Después de él. Fernando J. Castellanos
grupo de apoyo habían aprendido que para controlar su mente ante una crisis podrían tejer, respirar mientras contaban hasta cien o simplemente escribir lo que sucedía. Pero ya que Sam no tenía el tiempo suficiente para todas esas cosas, agradecía tener a una persona como Josh para sacar todo lo que la abrumaba con sus recuerdos; se habían vuelto tan cercanos que incluso podían hablar toda la noche acerca de los problemas de ambos y siempre resultaba muy liberador. Después de cada reunión se tomaban una o dos horas para compartir tiempo juntos, y a veces él se quedaba a dormir en casa de Sam, se tomaron tanto cariño que ella ya lo consideraba su pequeño hermano.
El tiempo en el hospital transcurría y al parecer Sam estaba a la espera de que su jefe le dijera si se quedaba con el empleo permanentemente o no, eso la ayudaría a enfocarse con el propósito que se había mentalizado de algún día ser médico. Pero, sorpresivamente, no hizo falta que su jefe le diera una respuesta, pues lo que ocurrió un día cuando llegó a su turno luego de las clases que había comenzado a tomar anticipadamente casi le aseguró su lugar en el hospital: a unas cuantas calles de llegar al edificio donde trabajaba, se encontró con un hombre desesperado con un niño entre sus brazos, cuando lo alcanzó vio que del pequeño no dejaba de salir sangre por todo su cuerpo, tenía la cara casi desfigurada y por la manera tan quieta en la que estaba el niño, podía jurar que apenas si respiraba. Sam corrió a auxiliar al hombre tomando un par de sábanas y camisetas viejas que tenía en el auto y las utilizó para cubrir los fluidos de aquel pequeño, los subió a su auto para dar marcha hacia el hospital sin importarle nada en su camino, y apenas cruzaron las puertas del lugar fue ella quien se encargó de buscar una camilla, tomar los signos vitales del niño y llevarlo directamente a un quirófano, donde otros cuatro doctores de verdad se encargaron de él.
Cuando regresó para encontrarse con el hombre que llevaba al niño, también se percató de que tenía las miradas de varias personas, enfermeras y de su jefe puestas en ella. Le resultó algo incómodo tanta atención que tuvo que dirigirse al baño para lavarse la cara y así asimilar todo lo repentinamente sucedido.
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