Ensayos I. Lydia Davis

Ensayos I - Lydia  Davis


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      ENSAYOS I

      Lydia Davis

       Este libro surgió con bastante naturalidad: pensé que era hora de recopilar los textos de no ficción que había tenido la oportunidad de escribir a lo largo de las décadas y reunirlos en un solo volumen. Como no eran para nada escasos, tuve que decidir si hacer un solo tomo, grueso, o dos más razonables. Pedí opiniones y conté votos, sopesé los pros y los contras, y, al final, me decidí por hacer dos. Así reflejaría, en cierta medida, dos de las ocupaciones principales de mi vida: la escritura y la traducción. Este es el primer tomo.

      En este libro, Lydia Davis recuerda a los escritores que influyeron tempranamente en su escritura, declara cuáles son sus cinco cuentos favoritos y analiza la obra de aquellos que la interpelaron, por diferentes motivos, a lo largo de los años: Lucia Berlin, Gustave Flaubert, Rae Armantrout, Jane Bowles, entre otros. También se detiene en las artes visuales, y reflexiona sobre la obra de Joan Mitchell y de Alan Cote e indaga en las primeras fotografías de viajes.

      Finalmente, con absoluta generosidad, aborda la escritura desde su propia práctica: así comparte diferentes versiones de un mismo texto y elabora un ensayo imprescindible con treinta recomendaciones para una buena rutina de escritura.

      “Aguda, hábil, irónica, sobria y constantemente sorprendente”. Joyce Carol Oates

      “Una escritora atrevida, excitantemente inteligente y, a menudo, muy divertida”. Ali Smith

      Ensayos I

      LYDIA DAVIS

      Traducción de Eleonora González Capria

Eterna Cadencia Editora

      PREFACIO

      Este libro surgió con bastante naturalidad: pensé que era hora de recopilar los textos de no ficción que había tenido la oportunidad de escribir a lo largo de las décadas y reunirlos en un solo volumen. Como no eran para nada escasos, tuve que decidir si hacer un solo tomo, grueso, o dos más razonables. Pedí opiniones y conté votos, sopesé los pros y los contras, y, al final, me decidí por hacer dos. Así, reflejaría, en cierta medida, dos de las ocupaciones principales de mi vida: la escritura y la traducción. Este es el primer tomo. El segundo estará dedicado, en su mayoría, a la traducción y a la experiencia de leer en otros idiomas.

      Lo que he recopilado aquí son ensayos, comentarios, reseñas, prefacios, observaciones, análisis y varias conferencias. El tema que predomina es la escritura, como es inevitable, pero la traducción también aparece de vez en cuando, al igual que las artes visuales, la escritura de la historia, la figura de Jesús, las memorias y la memoria. Los primeros textos son de fines de la década de 1970 y comienzos de la de 1980, mientras que los últimos son del año pasado o el anterior. Varían en longitud: desde mis recomendaciones sobre los buenos hábitos de escritura, que son largas, digresivas y están cargadas de ejemplos, hasta una entrada sobre la palabra “gubernatorial” [“gubernativo”] y una página donde enumero mis cinco cuentos favoritos.

      Al leer y preparar esta selección, a veces decidí introducir pequeños cambios: revisar cuestiones estilísticas puntuales o, en un par de casos, fusionar dos textos. Lo que había sido una pregunta teórica antes de comenzar a preparar la selección (¿corregiré los textos ya publicados o no?) encontró de inmediato una respuesta cuando me puse a leer, dado que, aunque la mayoría de los textos publicados habían sido revisados exhaustivamente y en detalle, no podía dejar intactas las cosas que me molestaban, ni siquiera en lo más mínimo. Me sentí libre, por ejemplo, de modificar “tienen carriles de tranvía” por “hay carriles de tranvía que los atraviesan”, si me gustaba más, o de reemplazar un título simple y descriptivo por otro que me resultara más interesante.

      También me había preguntado si conservaría las opiniones con las que ya no estaba de acuerdo. Sin embargo, me di cuenta de que, en general, no estaba en desacuerdo con lo que había escrito años antes, ya fueran dos o cuarenta y tantos. Solo en una oportunidad, en la reseña de un libro traducido, criticaba más la traducción de lo que lo haría ahora, pero no he incluido esa reseña por otras razones (si bien el autor era y es muy interesante: recomiendo encarecidamente las novelas de Jean Giono, escritor del sur de Francia).

