Michel Foucault, la música y la historia. Pedro Antonio Rojas Valencia
3.3. La salida de la representación en la música y en la palabra
Capítulo 4. Estética de la discontinuidad: arqueología y música contemporánea
4.1. Distancias de la estética moderna, música contemporánea y representación
4.2. Formaciones y apropiaciones históricas
4.3. La estética musical de los encuentros
Segunda parte
Michel Foucault, la arqueología y la historia
Capítulo 1. La arqueología intempestiva
1.1. La infertilidad de la historia anticuario
1.2. Los supuestos de la historia monumental
1.3. El olvido como posibilidad
Capítulo 2. El proyecto de una historia crítica del pensamiento
2.1. Historia crítica y crítica a la historia
2.2. Las redes del saber: los sistemas de pensamiento
2.3. Historia de la relación sujeto y objeto
Capítulo 3. Hacia una teoría general de la discontinuidad
3.1. De la coherencia a la discontinuidad
3.2. Crítica a la sujeción antropológica de la historia
3.3. El abandono de las nociones históricas
Capítulo 4. Una posibilidad descriptiva: el análisis discursivo
4.1. Descripción de las relaciones entre enunciados: discursos, forma ciones y prácticas discursivas
4.2. Descripción de las funciones de los enunciados: modalidad subjetiva, campos asociados y régimen de materialidad
4.3. Descripción de archivos: prácticas discursivas y positividad
Capítulo 5. Clasificar y desclasificar
Referencias
Entrevistas realizadas para la presente investigación
La pregunta no es ya ¿cómo hacer que la experiencia de la naturaleza de lugar a juicios necesarios? Sino: ¿Cómo hacer que el hombre piense lo que no piensa, habite aquello que se le escapa, en el modo de una ocupación muda, anime, por una especie de movimiento congelado, esta figura de sí mismo que se le presenta bajo la forma de una exterioridad testaruda?
Michel Foucault
Gran parte de la obra temprana de Michel Foucault fue desarrollada siguiendo una serie de estudios históricos que, tiempo después, llamaría arqueología1. Se pueden encontrar dos momentos en los que se sirvió del procedimiento arqueológico2. En el primero, se ocupó de la historia de lo “otro”, de aquellos discursos que le son extraños a Occidente, en una invitación a pensar con mayor detenimiento las separaciones entre lo normal y lo anormal, lo racional y lo irracional, la salud y la enfermedad. En este primer campo se sitúa Histoire de la folie (1961) (Historia de la locura) y Naissance de la clinique. (1963) (El nacimiento de la clínica). En un segundo momento, el filósofo se ocupó de la historia de lo “mismo”, en otras palabras, de realizar una historia de los grandes saberes de Occidente y el surgimiento de las ciencias humanas, allí se encuentra Les mots et les choses (1966) (Las palabras y las cosas).
Terminados estos libros, Michel Foucault se dispuso a escribir L'archéologie du savoir (1969) (La arqueología del saber)3. Se trata de un texto balance, porque le permite transparentar sus estrategias y escolarizar su obra. Por un lado, lleva a cabo una crítica de los métodos de investigación histórica de su tiempo y, por otro, hace explícitos los procedimientos que utilizó en sus libros anteriores: “Más que reducir a los demás al silencio, pretendiendo que sus palabras son vanas, se trata de intentar definir ese espacio blanco desde el que hablo, y que toma forma lentamente en un discurso que siento todavía tan precario y tan incierto” (1985, p. 29).
L'archéologie du savoir fue escrita por Foucault para responder los cuestionamientos de sus lectores4. Su estilo es laberíntico y está poblado de desviaciones. Se puede encontrar una lucha entre sus páginas, como si se tratara de una acalorada discusión, en la que una parte de sí le arrebatara la palabra a la otra. Las objeciones, las críticas y las dificultades del procedimiento arqueológico tienen voz propia, los guiones separan su propuesta de las (auto)críticas más feroces. En palabras del filósofo: “a cada momento toma perspectiva, establece sus medidas de una parte y se adelanta a tientas hacia sus límites, se da un golpe contra lo que no quiere decir, cava fosas para definir su propio camino” (1985, p. 29). Estas desviaciones también se deben a que la arqueología no obedece a un programa prestablecido, los procedimientos fueron apareciendo conforme el filósofo avanzaba en sus investigaciones. Las estrategias son inseparables de sus discusiones, las cuales se transparentan en su escritura:
Las investigaciones sobre la locura y la aparición de una psicología, sobre la enfermedad y el nacimiento de una medicina clínica, sobre las ciencias de la vida, del lenguaje y de la economía, han sido ensayos ciegos, por una parte: pero se iban iluminando poco a poco, no sólo porque precisaban gradualmente su método, sino porque descubrían —en el debate sobre el humanismo y la antropología— el punto de su posibilidad histórica. (1985, p. 26)
La arqueología se inscribe en las disputas de su tiempo, no podría haber surgido de otra manera, fue emergiendo y adecuándose a cada campo de investigación (los “objetos” no tuvieron que doblegarse ante unos principios ordenadores). Cada desarrollo temático generó un procedimiento nuevo. Se trata de un ejercicio crítico, porque no pretende formular un conjunto de reglas universales, sino que se ocupa de acontecimientos concretos (situados espaciotemporalmente). La arqueología, entonces, no se debe considerar un método, porque —en términos estrictos— no se trata de un conjunto de reglas trasportables a cualquier objeto. Rafael Gómez Pardo5, en su artículo Introducción crítica a la arqueología de Michel Foucault (1989), explica esta distancia del método cartesiano, con las siguientes palabras:
Más que un discurso del método, que pretenda prescribir o normalizar la relación sujeto-objeto, tal y como lo hace Descartes en el Discurso del método, Foucault propone la arqueología como método de un discurso, esto es, como una caja de herramientas para el análisis de un conjunto de prácticas discursivas o de emergencia de unos objetos y sujetos posibles. (p. 109)
Más adelante abordaré los procedimientos de la arqueología en tanto análisis de discursos, en este momento deseo insistir en que la arqueología no prexiste al objeto de sus indagaciones, tampoco formula —como en el caso cartesiano— “normas” aplicables a cualquier problema; prueba de ello es que sus procedimientos surgieron acorde a los campos a los que se aproximaba. Michel Foucault no solo describió la arqueología a posteriori, sino que necesitó de esa distancia para comprenderla. Si señalo la necesidad del filósofo francés por revisar sus escritos (evocando las luchas de su obra temprana y su aventura metodológica) es porque esto caracteriza los procedimientos de la arqueología, que lejos de ser principios inamovibles, son susceptibles a modificaciones: pueden adecuarse a distintas experiencias. Por esta razón, he decidido desentrañar su “caja de herramientas” y ponerla en relación con la estética musical, teniendo