Enigmas de las Américas. David Ramirez
ese mar. Se pone en duda la fecha, porque en 1519 se encontraban tanto el cabeza de familia, Pedro Reinel, como el hijo, Jorge Reinel, trabajando en Sevilla, realizando una carta sobre las Molucas, para el emperador Carlos V (Denuce, 1908, pp. 38-39) (Figura 2).
Figura 2. Mapa manuscrito, Jorge Reinel, ha. 1519. Cortesía de Valdeperillos Fuente de dominio público
La siguiente referencia interesante es la Carta Anónima que se conserva en la Herzog August Bibliothek, de Wolfenbuttel.7 Es un mapa manuscrito en pergamino, datado entre 1522-1523. ¿Por qué esperar tanto tiempo para reflejar en los Padrones Reales este descubrimiento? Sobre esta carta se han realizado algunos estudios muy interesantes. Entre ellos debemos destacar el de Richard Uhden, en 1938; de Luisa Martín-Merás Verdejo, en el catálogo de la exposición “Carlos V: la náutica y la navegación”, que tuvo lugar en el Museo de Pontevedra, en 2000 (Martín-Merás Verdejo, 2013), y el más reciente, el de Sanz Hermida, en 2013, por la conmemoración del V Centenario del descubrimiento del océano Pacífico (p. 67).
Lo primero que llama la atención es el adorno central de la representación: una rosa de 32 puntas que marca vientos y medios vientos, y se encuentra bajo el rótulo “Dabaiba y su leyenda ajena”. De los 32 rumbos que salen de ella, 12 llevan rosas; ninguna está adornada. Otros 12 puntos se adornan con otras rosas de los vientos, más pequeñas, y de las que salen 32 rumbos sobre los que se construye la carta. Otro detalle que no debe pasar por alto, ya que es la cuestión central, es que en el mapa el espacio geográfico representado se centró exclusivamente en el Caribe, sus islas y parte de la costa atlántica de América del Sur, desde la isla de Trinidad a 28º latitud sur, Mesoamérica y la Florida de Juan Ponce de León. Únicamente se hace referencia a las líneas de costa y se omite todo tipo de representación adicional como la hidrografía, a excepción de algunos sistemas montañosos. La costa está dibujada con una línea amarilla, de trazado anguloso. Las islas se colorean en rojo, verde y azul, tal como se venía haciendo en muchos portulanos anteriores. Generalmente, representaban islas imaginarias hasta el portulano de Juan de la Cosa. La decoración de este portulano es sencilla, a diferencia de otros que se presentaban a la Corona.
La zona de la isla de Cuba se representó de forma imprecisa. Sin embargo, la zona en la que se representa a la Florida y sus alrededores fue bastante acertada (a 25,5° de latitud norte, aunque la correcta sea 24,81°), lo que indica que lo realmente importante del mapa eran los últimos descubrimientos. La península de Yucatán se dibuja como una isla sin cerrar junto a la Insule del Real y otra sin nombre, y otro archipiélago al lado de Bassi Dellasscension. Las posiciones del cabo San Agustín y Cabo Frío son exactas, a 8º de latitud sur y 30,5º de latitud sur, tal y como se marcó en el descubrimiento de Vélez de Mendoza en 1501.
De las cinco leyendas que contiene el mapa, tres se relacionan con el descubrimiento de Núñez de Balboa. La primera aparece debajo de Venezuela, donde se lee Dabaida y Sic quedam Regina dominatrix cuius imperio plumiri populi praemuntur multi auri ditissima.8 Debemos recordar que Dabaide es el pueblo del cacique a donde llegó Vasco Núñez de Balboa y desde donde partió en busca del Mar del Sur. La segunda leyenda alude al mar recién descubierto por Vasco Núñez, pero en lugar de poner Mar del Sur aparece Occeanus Occidentali qvi cvm meridionali coivngitvr. La tercera inscripción reza Castigia del oro, que es el nombre por el que se cambió el Darién una vez que Balboa informó de las riquezas que existían en esa parte y que luego pasó a ser del dominio de Pedrarias Dávila.
Estas tres leyendas ofrecen información sobre cómo se organizaron los viajes realizados hasta el momento. En otras palabras, es un Padrón Real que tenía por objeto señalar qué había descubierto cada capitán en el Caribe, porque a esta parte fueron muchos descubridores de manera simultánea y hubo un sinnúmero de acusaciones y pleitos, tal como demuestran los problemas judiciales entre Balboa, Enciso y Pedrarias Dávila (Aram, 2008).
Esta teoría queda demostrada en cuanto se especifican los resultados de la expedición de Balboa al Dabaide, de la que dio cuenta por carta el 20 de enero de 1513 y de donde salió el nombre de Castilla del Oro. De nuevo aparece su último hallazgo, el del Mar del Sur, aunque aquí es denominado Océano Occidental, nombre que recibió por carta en marzo de 1514, y en la cual se pedían más hombres para seguir la expedición. Además, se diferencia su parte de otra que surge a continuación y que es la zona descubierta por Andrés Niño en 1522, la Costa de Tamao. No se indica, tal como señaló Sanz Hermida, ni la ciudad de Santa María del Darién, que existía desde 1510, ni la de Panamá, fundada en 1519. Asimismo, más allá del nombre de la costa, no aparecen otros topónimos en esta zona. Se puede sobreentender que en esta carta se quería examinar —tal era la función del Padrón Real— qué parte correspondía a cada uno, sin entrar en detalles, como topónimos que se habrían puesto en cartas más específicas y no en un compendio general. De ahí que tampoco se representen los descubrimientos del golfo de México por Grijalva, en 1518, o los de Alonso Álvarez, en 1519.
A través de la Carta Anónima de la Biblioteca de Herzog (Figura 4.9) queda patente que el descubrimiento del Mar del Sur por Vasco Núñez de Balboa, en 1513, fue una gran aportación a la política descubridora del momento y conllevó replantearse toda la política de viajes. Es más, este descubrimiento confirmó la existencia del cuarto continente que Juan Rodríguez de Fonseca mandó plasmar en el Mapa de Juan de la Cosa de 1500 (Figura 3). De ahí que no sea entendible que no aparezca en documentación oficial hasta el año 1522. Esto, unido a la existencia de la carta anterior y al hecho de que normalmente se actualizaban los padrones cada vez que se realizaba un descubrimiento, induce a pensar que las cartas donde se reflejó este viaje debieron existir, pero aún no se han encontrado.
Figura 3. Mapa, Juan de la Cosa, 1500. Cortesía de Museo Naval de Madrid
Figura 4. El portulano del Pacífico, ha. 1515. Cortesía de Herzog August Bibliothek
Un reflejo similar es el denominado planisferio de Salviati y Castiglione de 1525 (Caraci, 1958, pp. 82-83; Sánchez Martínez, 2015, pp. 55-56). Fue un regalo de Carlos I a los embajadores Juan de Salviati y Baltasar de Castiglione. Curiosamente, son similares en manufactura y decoración (Figuras 5 y 6), de ahí que se le atribuyan a Diego Ribeiro, uno de los cosmógrafos más expertos de su tiempo y piloto mayor de la Casa de Contratación (Schafer, 1934 y 2003). Como se puede apreciar, la posición y representación de las rosas de los vientos son similares, así como la escasa ornamentación. Las líneas de costa se destacan en verde y las islas, fantasiosas, se resaltan en rojo y azul. La parte que nos interesa, la del Caribe, aparece más completa que en el mapa anterior y con una serie