Lo que hicimos. Tedi López Mills

Lo que hicimos - Tedi López Mills


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      5.

      Están lavando ropa las señoras en la azotea por la mañana, cantando a veces o silbando, mientras se acumula el proceso de lavar y exprimir y llenar de nuevo las tinajas y meter más ropa. ¿Cómo se llama el episodio? No eran de luz los minutos que se iban esfumando ni había calcas de cada escena: la Señora dueña de la casa y sus diminutas colegas en la azotea, tallando, no eran sucedáneas de otra ocasión. Debe haber una clave en este enredo que no hemos resuelto entre las palabras elegidas: la melancólica lejía en tu rodilla fue un comienzo, ¿te acuerdas?; los cañones se habían hundido en el desierto a esas alturas; “Ahí está la guerra”, me señalaste, a una orilla con las flamas y las púas y las vacas hinchadas cerca de las trincheras. Ahí está el fuego, pienso, que ya estuvo, aunque eso es trampa, poner la imagen en un lugar que ya la acogió. La lejía en tu rodilla por melancolía no va a matarte sino a esparcir la rima por tu pierna y después tu otra pierna hasta que el código se difunda y lo descifre yo y cumpla con el protocolo de las conclusiones inhibidas por la trama.

      6.

      Fuera del azul, del chango arrimado a la barda justo antes del latigazo, de la cúspide en el arte de la tortura, de las pieles demacradas por el vandalismo que se construye una estrategia para renovar las costumbres antiguas; fuera del azul o de ese pigmento más ligero, la medida del río en el nombre del río, el foco inmerso en los reflejos, la enésima versión de la basura con sus tintes de plástico y aluminio; fuera del azul, me pides que te cuente la verdad desde el principio porque sí fue un cuento o una parábola del poder cuyo desenlace feliz ayudaría a las generaciones venideras. La violencia en las calles, el destrozo de los cuerpos a punto de salvarse, se percibieron como puro invento en el Palacio. Los encargados redactaron un resumen. La sangre nueva depuso a la vieja de un solo golpe: degollando bestias de lujo como si hubieran sido animales de carga, desollándolas para eliminar cualquier duda, retacando los camiones para llevarse los cadáveres al mercado donde los carniceros se reían mientras amontonaban huesos encima de periódicos y costales. Fuera del azul, alguien habría mencionado la posibilidad de una obra, un homenaje a las entrañas con las entrañas dispuestas en un lienzo. Sería lejano y pertinente. Acaso un guiño. ¿Entiendes? Pero donde estoy contigo, dentro del azul, las bestias de lujo no son las mías, taimadas o rebuscadas; no podrían serlo. Por más que hurgo en archivos o me dilato en dibujos, no hallo la moraleja que le convenga a nuestra inspiración.

      7.

      Hora de irse, diluirse, menguarse, esfumarse. Cierra la puerta, abre la puerta, pone el candado, quita el candado, tira el agua, se tira al piso, se embarra, se ofrece, obedece, se somete, no se pertenece. Es un amor múltiple y complejo, me susurras, un amor sin rachas simples. Nunca incluye “Dónde estuviste en la noche, en la mañana, en la tarde” o “Qué haces cuando te metes en tu cuarto” o “Qué hay detrás del silencio cuando examinas la marca de una astilla” o “Qué piensas cuando no hablas: me quieres, ya no me quieres”. Múltiple y complejo, me dices arrinconado, esquinado; no es igual a parvada de pájaros clavados en un cielo de nubes como si fuera literario antes que legendario en esta colonia de hábitos conservadores según se lee en los boletines. El último nos informa: “Señora propina ligera cachetada a sirvienta por pequeño hurto de comida”. Cosa de todos los días y de todas las familias. Múltiple y complejo en mis manos, en tus manos: una dualidad sin números, no hay parvada sin pájaros, no hay cuervos sin el negro donde abren las alas, no se usan las extremidades que so-bran por si hacen falta, luminosamente detengan la caída cuando el orificio se perfore en algún lugar con la Señora mirando cómo vamos tú y yo en la calle sencillamente: “Oye, dame lo de ayer”. Y ella aplaude, la Señora, pide más, actos menos cortos, pero el circo me tienta de otro modo contigo: un anciano desnudo va arrastrando la pata, el niño enjuto, su muñón en el polvo. Hay fantasmas de más. La Señora con sus lianas y sus serpentinas es el vivo retrato de una patria en desuso, a punto de reconvertirse. No iba a haber diseño. Me hubieras dejado quedarme semanas atrás sin desbaratarlo, ese grabado en la cueva, salto de una figura a la otra. En la fogata se deshizo la anécdota acerca de payasos en una civilización extinta, cómo se los veneraba antes de colgarlos. No pude ya terminar el relato.

      8.

      Que no digan que no les dije cuando falle todo, que no reclamen después en la ventanilla opaca: “Esto lo iban a pintar, iba a ser de verdad, no pura placa de cobre, estaño sin lustre”, por dar ejemplos, aunque no quiero darlos, copias de copias de un pretexto que no recuerdo. ¿Se comprende o qué se hace con el adorno de las razones, su encaje impecable en algunos argumentos? A falta de causas pueden usarse las consecuencias como disparadores; funcionan porque nadie presta atención o sólo a veces frente a las nuevas molestias que hay que incorporar como si fueran propias, gritando que ya no se aguanta. Mi piedad no llega a la banqueta de mi vecino, no cruza la avenida. Te iba a pedir que no rozaras ese pedazo de piel a contrapelo. Pero intervino la Señora canturreando: Ay, el paso cruel de los oropeles, una melodía de antaño, nos explicó, en la que también se mencionaban abejas, veranos apilados como papeles reciclables. Suspirando, la Señora indagó acerca de nuestra ronquera: “¿Qué hicieron anoche?” Subimos y subimos por la escalera estrecha cada vez que el cuerpo se fue desprendiendo de su horma. O algo así. Sobraron simbólicamente nuestros codos en la penumbra. Pero cómo revelárselo a la Señora; ella pronuncia discursos, plegarias, nos cuida, nos alimenta, nos enseña. Le presumiremos nuestras creaciones: los desfiles en la ribera, el rito de los bufones inflando globos, las franquicias en los suburbios y los negocios que hemos planeado, con billetes y centavos. ¡Ya no rascará la Señora el fondo de sus cajones buscando monedas! Eso le juraremos hoy cuando esté puesta la mesa: mantel a cuadros, los platos correctos, las ausencias debidas, el instructivo a la mano: jamás ningún cariño en balde.

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