dormir. Santi estuvo todo el tiempo cuidándolo y acariciándolo para calmarlo. Era invierno y durmió con nosotros en el dormitorio. Le armó una casita dentro de una caja de cartón y lo puso al lado de su cama con dos platitos, uno con agua y el otro con alimento. Al otro día ya eran grandes amigos.
Bolt ha crecido. Ahora ya está viejo, un poco cansado y lento, pero sigue siendo fiel, afectuoso sobre todo cuando viene Santiago a visitarlo todos los años en sus vacaciones.
Con Santiago tenemos muchas historias de cachorros. Como vimos que Bolt ya estaba entrando en años me pidió que compráramos otro perrito para que lo acompañe. Cuando vino de vacaciones en un mes de julio, visitamos un criadero de ovejeros alemanes y compramos un cachorrito que ya tenía varios días de haber nacido. Tenía nombre, se llamaba Viper. Lo trajimos a casa, Santi empezó a cuidarlo, a darle su alimento, jugó con él tres días y al cuarto día amaneció muerto en el jardín. Cuando llegó Santi de la casa de la abu Esther, donde había dormido esa noche, fue directamente a buscar a su cachorro y yo no supe como avisarle que había muerto solito en la madrugada. No tuve más remedio que decirle la verdad, quiso verlo, se puso muy triste, y luego lo llevamos al veterinario para que le diera sepultura.
Al otro día le pregunté a Santiago si quería que compráramos otro perrito y me dijo que sí. Fuimos al señor que nos vendió el anterior y le contamos lo que había pasado y nos dijo que nos daría otro perrito. Que no lo tenía ahora, pero que había una perra en su criadero que en pocos días más iba a tener cría y que cuando eso ocurriera nos iba a llamar para que eligiéramos una. Santiago ya estaba pronto para regresar a Houston, era el mes de agosto, y el señor nos avisó que ya habían nacido. Fuimos a verlos, nos quedamos impactados al ver la perra echada con siete crías chiquititas prendidas de su teta amamantando. Fue muy tierno verlos. Nos dieron uno y vinimos a casa con él, le pusimos de nombre Whisky. Santi pudo cuidarlo una semana porque a la siguiente se fue. El cachorro quedó a nuestro cuidado en mi casa, creció siempre muy alocado, indisciplinado. Llamamos a un entrenador para que lo eduque. Aprendió por unos días, pero luego no respondía a las órdenes. De todas maneras creció sanito, es afectuoso, siempre busca cariño y quiere jugar. Cuando viene Santiago en las vacaciones lo reconoce, salta para llamar la atención y para que lo acaricie. Juntos con Bolt pasan horas jugando en el jardín.
Evidentemente, cuando Santi vió a Viper muerto quedó muy triste y no entendió por qué su cuerpo dejó de funcionar. La pérdida repentina del perrito, sin que haya estado enfermo, todo tan inesperado le causó una gran tristeza. Santiago desde chiquito ha sido callado, no demuestra sus emociones con facilidad. Tiempo después, en la escuela, la maestra les pidió a los