      2019

LA PRÁCTICA DE LA ESCRITURA (I)

      UN PATO MUY QUERIDO ACABA EN LA OLLA:

      FORMAS E INFLUENCIAS I

      Las formas literarias tradicionales (la novela, el cuento, el poema), por más que evolucionen, no desaparecen jamás. Pero hay una gran cantidad de formas menos tradicionales que los escritores han adoptado a lo largo de las décadas y los siglos, formas que resultan más difíciles de definir y se encuentran con menos frecuencia, ya sean variaciones de las formas más conocidas, como el microrrelato, o intergenéricas, en la frontera entre la poesía y la prosa, o la fábula y la narración realista, o el ensayo y la ficción, y así.

      Me gustaría analizar algunas de estas formas más excéntricas, y en particular las que me dediqué a leer y a estudiar a lo largo de los años a medida que evolucionaba mi propia escritura. Así que en este ensayo habrá referencias a lo que he escrito, pero ante todo como una excusa para comentar y leer los textos de otros, en poesía y en prosa.

      Me considero una escritora de ficción, pero mis primeros libros, que tenían pocas páginas y fueron publicados por editoriales pequeñas, solían terminar en los anaqueles de poesía, y lo cierto es que a veces todavía me clasifican como poeta y me incluyen en antologías del género. La confusión es entendible. Por ejemplo, mi libro de relatos Samuel Johnson se indigna contiene cincuenta y seis textos, entre ellos, lo que rudimentariamente podrían describirse como meditaciones; parábolas o fábulas; una narración oral con hipo; un interrogatorio para la selección de jurado; una historia tradicional, aunque breve, sobre un viaje familiar; un diario del hipotiroidismo; pasajes de una mala traducción de una biografía mal escrita de Marie Curie; una narración bastante clásica sobre mi padre y su caldera, aunque termina en un poema accidentado; y, dispersos aquí y allá, textos breves de solo una o dos líneas, así como uno o dos textos de oraciones a medias.

      Cuando comencé a escribir, “en serio” y con cierta continuidad en la universidad, pensé que mi única opción eran los cuentos tradicionales. Mis padres habían sido cuentistas y mi madre todavía lo era. Ambos habían publicado relatos en The New Yorker, que ocupaba un lugar preponderante en nuestra vida, como una suerte de modelo, aunque no sabría decir exactamente modelo de qué: ¿de la buena escritura y edición, del ingenio cosmopolita y la sofisticación? A los doce años, ya sentía que estaba destinada a ser escritora, y si querías dedicarte a la literatura, las opciones eran limitadas: primero, había que decidir si poeta o prosista; después, en el caso de la prosa, si novelista o cuentista. Nunca quise ser novelista. Escribí poemas desde joven, pero por algún motivo ser poeta no me parecía una opción. Entonces, si, cada tanto, parte de mi obra llega hasta la frontera (si acaso existe) que separa la prosa de la poesía, e incluso la cruza, es porque el acercamiento se da a través del territorio de la ficción breve.

      En la universidad, cuando con confianza y exuberancia le dije a un amigo mío, muy inteligente, que mi ambición era escribir cuentos y, puntualmente, escribir un cuento que The New Yorker aceptara, le sorprendió mi convicción. También fue un poco despectivo y sugirió que tal vez debía aspirar a más. Me chocó tanto su reacción que la esquina de Manhattan donde estábamos conversando quedó grabada en mi memoria: Broadway y la 114. Había hecho tambalear mis ideas.

      Aunque ya no tenía la misma confianza en The New Yorker, no vislumbré enseguida una alternativa a la escritura de cuentos, así que seguí cultivando esa forma y avanzando en ese camino durante los siguientes años, no obstante los temas que elegía se fueron alejando poco a poco de lo más convencional. Me resultaba difícil escribir: solo de a ratos se me hacía agradable o me entusiasmaba. Le dediqué meses y meses a un solo cuento; invertí como dos años en otro. Seguía el consejo, tantas veces repetido, que consistía en combinar material inventado


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